«Gracias a Dios»… ¿en serio?

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«Gracias a Dios»… ¿en serio?

Mientras el Papa concede entrevistas en las que condena la pederastia en la Iglesia, triunfan libros como ‘Sodoma’ y aparecen películas en las que se habla sobre la cura de la homosexualidad, François Ozon estrena en nuestro país su nueva cinta, que contra todo pronóstico ha sido un taquillazo en Francia, ya cerca del millón de espectadores. Basada en hechos reales que hemos visto en las portadas de los medios de comunicación, en concreto en los abusos sexuales hacia cientos de menores en la diócesis de Lyon mientras el cardenal Barbarin miraba hacia otro lado; ‘Gracias a Dios’ no proviene exactamente de la inquietud de Ozon de tratar un tema de actualidad.

Eso ya lo había hecho la magistral ‘Spotlight’ desde el punto de vista periodístico, y de la que juraría que en un momento dado vemos un póster en ‘Gracias a Dios’. La inquietud del director de ‘8 mujeres’ era centrarse por una vez en la fragilidad masculina y para ello lo hace a través de 3 personajes muy diferentes entre sí, enfrentados a su vida adulta de manera muy dispar, tras haber sufrido los abusos en su niñez 30 años atrás. Un burgués católico y padre de 5 hijos, un ateo a la postre entregado al activismo más combativo, y un tercero con graves problemas de integración social.

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El título de la película hubo de ser alterado y la cinta no pudo rodar sus escenas eclesiásticas en Lyon, sino en Bélgica y Luxemburgo, para evitar el escándalo, incluso la censura o el entorpecimiento de la producción. ‘Gracias a Dios’ toma su nombre de una metedura de pata histórica de Barbarin en una rueda de prensa (algo así como «gracias a Dios los crímenes han prescrito»), para hacernos reflexionar sobre la fe religiosa, el camino tan poco cristiano del silencio que ha escogido durante décadas la Iglesia ante las atrocidades cometidas en su seno, y la dificultad para lograr la credibilidad de las nuevas generaciones cuando incluso hoy se amparan en la presunción de inocencia.

Frente a la gravedad de todos estos hechos, Ozon ha decidido dar un paso atrás como director para dejar el protagonismo a las víctimas y a sus maneras de salir adelante, entregando una película sobria y bastante austera, sin excesos lacrimógenos, bien resuelta y bastante ágil para extenderse hasta los 137 minutos. A duras penas parece de su filmografía para bien y para mal. Para mal porque se le echa de menos, y para bien porque el tema tampoco es que consintiera su sello o demasiadas licencias artísticas. François sí ha usado por ejemplo la opresiva geografía de Lyon, con la Basílica dominando la ciudad, como metáfora (es la ciudad más católica de Francia), como se aprecia en la primera escena de la película, pero en general el «cine de autor» esta vez lo ha dejado «en casa«. 7.

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