Ay, las expectativas. Yo las tenía muy altas respecto a ‘Estilo Libre’. Motivos había de sobra: primero, el anterior disco de Gepe, ‘GP’, es fantástico; segundo, ‘Hambre’, el arrebatador single de presentación; y tercero, el pedazo de concierto gozoso que se marcó en el Apolo el pasado 22 de julio. Lo de «pedazo» lo digo en sentido literal: la sala le cortó el sonido a los cuarenta minutos «por estarse excediendo del tiempo». Muchas gracias.
Sí, Gepe parecía dirigirse directamente hacia lo que (presumía yo) iba a ser su mejor disco. Ya me lo imaginaba llevando la senda del pop latino abierta en ‘GP’ (o ‘pop emo andino’ como él mismo lo define en su perfil de Facebook) al límite del deleite y la falta de prejuicios. Sin embargo, no ha sido así. No usaré la palabra «decepción» porque sería injusta, pero la primera escucha de ‘Estilo Libre’ fue un pequeño jarro de agua fría. La sensación se ha ido mitigando con las sucesivas reproducciones, pero me queda aún esa comezón de que al álbum le falta algo. Gepe comentaba en este vídeo promocional que lo que buscaba en ‘Estilo libre’ era un pop-rock aún más latino, que llegara a la mayor cantidad de gente posible. Y quizás sea ese afán de accesibilidad lo que haya lastrado el disco. Como si su autor se hubiera refrenado para no dejarse llevar por excesos y alcanzar así esa teórica zona media que agrade a audiencias masivas.
Y eso que empezar, empieza de manera excelente. ‘Marinero Capitán’ es una enérgica pieza cimentada sobre percusión y vientos que abre el disco de manera similar a como lo hacía ‘En la naturaleza’ en ‘GP’. ‘Hambre’ es de lo más excelso de su autor, rematada con la aparición fulgurante de Wendy Sulca. «Yo quiero/que tu boca se pegue a la mía como chicle nuevo» es una de mis frases preferidas de todo el 2015. Pero justo cuando estás cabalgando sobre la euforia aparece el primer nubarrón, titulado ‘TKM’; una canción ‘buenrollera’ excesivamente tópica y forzada, como de anuncio de galletas para el desayuno. Y ‘Punto final’ pasa desapercibida, quizás porque recuerda demasiado a ‘Con un solo zapato no se puede caminar’ de ‘GP’ (y pierde en la comparación). Por suerte, vuelve a remontar con los dos mejores cortes del disco: ‘Melipilla’, que sí que es pop latino y tropical realmente exultante y la melancolía de ‘Invierno’, a ritmo de bachata, arreglos de cuerda tenues y la preciosa voz de La Lá como contrapunto.
Pero la desazón retorna en la segunda mitad. El problema del álbum acaba radicando en que, con los mismos mimbres que ‘GP’, Gepe ha elaborado canciones menos rotundas. A buenos temas como son ‘Fiesta Maestra’ (aunque abuse del efecto ‘Matador’) o las melancólicas ‘Siempre quiero lo que no tengo’, ‘Piedra contra bala’ (irresistible estribillo) y ‘Ser amigos’ les falta algo de entidad mientras que, paradójicamente, los números más flojos, -con los que cierra el disco-, son a la vez los más llamativos. ‘A la noche’ suena a parodia de ciertos ritmos y dejes caribeños (ese ‘Ahora te voy a ponel a gosal’ con el que abre me pone los pelos como escarpias). Y ‘Vivir’, la colaboración con Javiera Mena, tiene intenciones de temazo Hi-NRG con épica a lo Coldplay, pero toma derroteros extraños y acaba pareciendo un remedo de canción oficial del Mundial.
Ay, expectativas… Y es que, al final, lo que realmente le reprocho a este disco es que no sea tan grande como me esperaba. Gepe nos tenía demasiado bien acostumbrados. Y nos ha dejado con hambre.
Nota: 6,7/10
Destacadas: ‘Marinero Capitán’, ‘Hambre’, ‘Melipilla’, ‘Invierno’
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Escúchalo: Deezer