Christina Rosenvinge comparte un nuevo adelanto de ‘Un hombre rubio’, su nuevo disco, que El Segell publicará durante el inicio del próximo año. Tras ‘Romance de la plata’, llega ‘Ana y los pájaros’, un tema algo más alborozado, menos dramático, que relata no sin cierta nostalgia la historia de una mujer que ya es solo un recuerdo en la vida de nuestra intérprete.
Esa mujer es Ana, a quien Rosenvinge busca al principio de la canción (“¿dónde estás? que no te veo…”) pero que no tarda en revelarse como un “pájaro” en la “memoria” de Rosenvinge, sobre quien a la artista le “cuesta” hablar (parece por tanto un recuerdo no muy lejano) pero con cuya memoria parece reconciliarse en cuanto escucha su “canto libre” moviéndose entre la naturaleza. De hecho, tan pronto sucede esto, Rosenvinge recuerda a Ana con cierto humor, sugiriéndole que cuando se le “hinche el ego”, lo “moje en el mar”.
‘Ana y los pájaros’ es una oda a la libertad como lo era ‘Romance de la plata’. Sin embargo, ‘Ana y los pájaros’ se sirve de formas más pop y ligeras sobre todo en su estribillo, para evocar el paso de Ana por la vida terrenal desde un punto de vista que roza el costumbrismo: “cada mañana era una ofrenda, cada noche fue imperial, una semana hizo leyenda, lo escribí en tu portal”. Rosenvinge se pregunta entonces: “¿ahora quien lamerá cada elegante pluma de tu nido?”, pero dejando a un lado la desazón, clama: “cuando se acabe el mundo, que se acabe así”.
Para conocer un poco más sobre la historia de ‘Ana y los pájaros’ y su lugar en ‘Un hombre rubio’, Rosenvinge nos contesta unas preguntas que indagan también en la historia de ‘Romance de la plata’ y en la conexión de estas nuevas canciones con Lorca, Rocío Márquez, Loquillo, la masculinidad o el amor “sin ataduras”.
¿’Ana y los pájaros’ es anterior o posterior a ‘Romance de la plata’? Cuéntanos un poco sobre su origen, propósito…
Es posterior. ‘Romance de la plata’ fue la primera canción que escribí del disco y fue una catarsis personal. El detonante fue el encargo que recibí de Rocío Marquez para escribir un romance flamenco. Pedro G Romero, que estaba asesorando a Rocío para ‘Firmamento’ me preguntó cual era mi relación con el flamenco. Empecé por contarle que en mi casa se escuchaba flamenco en mi infancia y seguí con la historia de mi padre, que era un gran aficionado. Le hablé de sus noches de juerga y sus amigos gitanos. De hecho su pasión por García Lorca y el cante jondo inspiró la decisión de migrar de Dinamarca a España en los años cincuenta después de su viaje de novios. Una decisión insólita para un ingeniero industrial de familia privilegiada que eligió la vía romántica en vez de la tradición familiar. Pedro dijo que era una gran historia, que ese tenía que ser el tema del romance. Le respondí que no podía abrir ese cajón de mi memoria porque era una historia oscura y escribí el romance de Rocío sobre otra que no me tocaba. Compuse una especie de secuela del romance de Gerineldo que cantaba El Negro, pero ambientado aquí y ahora y desde el punto de vista de la princesita que se despierta con la espada de su padre clavada en la cama.
El caso es que misteriosamente una noche empiezo a trabajar sobre una melodía con métrica de romance y la historia de mi padre aparece ahí. Poco antes había visitado su tumba por primera vez con mis hijos. Esa noche se cumplían exactamente 26 años de su muerte, que ocurrió cuando yo tenía 26 años, de eso me di cuenta dos días más tarde. Esta coincidencia me llevó a pensar que había llegado la hora de reconciliarme con su recuerdo e hice un ritual con la ayuda de mi hermano Jorge, que estaba restaurando algunas fotos antiguas. Primero recreamos una foto que mi madre le tomó en la sierra madrileña. Me puso un traje suyo y todo. Luego fuimos al cementerio y toqué el romance ante la tumba. Juana, que ha filmado algunos de mis vídeos, grabó en vídeo el proceso. Fue una experiencia brutal pero muy hermosa. De repente todo se puso en su sitio, el círculo se cerró y sentí una ola de paz interior maravillosa. Ese video lo mostré el día de Todos Los Santos.
Después de esto empecé a escribir canciones desde un yo masculino que se puede interpretar como específico o general, en español lo femenino está incluido en los masculino. Quería hablar de la soledad masculina desde dentro. Este juego ha dado mucho de sí en el disco. En realidad llevaba tiempo intentando algo así. Cuando conocí a Loquillo, hace unos meses, le dije que iba a escribir una canción para él, aunque no me tomó en serio. Ya estaba intentando escribir desde el punto de vista de un hombre heterosexual, lo cual paradójicamente al entrar en el tema del amor destapaba la bollera potencial que llevo dentro.
‘Ana y los pájaros’ fue una de las últimas canciones que escribí. Necesitaba algo ligero y festivo después de haber tratado la relación padre-hijo con cierta densidad en algunas canciones. Estaba trabajando en esa melodía preciosa y evocativa cuando Anna Romeu, que es la responsable de mis cosas en el Segell y además una gran amiga, sufre una peritonitis y casi la palma. Su nombre y su espíritu alegre se metió en la canción mezclado con el otras chicas maravillosas que me han alegrado la vida.
Percibimos cierto humor en ‘Ana y los pájaros’, en las menciones al ego “hinchado” por ejemplo, y en ese estribillo “si el mundo acaba, que se acabe así”. ¿Opinas lo mismo? ¿Era la intención o nada que ver?
Sí. En el amor el ego resulta muy destructivo y nos impide disfrutar del regalo que es que una persona bonita te haga caso una temporada sin llegar a más. Los amores ligeros, sin ataduras, hay que vivirlos intensamente y dejarlos pasar sin amargura ni resentimiento. Resulta difícil aceptar que eres solo uno más para el otro, no el definitivo, si es que hay tal cosa. Todos queremos ver nuestro nombre grabado a fuego en el corazón de los demás, ser lo más importante, pero a veces no es así y no pasa nada.
Sobre ‘Romance de la plata’ hablabas de una foto de tu padre mirando al horizonte, que te recordaba a tu apellido “rosen” (rosa) “vinge” (alas). En la canción se mencionaban alas, Ana se mueve entre pájaros… ¿Cuánto peso tiene la imagen del pájaro, las alas, como símbolo la libertad, en el disco?
Pues no me había dado cuenta. A veces las canciones se dan la mano unas a otras por sí solas. Desde luego ahora pienso que mi apellido me ha marcado mucho más de lo que pensaba. Esa búsqueda incesante de la belleza y la libertad, ese ansia que heredé de mi padre, tiene un precio altísimo, que es la soledad… Bueno, me estoy poniendo un poco dramática, es que me gustaría tener pareja estable, un par de perros y vivir en un caserón rodeado de árboles que se llene de amigos los fines de semana. Estoy harta de la ciudad. A ver si el 2018 me trae aire fresco.
Tanto ‘Romance de la plata’ como ‘Ana y los pájaros’ son canciones personales, pero que a su vez nos hablan de otras personas. ¿Será esta la línea de ‘Un hombre rubio’?
Sí, pero todas son personas que entiendo muy bien porque hay algo nuclear que comparto con ellas. De hecho la mejor manera de comprenderse a uno mismo es sentarse a escuchar y comprender a los demás primero. Tanto yoísmo te hace pequeño y miserable.