Entre ‘Estiu 1993’ y ‘Handia’ los españolistas deben estar que trinan. Que dos de las películas favoritas para los Goya (que podrían ser tres con ‘Incerta glòria’) no estén habladas en “cristiano” (aunque también se ha estrenado doblada) es como para hacerles boicot o aplicarles el 155. Y encima ‘Handia’ tiene éxito. La película de Jon Garaño y Aitor Arregi, autores de las muy recomendables ‘80 egunean’ y ‘Loreak’, se ha colado contra todo pronóstico (y número de copias) entre las diez películas más vistas de la taquilla en su fin de semana de estreno.
‘Handia’ narra la historia del “Gigante de Altzo”, un aldeano guipuzcoano que se hizo muy popular en la España del siglo XIX por su extraordinaria altura (sufría acromegalia, un trastorno de la hormona del crecimiento). Sus 226 centímetros (242 según otras fuentes) y 203 kilos de peso lo convirtieron en un cotizado fenómeno de feria que fue exhibido por su familia en las principales capitales y cortes europeas (atención a la secuencia con la “curiosa” reina Isabel). Pero lejos de hacer un biopic al uso (algo nada fácil teniendo en cuenta que es una figura rodeada de mucha leyenda) o un drama sobre un monstruo trágico tipo ‘El hombre elefante’, los directores llevan la película a su terreno: el melodrama.
‘Handia’ es principalmente una historia de amor fraternal (solo hay que ver el hermoso y elocuente cartel de la película); un relato intimista, melancólico (a veces rayando peligrosamente la grisura), visualmente impactante (¿cómo han “hecho” al gigante?) y de gran riqueza metafórica acerca de la relación entre dos hermanos de físicos y personalidades muy diferentes. Joaquín, el “gigante”, representa la tradición; alguien a quien le gustaría frenar los cambios, tanto los sociales como los personales, para vivir tranquilo en el caserío familiar (¿una alusión a las teorías del decrecimiento, luditas, que nacieron en ese siglo?). Martín, el narrador de la película, es todo lo contrario; un personaje inconformista y con alma de aventurero, que se siente fascinado por la burguesía urbana y sus promesas de acabar con las rígidas estructuras sociales del antiguo régimen.
La tensión que amenaza con agujerear su relación, hecha de celos, envidias y pequeñas traiciones, es la que a veces le falta a la propia película. Tras un comienzo extraordinario, que recuerda algo a ‘Vacas’, el impresionante debut del ya agotado Julio Medem, ‘Handia’ avanza con los pasos algo torpes de un gigante. Está a punto de caerse varias veces, sobre todo en su tramo medio, pero gracias a secuencias como la de Stonehenge, la exposición ante la comunidad científica en Madrid o la mencionada de Isabel II, la película llega sin apenas rasguños a su muy inspirado, bello y emotivo tramo final. 7,5.