‘Truman’: lo que a ‘Ma Ma’ le hubiera gustado ser

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‘Truman’: lo que a ‘Ma Ma’ le hubiera gustado ser

darin-camaraCuando se dice que Almodóvar es el mejor director de actores del cine español, habría que matizar. El manchego es el mejor con las actrices, está claro, pero con los hombres le gana un catalán: Cesc Gay. Desde los tiempos de ‘Krámpack’ (2000) sus retratos de la masculinidad han dado lugar a personajes e interpretaciones inolvidables: el Eduard Fernández de ‘En la ciudad’ (2003) y ‘Ficció’ (2006), la mayoría de los de ‘Una pistola en cada mano’ (2012) y, por supuesto, la pareja Javier Cámara y Ricardo Darín de ‘Truman’.

La fabulosa interpretación de estos dos actores, con más química en sus miradas que la que hay en una carnicería, es uno de los dos pilares en los que se sustenta la nueva película de Gay. El otro es el guión. El estreno de ‘Ma Ma‘ ha vuelto a poner de manifiesto lo difícil que es tratar ciertos temas sin caer en la cursilería, la falsa trascendencia y el porno sentimental. Gay, sin embargo, lo ha conseguido. Solo por haber sorteado estas tres trampas de la manera que lo ha hecho –con elegancia, sutileza e ironía- ya se merece un aplauso, uno largo, de esos que se les da a los cantantes de ópera.

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Gay sabe muy bien que en la vida real la mayoría de los sentimientos no se verbalizan, que muy poco de lo que nos pasa por dentro sale afuera, y cuando lo hace, muchas veces adquiere formas indirectas: un comentario irónico, una cierta mirada, un abrazo más intenso de lo normal. Por eso ‘Truman’ resulta tan divertida, conmovedora y casi terapéutica: porque te la crees, porque resulta muy sencillo identificarte con los personajes, verte reflejado de alguna u otra manera en ellos, en cómo se relacionan y se expresan. Pocos como Gay son capaces de trasmitir ese grado de proximidad, complicidad e intimidad.

El único pero que podríamos poner a ‘Truman’ (por no hablar del cartel, claro, uno de los menos sugerentes que he visto en mucho tiempo) es que su puesta en escena en ocasiones peca de insulsa y demasiado funcional. Está claro que las fortalezas de Gay son otras -la escritura y la dirección de actores- pero a veces más que una “puesta en escena invisible”, como parece buscar, nos encontramos con desaliño estilístico. Eso sí, muy bien enmascarado. Como los sentimientos. 8,5.

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