En el último número de la revista Shangay se publica una entrevista con Tracey Thorn en la que habla sobre ‘Record‘, feminismo o cómo el público gay la ha convertido en una diva incluso antes de dedicarse a la música. Y merece la pena recuperar su declaración final: su respuesta a la pregunta por las críticas que recibe Madonna en la actualidad, «por seguir defendiendo a su edad todo aquello por lo que ha postulado desde que empezó». Estas son sus palabras: «Me admira que no haya cambiado y que le importe una mierda lo que puedan decir de ella. Siempre se la ha criticado: por el vídeo de ‘Like a Prayer’, por el libro ‘Sex’, por ‘Erotica’… Creo que le sigue poniendo que la pongan verde (risas). Me parece maravilloso que haya sido siempre tan fiel a sus principios. Porque no creo que una mujer tenga que ser ejemplo para las demás, sino que cada una debe hacer las cosas como las siente. Mi manera de pensar es completamente distinta a la de Madonna, pero me encanta que ella actúe tal y como siente. Madonna, sigue siendo como eres, ¡por favor!».
Tracey Thorn, que no es especialmente seguidora de la cantante, si bien sí llegó a escribir una muy recomendable columna de opinión sobre su caída en los premios Brits, ya no es que esté hablando de sororidad, sino de fidelidad a uno mismo y de respeto hacia las decisiones artísticas ajenas. Ni en los peores momentos críticos de David Bowie (gran parte de los 80, los 90 y los 2000), ni en los peores momentos críticos de Michael Jackson, ni en el momento más errático de la carrera de Prince, ni en los años de vacío y extraño silencio de George Michael, se escribieron tal cantidad de columnas en los medios indicando a ninguno de estos artistas lo que tenía que hacer para «salvar su carrera». Una constante en el caso de Madonna en los últimos lustros, que salpica hasta a sus fans.
Pero lo más extraño del caso es que no hay nada que salvar: Madonna continúa ingresando decenas de millones de dólares por gira, no tiene ni remotamente ningún disco tan mal considerado como ‘Invincible’ (51/100) y ni por asomo las peores reseñas de sus álbumes se acercan a las de, por poner un ejemplo recurrente, Charlie Puth (37/100). Sin embargo, la gota que colma el vaso es que incluso sus fans actúen como si así hubiera sido. Al anuncio de su encuentro con Cardi B, los foros de Popjustice y los nuestros se llenaron de páginas y páginas de decepción. De hecho, recientemente el site de «fans» de Madonna DrownedMadonna, se apropiaba de un artículo de Huffington Post en el que un redactor exigía a Madonna que no intentara hacer «ni el nuevo ‘Despacito’, ni el nuevo ‘Shape of You’, ni el nuevo ‘Havana'». Una serie de lugares comunes convertidos en vulgar corriente de opinión que culminaba así: «la gente joven no lo quiere, el público casual no lo quiere y desde luego sus fans no lo quieren». Y esta tuvo bastante gracia, porque Madonna ya insertó los ritmos tropicales en su disco anterior junto a Diplo antes que Ed Sheeran, lleva 30 años coqueteando con la música latina -de ‘La Isla Bonita‘ a ‘Lo que siente la mujer’-, y, para más inri, tiene una hija medio cubana que nació un año antes que la propia Camila Cabello. ¿En serio, cuándo vamos a dejar de indicarle a esta mujer el camino que tiene que seguir?
El discurso paternalista -o maternalista- para indicar a Madonna lo que tiene que hacer o no ha salpicado las mismísimas páginas de The Guardian, donde Laura Snapes, también crítica de Pitchfork, concluía que «Madonna puede no tener otro ‘Ray of Light’ dentro de ella, pero que bueno, al menos lo intente»; y a las nuestras. Si un artículo me arrepiento de haber firmado sobre Madonna fue aquel en el que sugería una serie de productores ideales para reflotar su carrera tras ‘Hard Candy’. Algunos nombres han desarrollado una carrera interesante, como Caribou, y otros no, como Hurts. Y sin embargo, ese no es el quid de la cuestión. El quid de la cuestión es que Madonna haya decidido siempre seguir su camino, y nunca hacer dos veces el mismo disco. Después, nosotros podemos concluir si ha acertado a lo grande (‘Ray of Light’, «Confessions») o si se ha equivocado (‘Bedtime Stories’, ‘American Life’), pero lo seguro es que da la sensación de haber actuado siempre como siente, incluso cuando ella misma dice que no lo ha hecho. No he conseguido comprender sus declaraciones sobre los «campamentos de escritura» (¿quiso pasar más tiempo con Avicii o con Diplo?), pero no me trago que nadie en Interscope (que ni siquiera es su sello en el sentido tradicional de la palabra) la obligara a perpetrar ‘Give Me All Your Luvin», ‘Gang Bang’ o ‘Bitch I’m Madonna’, y esa es la gracia del asunto. Gracias, Tracey, por arrojar un poco de luz en medio de tan predecible meltdown.