A poco que se haya dado un vistazo somero a algunas de las ficciones nacionales producidas por las televisiones privadas tradicionales de nuestro país hay una impresión bastante clara: Atresmedia le ha ganado la partida del buen hacer, el (contenido) riesgo y el respeto por el espectador a Mediaset. Series como ‘La casa de papel’ o ‘Fariña’, muy especialmente, han sido tan alabadas por la crítica como por el público, mientras la madre de Telecinco perdía tiempo y dinero con el enésimo giro a la comedia familiar estilo ‘Médico de familia’ o bodrios como ‘Los nuestros’, salvándose apenas el thriller –una perversa apropiación telecinquesca de la citada ‘Fariña’– ‘Vivir sin permiso’. Pero el influyente Paolo Vasile parecía haber dicho basta con su apuesta por ‘Brigada Costa del Sol’, que, sin ser tan exageradamente original como se ha vendido, parecía buscar un equilibrio entre la comercialidad y la calidad, logrando captar el interés de Warner, que co-produce, y Netflix, que participa en su financiación y se garantiza la inclusión de la serie en su plataforma una vez se emita en la tele tradicional, al estilo de ‘La casa de papel’.
A bombo y platillo se venía anunciando esta serie de Pablo Barrera (‘Punta Escarlata’, ‘Rabia’) y a bombo y platillo se estrenó, emitiéndola simultáneamente en Telecinco y Cuatro y, lo que es peor con un episodio piloto de, atención, 140 minutos… ¡sin contar las (numerosas, a partir de la hora y pico) pausas comerciales! ¡Ni que fuera aún Semana Santa y esto ‘Ben-Hur’! ¡Ni ‘Masterchef’ se atreve a tanto! Una verdadera y ofensiva chapuza, además, porque en realidad lo que se ha hecho ha sido unir toscamente los dos primeros capítulos, con el bajón en la trama que supone, tras el teórico punto álgido del fin del primero, comenzar con la resituación del segundo. Y así, como si se tratase de otro de esos realities cada vez más zafios y tóxicos que hacen a Telecinco líder de audiencia mes a mes, se prolongó el prime-time hasta la 1:00h AM.
Esta tramposa “mediasetización” de la ficción televisiva puede pasarle factura a esta producción: fue líder de la noche, sí, pero sólo sumando la audiencia de los dos canales en los que se emitió la serie y, estoy bastante convencido, dejando por el camino a muchos espectadores que no tendrían el cuajo de mantenerse en pie hasta el final de este tramposo piloto. Y sería una pena, porque en realidad la serie entrega bastante de lo que sus creadores y productores prometían: basándose en el interesante documental ‘Los que caminan solos’ –Antonio Moreno, 2009– y las vivencias narradas en un libro por uno de los protagonistas, el inspector Pepe Cabrera, ‘Brigada Costa del Sol’ es un cóctel bastante equilibrado de acción, comedia (un humor sencillo, pero no zafio ni infantilón), thriller y romance con el trasfondo de la primera unidad policial contra el narcotráfico creada en Andalucía, en pleno boom turístico de la costa malagueña a finales de los 70 y los albores de la democracia.
Con un buen uso del contexto histórico –en la primera escena de acción tiene un cómico protagonismo Adolfo Suárez, entonces disputando con Felipe González la presidencia del país en las primeras elecciones democráticas de España tras la muerte de Franco–, la ambientación, la música, el vestuario y las localizaciones (con Torremolinos como escenario principal), la serie dibuja con buen trazo a una sociedad que, pese a seguir instalada en la picaresca, aún parecía algo inocente y naif por las décadas de represión ideológica. Su reparto, encabezado por los guapos Hugo Silva –protagonista absoluto como poli con pocos escrúpulos pero corazoncito–, Álvaro Cervantes, Jesús Castro y Sara Sálamo (toda una sorpresa, bastante correcta en el papel de “La Buhíta”, un remedo de Esmeralda, la Maga de ‘Rayuela’ y la joven Marisol) y un Miki Esparbé que da el pego como Elliott Ness cañí, está bastante bien incluso a pesar de que varios de ellos hayan tenido que impostar el acento andaluz. El resultado no es tan escandaloso como se ha querido hacer ver en redes sociales, y está perfectamente justificado porque, sin la intervención de un elenco lo suficientemente popular, quizá el proyecto no sería una realidad. Así, aunque con cierta torpeza en el guión, la serie es una suerte de ameno remix de ‘Los hombres de Paco’, ‘Grupo 7’, ‘Fariña’ y ‘Fargo’ –salvando las distancias físicas, técnicas y creativas, claro– que funciona bastante bien gracias a los atinados toques de cine kinki, el cine turístico glorificado durante la dictadura, ‘Starsky & Hutch’ y Scorsese (las escenas en la “Disco Camelot”, en la que convivían la música disco y la rumba, tienen algo de ‘Uno de los nuestros’). Un potable Frankenstein que, además, cuenta con una ventaja: si no estás dispuesto a que el canal de turno maltrate tus horas de sueño, sabes que en un par de meses podrás verla a tus anchas en la plataforma de VOD. Alguien en “la cadena amiga” aún ignora que el presente de la tele es ese. 6,9.