‘Wild Wild Country’, la nueva docuserie de Netflix que te engancha como una secta

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‘Wild Wild Country’, la nueva docuserie de Netflix que te engancha como una secta

Netflix estrenó hace unas semanas ‘Wild Wild Country’ casi de tapadillo, semioculta entre pesos pesados de su catálogo como ‘Aniquilación’, la segunda de ‘Jessica Jones’ o ‘American Crime Story: El asesinato de Gianni Versace’. ¿No confiaban en ella? Al contrario. Sabían que el boca-oreja iba a funcionar más eficazmente que cualquier campaña. La serie documental dirigida por los hermanos Chapman y Maclain Way (sobrinos de Kurt Russell) y producida por los “reyes del mumblecore”, los hermanos Mark y Jay Duplass (‘Cyrus’, ‘Togetherness’), sigue la línea de true crimes de éxito de la plataforma como ‘Making a Murderer’ o ‘The Keepers’. Una historia “increíble pero cierta” capaz de atornillarte al sofá como Cifuentes a su sillón.

‘Wild Wild Country’ es una serie que describe unos sucesos ocurridos en los ochenta en un pueblo perdido del estado de Oregón. Toda la información se puede encontrar fácilmente en Internet. Sin embargo, si como la mayoría, no tienes ni idea de lo que ocurrió cuando –copio la sinopsis de Netflix– “un controvertido líder de una secta construye una ciudad utópica en el desierto de Oregón, y los conflictos con los lugareños traspasarán las fronteras del estado”, mejor no mires nada. Uno de los grandes placeres de esta serie es ir descubriendo, capítulo a capítulo, los hechos cada vez más sorprendentes que irán sucediéndose.

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Comparada con la exhaustiva ‘Making a Murderer’, una de las cimas indiscutibles de este subgénero, ‘Wild Wild Country’ se pasa un poco de efectista y vaga. A la serie le sobran subrayados visuales (las recreaciones animadas, esos montajes de imágenes sacadas de contexto que no van a ningún lado), y le falta profundidad y amplitud de discurso. El documental deja fuera demasiadas cuestiones relevantes, sobre todo legales, culturales y biográficas, y algunos cabos sueltos (¿qué pasó con esos documentos “tan importantes” que encontró el vaquero en el vertedero?). Se podría argüir en su defensa que, al no utilizar el recurso del narrador omnisciente, su capacidad narrativa está limitada. Sin embargo, sí que usan las entrevistas. Por lo tanto, quizás esa falta de respuestas sea consecuencia de una escasez de preguntas.

En ese sentido, parece claro que ‘Wild Wild Country’ no nos va a proporcionar la más completa información sobre este tema. Pero sí la más entretenida. Gracias a una muy medida dosificación de la información y a una fabulosa labor de montaje, combinando con mucha habilidad los testimonios de los implicados y las imágenes documentales (que, por cierto, son en si mismas un “documental” sobre los estilismos hippies y hillbillies de los ochenta), los directores consiguen captar la atención del espectador como si fueran un gurú hipnotizador. Zarandean nuestras convicciones, llevándonos de un lado a otro -¿quién tiene razón?-, y nos sorprenden con giros imprevistos cuando parece que ya no puede pasar nada más. Mención aparte para una banda sonora estupenda, que está dando también mucho que hablar y que incluye nombres tan notorios como Damien Jurado, Bill Callahan, Timber Timbre, Bill Fay, Marlon Williams y Kevin Morby, entre otros.

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Choques culturales y generacionales, intrigas “palaciegas”, combates legales, conspiraciones estrambóticas… ‘Wild Wild Country’ es la historia de una gran paradoja, de cómo en nombre del amor (a la tierra, a las tradiciones, a la libertad, a la constitución, al líder, a la utopía…) se puede llegar a actuar con el más intenso y encarnizado de los odios. Una guerra civil televisada (la labor de documentación es ingente) en la que sobresale una mujer fascinante: Ma Anand Sheela. Sin duda, uno de los grandes personajes del año. 7’9.

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