¿Qué significó que Carlos Vermut arrasara en San Sebastián? ¿Es ‘Magical Girl’ una película de culto desde antes de su estreno o era un «lo sentimos, se te debía una y bien gorda por el ninguneo a ‘Diamond Flash‘»?
La segunda película del también historietista (suyo es esto por supuesto) es más profesional en su acabado, más presentable también a un público generalista al ser un pelín menos delirante, pero también un poco menos impactante, en tanto que el director recurre a trucos parecidos para estructurar el guión y para hilvanar un nuevo caso de vidas cruzadas: un padre desesperado por dar un último deseo a su hija de 12 años enferma de leucemia (soberbio Luis Bermejo); una esposa con graves problemas psicológicos y pasado turbio (Bárbara Lennie); y un profesor recién salido de la cárcel, donde ingresó por un delito que «da más miedo» todavía que la cadena de chantajes y tensiones que surgen después de que un vómito caiga por una ventana.
¿Promete, verdad? Es divertido que se hable alegremente de influencias en el cine de Vermut: Almodóvar, David Lynch, Tarantino, el cine de terror oriental… Porque un director habla así de cómodamente sobre sus influencias cuando es consciente de que se ha servido de ellas para crear algo nuevo, propio, personal. Y esa pota enseguida os daréis cuenta de que no es de color almodovariano porque en esta película hay poco lugar para la risa. Cuando te prepares para una escena tarantinesca, Vermut jugará con la imaginación del espectador a través de la elipsis. Cuando consideres que el autor abusa del componente mágico a lo Lynch, te darás cuenta de que quizá no tanto.
Y en ese momento serás consciente de que ‘Magical Girl’ da más miedo del que has creído en la sala. Miedo de los «demonios» que nos rodean o de la importancia de la «carne» en este «mundo». Pero también miedo de que un director -al que se cuestionará, sobre el que se debatirá, etcétera, adivino que durante décadas- haya podido dejar tal impronta tras hacer tan sólo dos películas. ‘Magical Girl’ dura 127 minutos, pero bastan 2 para saber que estás viendo una película de Carlos Vermut. Sólo él puede pasarse el drama social, la depresión económica, el thriller y el amor por el arco de triunfo y salir airoso, mientras se recrea además en guiños estéticos que van del pop japonés al de nuestro país pasando por el folclore o el cine de Kubrick, siempre para enriquecer la trama y fomentando esa cosa tan de capa caída: la mitomanía. 8.