‘Juegos sucios’: ¡Zas, en toda la boca!

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‘Juegos sucios’: ¡Zas, en toda la boca!

juegos-sucios¿Hasta dónde serías capaz de llegar por dinero? ¿Cuánto vale tu dignidad? ¿Dónde está el límite de tu integridad moral? Partiendo de estas preguntas y situándolas en un contexto de crisis económica, el debutante E.L. Katz (hasta ahora guionista de varios mumblegore) ha realizado una de las grandes comedias negras de la temporada: salvaje, alocada y profundamente misántropa; algo así como el reverso oscuro y humorístico de la fabulosa ‘Dos días, una noche‘ (2014).

‘Juegos sucios’ (‘Cheap Thrills’ en el original) es una de esas películas indies americanas que nos regala Sitges todos los años: pequeña en presupuesto y elementos narrativos, grande en ambiciones y resultados (‘Compliance‘ sería otro ejemplo reciente). Cuatro actores (fantástico Pat Healy, sensacional el cómico David Koechner), un par de escenarios y un buen guión es lo único que necesita el director para dibujar esta reveladora caricatura del ciudadano medio zarandeado por las tensiones y los movimientos sísmicos del capitalismo avanzado.

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La premisa no es nada original: una noche muy larga y el típico juego inocentemente perverso que acaba, «como acaba». Pero la habilidad del director y los guionistas es la de jugar no solo a una carta, sino a tres: la moral, la psicológica y el contexto socioeconómico. ¿Hasta qué punto y con qué intensidad las decisiones que toman los protagonistas están condicionadas por estos tres aspectos de la existencia? ¿Necesidad económica, laxitud moral o ajuste de cuentas con el pasado (los dos “amigos” que se reencuentran fueron compañeros en el colegio)? En la forma de barajar estas tres cartas y en cómo se disponen sobre el tapete está el éxito de esta película.

‘Juegos sucios’ está planteada como una yincana extrema, una escalada de sadismo y vileza que va creciendo en intensidad hasta casi desgarrar los límites de lo verosímil. Aunque tenga bajones de ritmo, el director consigue mantener con bastante soltura el equilibrio entre la comedia garrula y el drama incisivo, entre el humor y el horror, entre lo realista y lo grotesco. Cine para reír con los dientes partidos. 8,3.

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