Guadalupe Plata se enfrentaban a la presentación de su segundo disco en Madrid con la satisfacción de colgar el cartel de “entradas agotadas” en la Sala El Sol. Los de Úbeda tenían dos noches por delante para dejar claro que sus directos crean dependencia. Cuando del dolor salen cosas tan auténticas, lo mínimo es disfrutar de su blues tóxico y dejarse contagiar. Y vaya si se disfruta.
Sobre el escenario, un despliegue tan sencillo como efectivo. Pedro de Dios suple su falta de carisma como frontman con un discurso contundente a la guitarra, Carlos Jimena aporrea la batería y amplía su sonido con las maracas y Paco Luis Martos se sirve de un barreño que hace las veces de bajo para reivindicar la vigencia de los sonidos primitivos. No les hace falta nada más para prender la mecha.
La velada comienza al ritmo de ‘Serpiente negra’ y ‘I’d Rather Be a Devil’, esta última de sus primeros tiempos. Una vez que el alma del diablo nos ha contagiado, el resto viene solo. El trío evita el contacto con el público y se dedica a tejer una historia que, partiendo de los amores corrosivos, trae tan buenos resultados. De su nuevo trabajo sonaron ‘Rata’, ‘Oh My Bey!’ y ‘Milana’. Pedro consigue a fuerza de aullidos clavarnos cada una de las sílabas de ese lamento en clave de condena que se esconde en ‘No me ama’.
Guadalupe Plata no ofrecen un concierto como todo el mundo puede entenderlo. Apenas hay gestos de complicidad con el público ni murmullos entre ellos al final de cada canción. Ellos prefieren dejar los discursos para otros y dedicarse a desgranar un setlist en el que repasan sus distintos trabajos hasta la fecha con una nueva vuelta de tuerca a ‘Jesús está llorando’. Y aunque en esta ocasión no nos invitasen a corear su emblemático “¿Qué se siente al matar a un gatito?”, el trío bien se ganó la ovación de los allí presentes.