‘La maravillosa Señora Maisel’ daba la sorpresa en la pasada edición de los Globos de Oro, derrotando como mejor comedia a la favorita de la modernidad, ‘Master of None‘, y a la otra gran favorita ‘SMILF’ (habría sido bastante raro reconocer a estas alturas a ‘Black-ish’ y ‘Will & Grace’). El premio supone todo un espaldarazo para las series de Amazon, que además mucha gente desconoce que puede ver de manera gratuita si es cliente de Amazon Prime. Por si fuera poco, como certificado de su calidad, se dejó ver la serie durante un reciente fin de semana a todo aquel que no estuviera suscrito al servicio.
Y es que el premio es merecido. ‘La maravillosa Señora Maisel’ daba cierta pereza porque no es una sitcom de las clásicas de 20 o 25 minutos, con episodios independientes a reproducir en modo aleatorio a lo ‘Modern Family’, y tenía toda la pinta de estar en exceso centrada en una monísima fotografía popera, adornada por vestidos pastel propios de los años 50. ¿No se había acabado ya para siempre la moda cupcake? ¿No tuvimos bastante Manhattan circa 1960 con todas las temporadas de ‘Mad Men’? ¿Ni suficientes bromas de judíos en décadas viendo pelis de Woody Allen? Esta serie, mucho más cuidada y madura que ‘Las chicas Gilmore’, también obra de Amy Sherman-Palladino, por supuesto tiene una gran fotografía, pero también un humor fino y un mensaje que llegan incluso mucho más allá de su trama principal: la búsqueda de éxito, por parte de una pareja, de monologuista en un club de Nueva York durante los años 50.
Esa situación de la trama exactamente en 1958 sirve para mostrar la historia de superación de una mujer de la época, con unas inquietudes que su familia no será capaz de comprender. De clase alta, «bien casada» y con dos hijos pequeños, su supuesto lugar estará siempre en su hogar y nunca donde sus inquietudes le mandan: en un antro de mala muerte escuchando monologuistas y artistas erráticos de inspiración beatnik, escuchando a escondidas vinilos con algunos de esos monólogos (qué tiempos aquellos en que se vendían tantos discos que hasta se vendían cintas o vinilos con chistes), asistiendo a fiestas a beberse todo, trabajando de cualquier cosa para sentirse realizada y tener su propio dinero, o hasta en la cárcel por escándalo público.
La picardía con que Rachel Brosnahan, también Globo de Oro a mejor actriz de comedia por esta serie, pronuncia en un momento la frase «Me he dejado llevar por mis emociones. Es que soy mujer, ya sabe», puede ser un gran resumen de los 8 capítulos. La ironía y la modernidad son palpables en todo su discurso, acompañadas de una importante vis cómica que va desarrollándose poco a poco, mientras el espectador vive atemorizado ante la idea de cómo saldrá el siguiente monólogo.
Y es que pese a un inicio de serie algo titubeante, cuando llegas a la segunda mitad, lo último que quieres es que se termine el tiempo de ‘La maravillosa Señora Maisel’. Eso sucede gracias a un excelente control del ritmo narrativo, a un guión meditado y nada precipitado que va calando poco a poco, y muy especialmente al dejar una verdadera joya en cada uno de los secundarios presentados, a destacar el papel de Alex Borstein como Susie Meyerson, o el de los padres de Midge, interpretados por Tony Shalhoub y Marin Hinkle, todos ellos dando nuevos enriquecedores puntos de vista a la serie. A través del marido de la protagonista (y Michael Zegen nos recuerda en qué década se ha inspirado para peinarse Alex Turner) vivimos no solo el lado feminista de la serie, sino las consecuencias del patriarcado para todo: lo que para él significa soportar la presión de tener que ser el cabeza de familia perfecto ante su esposa, los padres de esta y sus propios padres. A través de los padres de Midge, entendemos que no es fácil lidiar con una permanente adolescente indecisa. O a través del personaje de Susie, nos acercamos a la difícil relación entre mánager y cliente, aquí y en todos lados entre lo delirante y lo emocionante («tienes que mentirme de vez en cuando», indica una de ellas en una de las escenas cumbre de la serie en ambos planos).
Una serie, pues, poliédrica en contra de las apariencias, enriquecida con referencias a humoristas reales de la época como Lenny Bruce, e inspirada en figuras femeninas como Joan Rivers y Totie Fields, que afortunadamente ha confirmado segunda temporada y en este caso es para bien. Nos ha dado ya mucho, y el final es muy simbólico, pero aún no está todo dicho en el mundo de la Señora Maisel. 9.