Por todo lo alto. Así empieza ‘Theo y Hugo, Paris 5:59’, con una secuencia de veinte minutos llena de sexo explícito en un cuarto oscuro. Un impactante prólogo donde, paradójicamente, lo que se está narrando es un enamoramiento, un flechazo. Sin diálogos, utilizando solo la música, la luz y las miradas de deseo de los actores. Tras ese comienzo sensorial, casi onírico, la película cambia completamente. La pareja sale del club y, como Ethan Hawke y Julie Delpy en Viena, comienza a recorrer las calles de París… antes del amanecer.
El cine de Richard Linklater, su uso del tiempo cinematográfico (su percepción, su manipulación), es una de las influencias más evidentes de la ultima película de Olivier Ducastel y Jacques Martineau. Pero no la única. Esta pareja de directores franceses ya demostró con su debut, el musical a lo Jacques Demy ‘Jeanne y el chico formidable’ (1998), su amor por la Nouvelle Vague. En ‘Theo y Hugo, Paris 5:59’ lo vuelven a hacer homenajeando a la película de Agnès Varda, ‘Cleo de 5 a 7’ (1962). Su estructura narrativa en “tiempo real” es la misma y la excusa dramática que pone en marcha esa narración, relacionada con los resultados de unas pruebas médicas, casi idéntica.
De esta manera, al igual que la pareja protagonista se monta en la bici para recorrer París, la pareja de directores se sube a los hombros de la tradición del cine francés para narrar una historia de amor de 4 a 6. Por el camino, con la misma naturalidad con la que hemos visto felaciones y penetraciones, se habla de salud sexual (la magnífica secuencia del hospital es casi como un corto documental dentro de la película), de la guerra de Siria o de la discriminación laboral de las mujeres. Sexo, amor y reflexión. Sin censura, pero también sin subrayados.
‘Theo y Hugo, Paris 5:59’ sigue la grieta abierta en la industria del cine francés por Alain Guiraudie con ‘Le roi de l’évasion’ (2009) y, sobre todo, ‘El desconocido del lago’ (2013). Películas sexualmente explicitas y de temática explícitamente gay, cuya riqueza formal, narrativa y conceptual, les permite salir del armario de los festivales LGTBQ y estrenarse tanto en Cannes o Berlín como en unos multicines de Valladolid junto a ‘Independence Day’ o ‘Buscando a Dory’. 8