Este viernes se estrena la nueva adaptación de ‘Ha nacido una estrella’ que supone el debut como director de Bradley Cooper, co-escrito y protagonizado por él mismo en compañía de Lady Gaga, y que tan buena acogida ha tenido en los festivales en que se ha presentado, situándose en la carrera de los Oscar, y no solo en cuanto a méritos musicales. Lo tiene todo para la Academia: es larguísima, es bonita, es un drama hecho 100% en serio, y además tiene su fondo. En este caso, presentar ante el mundo los entresijos de la industria musical, lo que incluye por supuesto su lado más oscuro.
Bradley Cooper interpreta a una estrella de rock tan llenaestadios como encaminada hacia la autodestrucción cuando conoce a Ally, el personaje de Lady Gaga, una autora que no ha tenido una oportunidad por culpa de «una nariz demasiado fea». Él será quien la introduzca en el mundo de la música, dejando por el camino una serie de números musicales de americana, que sirven tanto a los seguidores de ‘Once’ o ‘Begin Again’ como a los de la vena más clásica de la cantante, en concreto la de su último disco ‘Joanne’, que precisamente presentó en pequeños bares como en los que la vemos al principio de la película.
Una de las cuestiones sobre la mesa en cuanto a la interpretación de Lady Gaga tras su paso por ‘American Horror Story’ es si en ‘Ha nacido una estrella’ el espectador lograría olvidarse de que está viendo a Lady Gaga, la cantante, para disfrutar de Gaga, la actriz. Esto último sucede sobre todo en la primera mitad de la película, la mejor, pero después los límites entre Ally y Gaga se van difuminando. Pero eso no es necesariamente malo. Esos inicios en bares LGTB+, la dicotomía entre pop y folk, los cambios de look y los tintes de pelo van poniendo sobre la mesa debates sobre la industria musical, como la versatilidad que es necesaria para ser una artista en el siglo XXI (ahí está el caso de Taylor Swift) o, en particular, la versatilidad que hemos conocido en la propia Gaga. Puede que no te acuerdes del vestido de carne viendo ‘Ha nacido una estrella’, pero sí te vas a acordar desde luego de ‘Sound of Music’, de su tema ‘The Cure’ y de sus performances televisivas más folk y pop. Puede que como actriz haya pensado demasiado en sí misma o en su propio personaje, pero por otro lado, ¿qué artista sino una cantante profesional que se las ha visto en todas estas facetas, de la más superficial a la más «profunda», habría podido hacer este papel?
Si la segunda mitad de la película es más ardua no es porque Ally y Gaga vayan confluyendo, sino porque el retrato del guión de la industria musical va haciéndose más maniqueísta, superficial y anacrónico. Se plantea el conflicto entre autenticidad y artificialidad, pero solo se esboza y desde luego no es por la falta de minutaje. No se tratan temas como los «ghostwriters», los 20 productores por disco y las redes sociales parecen no pintar mucho en una industria absolutamente esclavizada por ellas, hasta hacerte preguntarte varias veces en qué año se desarrolla la acción. Al final, esta nueva adaptación de esta historia que ya se rodó en los años 30, 50 y 70 queda un tanto indefinida en el tiempo. De ver la cama de Ally coronada por la portada de ‘Tapestry’ de Carole King, un clásico de los años 70, pasamos a ver a un grupo de bailarinas haciendo poco menos que twerking. Sabemos que estamos en la actualidad porque vemos smartphones, a Halsey haciendo de Halsey y el éxito se mide en visitas de Youtube, pero hay ciertas dificultades para creerse que en 2018 un personaje como el de Cooper llene arenas, pues en su cuelgue perpetuo, parece una mezcla entre el Garth Brooks multiplatino de los años 90 y 2000 y el Johnny Cash constantemente al borde del abismo que vimos en ‘Walk the Line’ (se llama «Jackson», además), cuando lo contemporáneo habría sido retratarle como una especie de Father John Misty venido a más.
Cuando ves a Jackson Maine atónito contemplando un Saturday Night Live que solo puede ser actual, es como si fuera una estrella de 55 años (un Jon Bon Jovi, por ejemplo) en lugar de una de 40, pues esto último no tendría sentido: Bradley Cooper es más joven que Pharrell y de la misma edad que la cantante de Arcade Fire, por decir un par. El desconcierto es tal que te terminas preguntando qué año corría exactamente cuando el público atendía y vitoreaba el estreno de una canción de una artista que nadie conoce, en lugar de dedicarse a mirar su red social favorita o a charlar a grito pelado con el de al lado. Es como si los productores de la película se hubieran despreocupado de hacer algo mínimamente realista… de la misma manera que han parecido desconocer cómo presentar un concierto en una sala de cine con un sonido creíble y acorde a lo que escuchamos de los personajes antes y después. No, poner unas canciones a todo volumen, plagadas de aplausos falsos, no debería ser el Oscar a mejor sonido.
Por el contrario, ‘Ha nacido una estrella’ sí es una película interesante y emocionante sobre lo que implica ser una estrella para bien y para mal hoy o ayer, desde el subidón total de tu primer éxito hasta la llorera después de tu mayor «epic fail». Aunque es tan esclava de los cánones hollywoodienses que paradójicamente resulta algo formulaica y por tanto fría, hay varios momentos en que resulta tan escalofriante y descarnada como pretende ser. Gaga está especialmente estupenda en algunos de ellos, en la escena en la que reúne la fuerza suficiente para lanzarse al escenario para no bajar jamás; es la mujer vulnerable que hemos visto demasiadas veces cuando le dicen que «parece una estrella» y responde, incrédula: «¿de verdad?»; y es también la estrella curtida por la experiencia que de repente no necesita a nadie más para triunfar, pasa de los reiterados «mansplaining» y sabe construirse a sí misma. Por algo «Fucking men!» es aquí una de sus primeras frases. 7.