Ya comentaba hace 6 años, en la crítica de ‘Sweet Heart Sweet Light’, que da la sensación de que cada álbum de Spiritualized, la extensión musical de Jason Pierce, está ligado a un momento de catarsis en vital de su alma mater. Si entonces era la superación de una doble neumonía que le puso al borde de la muerte, en el caso del demorado ‘And Nothing Hurt‘ el problema ha sido algo más prosaico: el dinero. Pierce no tenía presupuesto para hacer el disco que quería, una grabación con el sonido de estudios históricos como los de Columbia o los de Capitol pero que aparentara ser emitida desde un satélite orbitando desde el espacio. Una ambición tan enorme fue resuelta de la manera más pequeña y, a la vez, difícil para él por todo lo que desconocía sobre grabaciones digitales: se compró un portátil y trató de reproducir en su dormitorio prácticamente cada sonido excepto los de instrumentos que no cabían allí, como timbales o un contrabajo. Un aventurero tratando de avanzar en un territorio inexplorado, como en su portada.
Este proceso artesanal de literalmente años (dice que llegó a manejar hasta 200 pistas) le llevó a un estado que él define abiertamente como próximo a la locura, llegando a afirmar que este sería el último disco de Spiritualized. Hoy, con el trabajo en sus y nuestras manos, afortunadamente no parece estar tan seguro de aquello, si bien sí tiene claro que fue “estúpido” por su parte embarcarse en esta tarea. La pregunta, obviamente, es si todo ese trabajo ha merecido la pena. Y la rotunda respuesta es un enorme sí. No sabría decir, evidentemente, si ‘And Nothing Hurt’ suena tal y como Pierce tenía en su cabeza (hay que decir que, con la base del álbum que él grabó, finalmente se añadieron los instrumentos de su banda de directo, cuerdas, vientos y coro, esta vez sí en estudios convencionales). Cierto es que se percibe en estas nueve canciones (con 48 minutos, es su disco más breve tras ‘Amazing Grace’) un componente singular en lo sonoro, un toque sintético o irreal, al estilo de los últimos trabajos de “sonido Disney” de Brian Wilson. Un halo de ensoñación que, a su manera, contribuye al brillo optimista que sobrevuela casi cada canción.
Lo que desde luego puede decirse de ‘And Nothing Hurt’ es que, tras ese pesaroso proceso de gestación, Pierce sigue sin desviarse de su camino de blues, soul, gospel y rock and roll evolucionado y que, además, suena tan espectacularmente bien como cualquiera de los últimos álbumes de Spiritualized. Su faceta más reconocible, esas ya clásicas explosiones sonoras por acumulación de capas e instrumentos, vuelve a tener aquí su protagonismo en números monumentales como ‘On The Sunshine’ o la bárbara ‘The Morning After’, un más que posible homenaje a Lou Reed y un relato en el que una Jane adolescente (¿no habéis olvidado ‘Hey Jane’, verdad?) sopesa cómo escapar de la vida de comodidades (y control) a la que le someten sus padres: “Janey tuvo una revelación de camino a la escuela / se ahorcaría sobre la piscina / Eso les golpeará fuerte porque ella siempre supo / que cada madre quiere morir antes de que lo hagan sus hijos”.
En todo caso lo que reina sobre todo en ‘And Nothing Hurt’, más allá de esos dos arrebatos, es un sentimiento de ternura inconmensurable, casi idílico. Pierce dice que, a sus 53 años, no podía ni quería escribir canciones rock como si tuviera 23. La muerte de su madre el pasado año –a quien dedica el disco– le ha hecho afrontar (de nuevo) la inevitabilidad de la suya propia. Pero esta vez, en lugar de hacerlo con miedo o tristeza, J. Spaceman lo encara de manera insólita: con cariño y docilidad. Es lo que emanan canciones delicadas como la bluesy ‘Damaged’, el bonito vals ‘The Prize’ (en la que se pregunta, con emocionantes juegos de palabras y repeticiones, si el “premio” de la vida puede ser el amor… o no) o la preciosa ‘Let’s Dance’. Esta última es, claramente, uno de los momentos álgidos del octavo álbum de estudio de Spiritualized, una animosa invitación a un “baile final” con sabor a derrota pero baile, al fin y al cabo: “Se hace tarde / están recogiendo las sillas / Si ponen Big Star en la radio nos dejarán quedarnos / Oh, “September Girl”, ven, gobierna mi mundo y baila”, canta Pierce.
Esa ternura, en todo caso, está aderezada aquí con toques de autocompasión (la que desprende en el fantástico single ‘I’m Your Man’) y sarcasmo, como el de ‘A Perfect Miracle’, en la que Pierce, ukelele en mano, contrapone cursis palabras sobre un amor de cuento (“cogería las estrellas y las alinearía para que dijeran “Cariño, te amo”») para, acto seguido, despachar cómicamente a una mujer que le da su amor mientras él está muy ocupado trabajando. Un tono humorístico que también está en la apacible y juguetona ‘Here It Comes (The Road) Let’s Go’, en la que Pierce, tras dar instrucciones de GPS humano a su chica para que le encuentre, culmina invitándola a “cepillarse el pelo, meterse una raya y pasar la noche colocados”. Genio y figura. Y por si nos quedábamos con demasiado buen sabor de boca, la ensoñadora balada ‘Sail On Through’ nos despide con un bonito y amargo golpe de honestidad, con frases brutales como “no diré mentiras, diré la verdad: sabes que no necesito estar contigo / Y si pudiera soportarlo, navegaría hasta ti / Y si no estuviera tan borracho, navegaría hasta ti”. A pesar de eso y como pretendía Pierce, ‘And Nothing Hurt’ es, además de una obra equilibrada y deliciosa de escuchar, su disco más positivo hasta la fecha, subvirtiendo el aura de malditismo de antaño y, como su título, resolviendo la ecuación de sus vicisitudes personales de una manera concisa y optimista: “y nada dolió”.
Spiritualized han anunciado dos conciertos de presentación de ‘And Nothing Hurt’ en España. Será el 2 de noviembre en la Sala Razzmatazz de Barcelona y el 3 de noviembre en La Riviera, Madrid.
Calificación: 8,8/10
Lo mejor: ‘I’m Your Man’, ‘Let’s Dance’, ‘The Morning After’, ‘The Prize’, ‘On The Sunshine’
Te gustará si te gustan: el último Brian Wilson, el Elvis Presley decadente y Slowdive.
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