Quizá conscientes de que la fórmula de perfeccionamiento de su sonido alcanzada en ‘Bloom’ tocaba techo en ‘Depression Cherry’, Beach House parecían intentar sacudirse de un posible adocenamiento en su otro disco de 2015, ‘Thank Your Lucky Stars’. En él, buscaban frescura regresando a los sonidos más orgánicos de sus inicios, pero ahora parece que no era, exactamente, lo que necesitaban. En la bio de su nuevo disco ‘7’ –sí, lo habéis adivinado, es el séptimo de su carrera, aunque también una cifra cargada de simbolismo místico–, Victoria Legrand y Alex Scally parecen tener muy claro qué era lo que necesitaban para renovarse: “queríamos repensar viejos métodos y desechar algunas limitaciones autoimpuestas”, dicen. Unas limitaciones que afectarían a su método de composición, acostumbrados a crear canciones que pudieran ser interpretadas en directo de manera fiel a como se ejecutaban en el estudio.
Un sistema que se han atrevido a dejar atrás, apoyados en la figura del legendario Sonic Boom (ex-miembro de Spacemen 3, fundador de Spectrum y productor de Panda Bear o Triángulo de Amor Bizarro), una “gran fuerza” en la creación de este disco al haber ayudado al dúo a “mantener las canciones vivas, frescas y protegidas de las fuerzas destructivas de sobreproducción y sobreperfección del estudio de grabación”. Ellos mejor que nadie deben ser conscientes de hasta dónde se han permitido llegar en unas canciones que, para empezar, se han liberado de la premisa de estar ejecutadas sí o sí con guitarra y sintetizador. Pero lo que nos llega a nosotros, los oyentes, claramente nos lleva a un espacio reconocible y nuevo a la vez, como una habitación de casa en la que los muebles ya no están en el mismo lugar que antes.
No es un cambio sustancial, que nadie se alarme. Los destellos de Cocteau Twins, Mazzy Star, Julee Cruise y My Bloody Valentine siguen estando ahí y siguen ayudando a acotar a qué suenan los Beach House de 2018, aunque ahora podamos sumar a Slowdive (más a los de hoy que a los de ayer, en ‘Pay No Mind’), Air (‘Lose Your Smile’), Lush (‘Dark Spring’, ‘Woo’), Broadcast (en la primera parte de ‘Dive’), New Order (en el catártico final de ese mismo single) y hasta a Mike Oldfield (las guitarras de ‘L’Inconnue’) en esa relación. Relación innecesaria, añado, habida cuenta de que el grupo de Baltimore ha demostrado una entidad propia a la altura de pocos. Pero, retomando lo que decía, sí se percibe en ‘7’ un enfoque distinto, más libre, que revela nuevas perspectivas en su música.
Es cierto que canciones como la coral ‘L’Inconnue’ –en la que Legrand recurre a su francés natal de manera conmovedora–, ‘Last Ride’ –que muta de lo minimalista a una catarsis velvetiana, y no sólo por esos «there she goes»– y, muy especialmente, la soberbia ‘Black Car’ –colisión de indietrónica e instrumentos orgánicos– suponen enfoques realmente inéditos. Pero me refiero a algo casi intangible que planea en todo el álbum, como una especie de efervescencia contenida –la poderosa voz de Victoria suena aquí más comedida que nunca, sometida a la armonía del conjunto, y en ocasiones equilibrada con los coros de Alex– que a veces, irrefrenable, termina por escapar a borbotones a través de sus sintetizadores alienígenas o de esas percusiones de su batería de directo, James Barone, que en ocasiones suenan como cañonazos. Literalmente.
‘7’ es, a la vez, familiar y desconocido, como alguien querido con quien te reencuentras tras años sin verle. La oscuridad y la candidez, el misterio y la luminosidad, lo dulce y lo perverso vuelven a darse la mano en otra fantástica colección de canciones. Canciones preciosas en su capacidad evocadora y su poesía que, aseguran, nos habla esta vez de “la empatía y el amor que emergen tras un trauma colectivo” y “el retorcido doble filo del glamour”. Letras, como siempre, muy simbólicas y abstractas que vuelan libres en un conjunto sin apenas tacha (‘Girl Of The Year’, bonita, no aporta nada especial), que cautiva de inmediato y brilla tanto en su faceta más reconocible (‘Lemon Glow’, ‘Dive’, ‘Pay No Mind’, ’Drunk in L.A.’) como en la más sorprendente (‘Black Car’, ’L’Inconnue’, ‘Woo’). Beach House han atinado a renovarse lo suficiente como para no sonar caducos sin perder un ápice de su carácter y, de paso, entregar su enésimo disco claramente notable. Algo legendario, a la altura de muy pocos grupos de la historia del pop, en activo o no.
Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Black Car’, ‘Lemon Glow’, ‘Dive’, ‘L’Inconnue’, ‘Pay No Mind’
Te gustará si te gusta: Slowdive, Mazzy Star, Broadcast, Angelo Badalamenti
Escúchalo: Spotify