Hay quienes esperaban la llegada del fin del mundo en cinemascope, con mares de sangre y jinetes diabólicos formando una postal del Apocalipsis en la mejor –y más divertida– tradición cristiana. El sector tecnófilo-fatalista nos lo vendió en un envase de ceros y unos de líneas de código obsoletas del MS-Dos, pero tampoco ellos acertaron.
Yasuri Yamileth, que parece ser que es así como se llama la muchacha, por si alguien se nos había despistado, podría significar la primera señal clara de que el Ragnarok, el-fin-de-todas-las-cosas, el cielo que cae sobre nuestras cabezas, está ya cerca.
Si ya la existencia del reguetón es per se un indicio inequívoco de que algo va definitivamente mal en el mundo, Yasuri Yamileth –repetidlo como un mantra, sólo así os salvaréis, descreídos– es la confirmación de ello.
Desde el punto de vista formal, Yasuri Yamileth –tiene que aparecer su nombre una vez por párrafo, por lo menos– hace de la síntesis su mayor virtud. La cosa está clara: como la pilles en un mal día te da con la Gillette. Así que no chistes, que pocas cosas son capaces de provocar tanto pavor como que esta elegante muchacha te depile las piernas.
Dura sólo un minuto y medio, pero es tiempo suficiente para comprobar que ésta sí es la banda sonora del Armaguedón, y no la canción de Aerosmith. Yasuri Yamileth, Yasuri Yamileth. Claro que, si durara algo más, sería el Armaguedón en sí mismo.
Reíd, reíd, pero seguro que no resistís la tentación de tararearla un poco. Da miedo, ¿eh?