La música góspel se ha erigido como un tópico nexo cultural y religioso de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, pero a veces se pasa por alto que en su origen (se calcula que en torno a 1619) ya sirvió como elemento de unificación social para las primeras generaciones de esclavos africanos que llegaron a América, que encontraban en su espiritualidad cierto carácter liberador de su inhumana condición. Algiers quieren reivindicar ese carácter social del góspel en una época de indispensable reivindicación, haciéndolo confluir con el punk (el post-punk, más exactamente), otro género con origen reivindicativo cuyo fondo se ha ido ablandando con el paso del tiempo.
En Algiers, la poderosa voz de Franklin James Fisher, en una delgada línea entre el desgañite rockero y la suavidad del soul, truena sobre la base de áspero electro-rock industrial que disponen Lee Tesche y Ryan Mahan (recientemente, el ex-batería de Bloc Party Matt Tong ha sido incorporado a la banda). En sus letras, Fisher no solo pretende reivindicar a aquellos hombres y mujeres que fueron privados de libertad durante generaciones, sino que intenta hacernos ver que la esclavitud estuvo lejos de acabar con la ratificación de la decimotercera enmienda a la constitución estadounidense. Desde entonces y hasta hoy, los esclavos no solo no han desaparecido sino que somos muchos más. El discurso de Algiers promueve la idea de que aquella barbarie ha mutado en una sumisión económica, cultural y social disfrazada de libertad que, por supuesto, trasciende cualquier raza y ubicación geográfica.
Sus singles ‘Blood‘ («400 años de tortura, 400 años de esclavitud, muerto para verte derrochar lo que intentamos proteger, […] toda nuestra sangre ha sido en vano») y ‘Irony. Utility. Pretext.‘ («Pon tu voto en una urna marcada por el PNUD, escribe el nombre de tu tirano con sangre, la elección es la guillotina») son los más claros y explícitos ejemplos, pero cortes como ‘Remains’, ‘And When You Fall’ o ‘But She Was Not Flying‘ acusan del mismo modo al neocolonialismo y al capitalismo de imponer sus voluntades sin importar quiénes y cómo tengan que ser sometidos. Invocando a los esclavos muertos (el eco en la voz de Fisher y un sonido espectral de cadenas a modo de percusión son más que elocuentes), más que llamar a la revolución Algiers invitan a reflexionar sobre cómo permanecemos adocenados sobre falsos privilegios, fruslerías («pongamos nuestra fe en el afropop, en un contexto descolonializado; defendamos a los estetas; contengamos la ética») que nos vuelven gilipollas y anulan nuestra conciencia.
La de Algiers es una propuesta que, aunque no esconde sus referentes (Nina Simone, Nick Cave, PJ Harvey o Radiohead), resulta del todo personal, inédita. Partiendo a menudo de patrones básicos del blues o el gospel (el single ‘Black Eunuch‘, la melancólica ‘Games’), se adentran en sus propios territorios. Sin renunciar a rock, soul, hip hop y electrónica que reafirman su contemporaneidad, en ‘Algiers’ destaca su producción intrincada y sofocante (en la manera en que lo era ‘Mezzanine’ de Massive Attack), en la que capas de ecos y ruidos contribuyen casi tanto como la voz de Franklin a dar el necesario contrapunto espiritual a este fascinante álbum. Quizá el único pero a lo largo del disco sea que a veces incidan demasiado en idénticos esquemas, impidiendo que otros temas hagan sombra a los singles (‘In Parallax’ es de los que sí lo logra). Por contra, eso contribuye a que su coherencia estilística sea impecable, revelando a Algiers como una de las propuestas más interesantes y genuinas surgidas en el rock reciente que, ojalá, siga creciendo.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Irony. Utility. Pretext.’, ‘Blood’, ‘Black Eunuch’, ‘But She Was Not Flying’
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