Amy, la voz

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Amy, la voz

Nunca me interesó Amy Winehouse como persona. Tampoco como personaje. Siempre he preferido ignorar sus idas y venidas, sus ingresos en clínicas de desintoxicación, sus retiros en Jamaica, etc. Lo que sí me interesó, desde el primer momento en que escuché su voz, fue su talento. Vocalistas femeninas ha habido muchas y de muchos estilos. Voces portentosas capaces de conseguir la perfección técnica como Nancy Wilson, Aretha Franklin o Ella Fitzgerald. Intérpretes con voces más salvajes que aprovechaban cada canción para compartir con el público sus miserias, sus miedos e inseguridades y emocionarte sin necesidad de gorgoritos y filigranas: Nina Simone, Etta James, Lauryn Hill, Sarah Vaughan o Billie Holiday. Amy Winehouse, sin duda, pertenecía a este último grupo.

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Recuerdo perfectamente la primera vez que oí su versión de «Someone To Watch Over Me«. Bastaron dos miserables frases para entender que esta chica tenía «eso» que también tenían Chet Baker o Lady Day. No sé cómo llamarlo. Es algo que va más alla de una voz bonita, o una capacidad innata para emocionar y hacer creíble hasta la letra más insulsa. Algo que desde luego no tienen Adele, Duffy ni Barbra Streisand por muy prodigiosas que sean sus cuerdas vocales.

No sé las veces que habré escuchado ese tema; las veces que lo habré comparado con otras versiones (Nancy Wilson, Vaughan, Baker, Sinatra, Fitzgerald) ni las veces que habré llorado escuchándola. Lo que sí sé es que, para mí, es una de las mejores interpretaciones de la historia de la música. Cómo consigue emocionarte a lo largo de la canción para, al final, no sé cómo, contagiar un ápice de optimismo. Supongo que Amy quería dejar claro que ella confiaba en encontrar a alguien que cuidase de ella.

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Hoy, dos días después de su muerte, escucho esa canción sin parar y ese final medio optimista se me hace difícil de aguantar. Igual de difícil que oír ciertos pasajes de esa obra maestra que es ‘Back to Black’. De ese disco se dice que vendió once millones de copias; que renovó el soul; que Mark Ronson y los Dap-Kings consiguieron evitar el homenaje al que tanto recurren gente como los propios Dap-Kings con Sharon Jones, Eli «Paperboy» Reed, Raphael Saadiq, Solange Knowles o Mayer Hawthorne y conseguir algo nuevo y actual. Pero lo que no se dice es que pocos trabajos han sido nunca tan honestos, exhibicionistas y sinceros como este. Compitiendo con el ‘What’s Going On’ de Marvin Gaye, es imposible encontrar una canción en él en la que no puedas trazar un paralelismo con la vida de Amy, en la que no puedas anticipar el final que tuvo y que nadie supo o pudo evitar.

Lamento muchísimo su muerte porque no podré escucharla en directo, porque no podré ver cómo graba un disco de versiones, porque no podré emocionarme con sus letras, porque gente con un don así surge una vez cada 20 años y porque la mayor parte de la gente no supo apreciar todo su talento. Puede que acabe convirtiéndose en un mito pero no lo será por su trágico final ni por sus continuos escándalos: lo será por su portentosa voz, por sus letras y porque cuando estés jodido en tu habitación nada te reconfortará más que ‘Love Is A Losing Game‘.

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Gracias, Amy.

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