Basta contemplar un par de vídeos de Sigrid para certificar que lo tiene y que ni Lorde ni la vitola “BBC Sound of 2018” se equivocan con la noruega. Uno es el de la interpretación de ‘Strangers’ con banda completa en el show de Graham Norton, en el que el escenario distribuido en distintas plataformas casi se le queda pequeño y no para de subir, bajar, bailar, mirar a la cámara… ¿Su voz? Prácticamente perfecta. Una presencia escénica y un magnetismo poco comunes en una cría de 22 años. Otro puede ser esta interpretación al piano de ‘Dynamite’, una de las canciones de su EP debut del pasado año: donde, estática, se centra en una interpretación vocal llena de matices, expresiva y desarmante a lo Adele sin necesidad de su potencia. Dos registros distintos pero compatibles que no dejan duda que estamos ante uno de los mayores talentos surgidos del pop en el último par de años. Ahora, cómo se traducirá esa capacidad a canciones, es harina de otro costal.
En su favor hay que contar que, tanto en aquel ‘Don’t Kill My Vibe EP’ como en este recién completado ‘Raw EP’ –ha ido sumando una canción al mes desde marzo–, Sigrid Solbakk co-escribe cada una de sus canciones (nada de campamentos de composición): junto a uno, máximo dos, de sus colaboradores habituales (Martin Sjølie y Odd Martin Skålnes, que también co-producen), o algún “invitado” como Jamie Hartman (Kylie Minogue, Christina Aguilera) o Emily Warren (‘New Rules’, Charli XCX, The Chainsmokers), su papel como autora es indiscutible. Con esto Solbakk consigue dotar a este disco de una personalidad propia –a medio camino del presente de Lorde y el pasado de Elton John– de la que pocas promesas del pop pueden presumir. Su reconocible estilo suena perfectamente vigente en una producción no demasiado esclava de la tendencia, pero deja la certeza, como muestra la sentida demo de ‘Focus7’, que cada una de estas 5 canciones es perfectamente defendible en una tesitura clásica, estrictamente al piano, como decía en el párrafo anterior.
‘Raw’, el tema titular –atención a esta versión prácticamente a pelo–, es el mejor ejemplo, con su producción a medio camino del hip hop (y el pop) contemporáneo y el rock. Un camino que también sigue, de manera aún más espectacular, ‘Schedules’, pero lo mismo podría decirse de la más pirotécnica ‘High Five’. La clave, claro, está en unas melodías siempre excitantes y trabajadas a fondo en versos, estribillos y puentes, a la antigua usanza. Esto deja la producción –atractiva, pero no decisiva en este caso– como una cuestión formal y anecdótica, cuyo mayor acierto consiste en realzar ese estilo vocal infraproducido –“crudo” como sugiere el título del disco– que se convierte en su gran seña de identidad. Sólo cabe poner en tela de juicio el tratamiento del medio tiempo ‘I Don’t Want To Know’, con esa tesitura meliflua, telefilmesca, edsheeranesca, decepcionante en fin. Eso y el hecho de haber privado a este conjunto de la enorme ‘Strangers’ –extrañamente, ha quedado como un single entre EPs– son los únicos puntos débiles de un disco que no sólo presenta un vibrante presente sino que también alimenta grandes esperanzas de futuro.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘Schedules’, ‘Raw’, ‘High Five’
Te gustará si te gustan: Lorde, Julia Michaels, Adele
Escúchalo: Spotify