Ya llega, ya está aquí. Después de cientos -¿qué digo cientos? ¡miles!- de noticias escritas sobre la continuación de ‘Think Tank’, sobre todo desde la impaciente prensa británica, se publica casi 12 años exactos después con inspiración mandarina. Cómo han llegado Damon, Graham, Alex y el otro (se llama Dave) a ‘The Magic Whip’, con su portada, videoclips e imaginería en general inspirada en Hong Kong, ya pertenece a la historia del pop por lo que ha tenido de casual. Lo mismo podían haber grabado este álbum que no. Blur se encontraban inmersos en una de esas giras de reunión que les han llevado a tocar durante este tiempo en un festivalillo por aquí y otro por allá, listos para tocar en un festival de Tokio, cuando el evento se canceló. El grupo se quedó tirado en Hong Kong 5 días y empezó a trabajar en un disco «para distraerse». Una vez pasado ese tiempo, se marcharon asegurando que quizá ese material nunca vería la luz, pues estaba inacabado.
No sabemos qué cosa tan urgente les impidió quedarse más ya que estaban, pero Graham Coxon decidió seguir trabajando en ello junto al productor de los primeros discos de Blur, Stephen Street (Morrissey, Suede, Cranberries) y Damon decidió unírseles una vez terminada la gira australiana de presentación del excelente ‘Everyday Robots‘, aprovechando que volvía a pasar por Hong Kong. Suena todo a improvisado (para mal), a que lo mismo Blur podían estar con nosotros que no, y los primeros adelantos de este álbum no hacían presagiar nada bueno, con ‘Go Out‘ dejando muchas ganas de recuperar la vieja ‘On Your Own’; y ‘Lonesome Street‘ dejando muchas ganas de recuperar ‘End of the Century’ o ‘For Tomorrow’.
Sin embargo, situándonos en los primeros años de este siglo, o incluso un poco antes con ‘No Distance Left to Run’, ya era evidente que Blur no eran un grupo de singles, que les inquietaba el hallazgo de unas texturas más cercanas a Radiohead que a las del resto de compañeros del llamado Britpop, y eso sigue igual de presente en ‘The Magic Whip’. Así, habrá quien terminará encontrando su encanto en las guitarras sucias de ‘Go Out’ y habrá quien considerará ‘Lonesome Street’, no sé si un single que pueda mirar cara a cara a ‘The Universal’ o ‘Girls & Boys’, pero sí un resultón tema en el que los guiños glam se entremezclan con acierto con coros a lo Beach Boys, silbidos pegajosos y diversos tipos de cacharrería. Arriesgado -ya de más- abrir el álbum metiendo entre ambas la lánguida ‘New World Towers’, a la que sobra como poco un minuto.
Una manera bastante tonta de espantar al fan casual, porque lo mejor viene después, en un disco que se hace corto en cuanto que alterna muy hábilmente a los Blur poperos, espontáneos y accesibles, con los Blur ambiciosos y reflexivos. En el primer grupo podemos encontrar la ligerísima ‘I Broadcast’, tres minutos de inmediatez muy pertinente después de un tema que dura más del doble; la burbujeante ‘Ice Cream Man’; o el que parecía el tema final, el divertido, veraniego y tonto (para bien) ‘Ong Ong’.
En el segundo, ‘I Thought I Was A Spaceman’, sobre la soledad en un continente desconocido (a lo ‘Lost in Traslation’) que alterna lo orgánico y lo electrónico con una sensibilidad que ya apenas esperamos de Radiohead; o ‘My Terracotta Heart‘, un tema de estribillo cálido y fondo decadente que alterna el R&B con algún riff de corte latino. Ambas vertientes se encuentran en momentos puntuales del disco y especialmente en ‘There Are Too Many of Us’, la canción que más claramente habla sobre Asia y su superpoblación, escrita mientras Damon contemplaba un atraco con rehenes al mismo tiempo por televisión y por la ventana de su hotel. La sensación de absurdo y lo pegadizo de sus trucos melódicos son puro Blur: escuchando algo así no cabe duda de que estamos ante el grupo que retrató con acidez a la sociedad británica en canciones como ‘Charmless Man’, ‘Country House’ o ‘Parklife’. Ahora ese retrato está lleno de amargura, quizá como consecuencia de la paternidad o la edad («We pose these questions to our children / It leads them all to stray / And live in tiny houses / Of the same mistakes we make»), pero el calado es el mismo.
‘The Magic Whip’ se resiente de algunos lastres, como los mismos singles o ‘Pyongyang’, pero en general se ve enriquecido por las aventuras de Blur por su cuenta durante estos años. Especialmente las de Damon. La inquietud por el medio ambiente de Gorillaz se corresponde con la desesperanza que ocultan algunas de estas composiciones; los hallazgos electrónicos de ‘Everyday Robots’ aparecen también aplicados; e incluso el final ‘Mirrorball’ puede asociarse a The Good, The Bad and the Queen en sus referencias western. Es curioso que hasta esos sonidos puedan encajar en un disco de Blur sin que nos sorprendamos, pero esa es la grandeza del grupo: haberse sabido desarrollar como muchos de sus coetáneos no pudieron, sacando lo mejor de sí mismos en géneros casi contrarios, de la electrónica intimista al folk pasando por la música negra. Deberes hechos.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘There Are Too Many of Us’, ‘Ong Ong’, ‘My Terracotta Heart’, ‘I Thought I Was A Spaceman’, ‘Lonesome Street’
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