Es significativo que ‘Wanderer’ sea el primer disco de Cat Power fuera del sello Matador desde hace más de 2 décadas, refugiándose ahora en el británico Domino. No es una cuestión comercial ni accesoria: Chan Marshall y su recién estrenado manager (Andy Slater, ex-ejecutivo de la multi Capitol) decidieron finiquitar su relación con el sello neoyorquino después de que sus ejecutivos la pidieran rehacer este nuevo disco –cosa que, como ha contado ahora, también sucedió con el exitoso ‘Sun’ (2012), a lo que ella accedió, convirtiéndose en su mayor éxito comercial– porque no era lo que querían. Chan ha explicado que uno de sus “jefes” incluso fue al estudio en el que trabajaba y le pidió que escuchara ’25’ de Adele, porque así era como un disco “debía sonar”. Su respuesta a sus ex-patrones, ya fuera de la compañía, llegó en forma de canción: después de aquello compuso ‘Woman’ que es, además de un histórico «que os jodan», una sonada colaboración con su compañera de gira Lana del Rey y también una de las canciones más bonitas e instantáneas de su carrera. Cuál debe ser la cara de esos ejecutivos en este momento…
‘Woman’ es prodigiosa en su (sólo aparente) sencillez y belleza, una canción exquisitamente construida y producida (una lid que Marshall ha vuelto a asumir en solitario), con un mensaje sobre el poder de la creación artística sobreponiéndose a las críticas encaminadas únicamente a lo comercial. “La palabra es lo único que siempre he necesitado / Lo único que de verdad necesito”, cantan Chan y Lana al unísono, como un himno. Pero es cierto que ‘Wanderer’ no es un disco “fácil” y que ‘Woman’ es, claramente, su canción más comercial. Imaginamos que el drama de un ejecutivo musical, como el de un crítico, es tener que decidir si una obra es válida, perdurable y emotiva desde un punto de vista comercial/artístico en cuestión de horas, a veces días. Y, en este caso, las primeras impresiones claramente traicionaron al equipo de Matador.
Porque ‘Wanderer’ es árido y hosco –sus acabados son, las más veces, gruesos, secos, ásperos–, haciéndolo parecer aburrido de inicio –resulta especialmente brillante en su núcleo central, pero pesado hacia su final–. Alcanzar a contemplar su belleza pura es una tarea ardua y, en ese sentido, el décimo disco de estudio de Cat Power está mucho más cerca de los álbumes más personales en la carrera de la artista de Atlanta que de los más exitosos, como el citado ‘Sun’ o ‘The Greatest’. El espíritu de ‘Moon Pix’, ‘You Are Free’ y, sobre todo, su primer disco de versiones –el extraño pero a la larga adorable ‘The Covers Record’ (no así el más ortodoxo ‘Jukebox’), claramente sugerido por la emotiva versión de ‘Stay’ de Rihanna– planea en canciones que, en su mayoría, apenas parecen esbozadas con guitarras y pianos solitarios, percusiones sólo ocasionales y voces (a veces ecos) dobladas por ella misma.
Pero, como piedras recogidas al azar de un camino montañoso, esas tonadas adquieren toda su envergadura lírica observadas detenidamente, con la atención y el cariño pertinentes. Así, uno va siendo cautivado por los detalles: el pianito tímido sobre un colchón de bongos y cuerdas apenas acariciados de ‘In Your Face’, las teclas austeras y de sonido vetusto de ‘Nothing Really Matters’, el cascabel y el bombo que, en modo mujer-orquesta, dan empaque a ‘Robbin Hood’, la guitarra eléctrica entrelazada con el piano solemne y las voces fantasmales –con un uso de filtros vocales parecidos a los usados por Bon Iver y Francis and the Lights– de ‘Horizon’. Fantasmas que acuden de nuevo a la fronteriza –por el sonido de la acústica y el estupendo empleo del español– en ‘Me voy’. Fantasmas de “la gente de generaciones previas que hizo esto antes que” ella, acudiendo a su “reverencia” hacia esos “vagabundos”: sus viajes cruzando de costa a costa desde Miami (donde ahora reside) a Los Ángeles junto a su hijo pequeño y sus guitarras para grabar este disco la han hecho identificarse como una trovadora contemporánea, inspirando el título y el espíritu de ‘Wanderer’, reflejado en las preciosas intro (de tintes celtas) y outro (esa misma letra, con emotivos metales y ecos de folclor indígena norteamericano).
En todo caso, ese aura del músico callejero e itinerante está más presente en lo musical que en lo lírico. Además del valor de las mujeres artistas, ‘Wanderer’ incluye en su temática la autocrítica ante el convulso momento político y social de su país (‘In Your Face’) o una llamada a la unión del pueblo como gran fuerza (‘Horizon’), a la vez que toca aspectos más íntimos. Ahí es donde Marshall muestra toda la fuerza de la palabra a la que aludía en ‘Woman’: todo el poder de su poesía emerge en canciones que exponen relaciones fracasadas, miedos, luchas con sus adicciones y problemas de autoconfianza y salud mental, como en ‘Nothing Really Matters’ (“How can other people’s ways / Be an estimate of your way of life? / Can’t the words, and birds, and trees, and earth / Be the same thing, and be just as right?”), ‘Robbin Hood’ (“When I walk from the bright side / Got to cover my head to my ankle or die / Ooh, Robbin / Ooh, Robbin Hood”) o ‘Black’, para el firmante la segunda mejor canción de este álbum. Una canción esquelética en la que Chan eriza el vello al establecer un símil entre el maltrato machista con la misma muerte, a la vez que establece el canon de su madurez como autora. Ese es, sin duda, el principal valor de ‘Wanderer’.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘Woman’, ‘Black’, ‘Horizon’, ‘Stay’, ‘Nothing Really Matters’
Te gustará si te gustan: Bill Callahan, Joanna Newsom y otros autores que derrochan personalidad y poesía.
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