Los Magnetic Fields del siglo XXI han llegado a cantar sobre las nuevas tecnologías, adaptando el despecho y la frustración de sus composiciones a los nuevos tiempos. Era el caso de ‘Machine in Your Hand’ contenida en ‘Love at the Bottom of the Sea‘ (2012), un tema celoso de un smartphone. El nuevo disco del dúo The Ballet, abiertamente influido por la banda más conocida de Stephin Merritt, es ahijada de esa idea, pues lleva el típico sonido de The Magnetic Fields y el mismo estilo de letras a la generación Grindr y Tinder, que ha inspirado su título ‘Matchy Matchy’.
Así, lo primero que oímos en este álbum es una canción llamada ‘Looking’ que más que un homenaje a la conocida serie de temática gay, es una conversación de Grindr: por eso en cada frase escuchamos la voz de Greg Goldberg sonando por un auricular o altavoz diferente. En uno oímos «¿quieres jugar?», en el otro «¿qué te gusta?», y así con varias frases tipo como «¿qué buscas?», «soy versátil», «hacía tiempo» o «¿quieres ser mi pareja para siempre o quieres quedar solo esta noche?». Como ‘Looking’, ‘Matchy Matchy’ se compone de frases sencillas pero que representan la vida cotidiana de cualquier persona adicta a las apps de ligue, incluso a veces al margen de su condición sexual.
El álbum contiene canciones de amor tan clásicas y claras como ‘Jersey’ («solo quería esconderme contigo»), apegada a un punteo más Smiths que luego reaparece en otras pistas como ‘Love Letter’; otras de desamor como ‘Cry Baby’ («realmente quiero hacerte daño, realmente quiero hacerte llorar»); pero también muchas otras orientadas al sexo, como ese encuentro entre desconocidos llamado ’20’ que, sobre una base mínimamente más italo, jura de manera reiterada «no había hecho esto antes». Como tampoco había «hecho eso antes» el protagonista de ‘First Time In a Gay Bar’ que acude perdidísimo, con más ropa favorita y ganas de beber que «intenciones de flirtear» a su primer bar gay.
En su retrato social del mundo «queer» -la banda se reconoce como tal-, ninguna canción logra hacer sombra a su nuevo himno ‘But I’m a Top’. Cuando The Ballet lanzan 4 frases con 4 notas, pero todas son lo suficientemente certeras como para encandilarte musicalmente, entre reflexiones sobre los roles de género, las apariencias y los prejuicios, es cuando el dúo es mucho mejor. Otras veces se lían demasiado, como sucede en los 5 minutazos de ‘I’ve Been Wondering’, menos misteriosos y sugerentes de lo que buscaban sus caminos ocultos; o en ‘Cry Baby’.
Y es que cuando The Ballet son directos, miran a los ojos y dicen lo que piensan sin más rodeos, son una monada. Y cuando miran al suelo y no se atreven a decir lo que piensan, también. Como sucede en las carreras de Magnetic Fields o Tracey Thorn, la honestidad frente a la intelectualización (esas citas artys despreciativas a la poesía y al cine de ‘Your Boyfriend’) y la decepción de que un follamigo no quiera dar ese paso más («solo somos un par de tíos (tonteando) / ¿qué son esas lágrimas en tus ojos») pueden dejarte sin respiración. «Nos enamoramos y fue un infierno» es una frase que podría resumir este disco o el destino de muchos suscritos a las Apps. Por suerte, los que confiaron en The Ballet a su salida hace unos años, no pensarán lo mismo ni siquiera cuando llega la medio ruidosa y final ‘You’re Mine’.
Calificación: 7/10
Lo mejor: ‘But I’m a Top’, ‘Love Letter’, ‘Looking’
Te gustará si: hablas más con desconocidos en Grindr que con tu familia
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