Mysterio / Mysterio

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Mysterio / Mysterio

No puedo resistirme a hacer el chiste fácil, pero lo de Mysterio no tiene tanto ídem. El nuevo proyecto (o más bien, enfoque) de Charlie Mysterio, esquivo tótem del pop más exquisito, tampoco varía mucho con respecto a Los Caramelos; principalmente por la voz de Charlie, inconfundible, cantada en tonos bajos, más bien susurrada, ocasionalmente doblada. La vocación, por eso, es algo menos lo-fi, más expansiva que en su proyecto principal. Pero igualmente, se mantiene la austeridad instrumental, apenas su voz y la guitarra, a las que se unen la mayor presencia de cajas de ritmos y leves sintetizadores. Es notable cómo Charlie viste tan bien sus canciones con tan pocos materiales.

Las referencias habituales que jalonan la obra de Los Caramelos también se mantienen. ‘Lo bello y lo triste’, el tema inicial, a base de bajo, teclado y campanillas, ahonda en su querencia a los años setenta, en su recuerdo a Cecilia o a la faceta pop de Jose Luis Perales. También nos encontramos a Dinarama mezclados con Future Bible Heroes en ‘Fuera de mis sentidos’, versión de Micky y los Tonys, que reluce en su escapismo ochentero.

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Tras el estupendo arranque que suponen estos dos temas, el disco pronto se sumerge en una calidez amniótica, que casi arrastra a la modorra. No por aburrimiento, pero la sucesión de canciones sosiega demasiado el alma. Es el caso de ‘Tarde Carmesí’, con ese toque 10cc, o ‘Autómatas incorpóreos’, apenas construida con un palo y una caña, cuya letra recitada por Charlie ya empuja a lo onírico: “Estamos dominados por un sueño profundo / en que no soñamos nada”. Pero también se anima con canciones encantadoras como ‘Dime hermano gato’ («tú que tienes seis vidas más que yo») o ‘No volver a vagar’, construida sólo con guitarra y marimbas y su reprise (que no es reprise), como si fuera una tonada dance pop despojada de BPMs y sintetizadores y reconvertida en copla de cantautor pastoral.

Pero también se oscurece en tonadas más misteriosas: ‘Semióticos de la nostalgia’, con su atmósfera a lo Lynch, su inesperado crescendo final de furor distorsionado y su lírica un tanto tenebrosa («has dejado de ser tú para convertirte en yo»); o ‘Sweet Kitsch’, tema instrumental que se asemeja a una BSO de film «S» de los 60 (sensuales suspiros incluidos). Así, hasta prácticamente culminar en la agradecida fuga quasi tropical de ‘Tukiyoe’.

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Todas las pistas tienen en común poseer ese noséqué evanescente, de ofrecer la sensación de que son canciones-iceberg, de las cuales realmente nueve partes están en la cabeza de Charlie. Es esta cierta tendencia a la uniformidad y a la monotonía lo que parece restar brillo y lastrar un poco este conjunto de canciones deliciosas. Pero también empuja a las escuchas reiteradas hasta aprehender del todo su hermosura un tanto esquiva.

Calificación: 7,2/10
Lo mejor: ‘Lo bello y triste’, ‘Fuera de mis sentidos’, ‘Tarde Carmesí’, ‘No volver a vagar’, ‘Tukiyoe’
Te gustará si te gustan: Stephin Merritt, La Buena Vida, el pop español de autor de los setenta.
Escúchalo: Spotify, Bandcamp

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