En cualquier caso, tanto el disco de Zayn y sus últimos singles, como este debut en solitario de Harry Styles vienen a demostrar toda una rareza en las carreras de las boybands: sus miembros en solitario están haciendo álbumes más interesantes que los de la propia boyband. Y sí, podemos hablar de excepciones como Robbie Williams, Mel C y por supuesto Justin Timberlake, pero es que tras este álbum, ya tenemos dos y no una carreras que seguir, aunque aún sea pronto para decir si durarán tanto como las de Geri Halliwell y Gary Barlow.
Por supuesto, Harry Styles tiene mucho que demostrar, pero este es un buen debut tras el que pocos críticos musicales pedirán que vuelvan One Direction, y uno que puede interesar a gente que nunca entendió nada de lo de One D. Es cierto que lo primero que hay que hacer es bajar las expectativas. Esperar de este disco que iguale los méritos musicales de Bowie, Queen o Pink Floyd es como esperar que The War on Drugs igualen a Bruce Springsteen en su tercer día de trabajo. Además, ‘Sign of the Times‘, el single arriesgadillo de casi 6 minutos con el que se presenta todo el proyecto, tampoco es que pretenda ser ‘Life on Mars?’. Más bien es una agradable canción escapista que sí es una buena sucesora de ‘Angels’ de Robbie Williams y el disco de Tobias Jesso Jr. No hacía falta apuntar tan alto. Se puede y se ha de empezar por abajo.
En sintonía, cada cara se abre con un ambiente a lo Pink Floyd y muestra una acertada producción que distancia sin grandes pretensiones a Harry Styles del sonido propio de una boyband. Aquí no hay ni trap, ni R&B, ni dancehall, ni dembow, ni tropical house, ni dubstep, ni trapstep… y se agradece. ¿Qué juega en contra del disco? Que por momentos la personalidad de Harry Styles como artista se diluye. Hay cierta coherencia estilística incluso a pesar de que se juega tanto con el rock como con el folk y derivados, y probablemente se deba a que todos y cada uno de los temas del disco han sido producidos por las mismas 3 personas: Jeff Bhasker (Kanye West), Alex Saliban (Mikky Ekko) y Tyler Johnson (Taylor Swift, Ed Sheeran). Hay algún invitado puntual, pero los 3 parecen a los mandos logrando que el disco se desarrolle más o menos coherente y con cierta fluidez pese a los bandazos. Y sin embargo, tampoco saben hacer milagros y a veces no consiguen del todo borrar la sensación de que Harry Styles está jugando a ser Beck (‘Carolina’), jugando a ser Blur (la misma ‘Carolina’, que referencia a ‘Cocaine Carolina’ de Johnny Cash), jugando a ser los Rolling Stones o la ELO de ‘Don’t Bring Me Down’ (‘Only Angel’), jugando a ser Arctic Monkeys (‘Kiwi’, en la que discute con una ex embarazada que quiere tener el bebé sin él) o jugando a ser Adam Green (‘From the Dining Table’).
¿Adam Green? ¿En serio? Efectivamente a él suena ese pajote de perdedor que Harry Styles narra en la canción final del álbum después de que ella le haya dejado por otro tipo al que además ha entregado su vieja camiseta. Aquí quedan dos cosas claras: 1) hable o no hable en sus letras de su breve y viejísimo romance con Taylor Swift (‘Two Ghosts’), el registro folk es el que mejor le sienta a Styles, por mucho que ‘Sweet Creature’ recuerde un poco a ‘Dust in the Wind’ y en ‘Ever Since New York‘ creamos estar oyendo a Fran Healy de Travis cantar sobre Fleetwood Mac; y 2) que tiene que intentar introducir más humor en letras como la de «Dining Table». No basta con hablar de morfina, sexo, cigarros o bebidas alcohólicas y referenciar títulos con la palabra «cocaína» para parecer adulto o un artista maduro.
Harry Styles aún es tan joven como deja ver en la letra de ‘Sweet Creature’ («But we’re still young / We don’t know where we’re going / But we know where we belong») y de momento va la cosa bien. Algunos ya hemos dejado de pensar en ‘Style’ de Taylor Swift cada vez que vemos escrito su nombre, desde que existe este disco.
Calificación: 6/10
Lo mejor: ‘Sign of the Times’, ‘Sweet Creature’, ‘Ever Since New York’, ‘From the Dining Table’
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