Kevin Morby / Oh My God

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Kevin Morby / Oh My God

¿Puede una portada condicionar la no escucha de un disco? Puede. Mientras escribo estas líneas, aún no he sido capaz de darle al play a lo nuevo de Vampire Weekend (¡qué carátula tan horrenda!). Y la foto anti-morby (el chiste es fácil y malo pero… ¡tenía que hacerlo!) de Kevin en tetas en este ‘Oh My God’ tampoco ha ayudado. ¿Nos está diciendo Kevin que se muestra desnudo ante Dios? ¿Por qué, pues, en una foto que parece más propia de Tinder? Muchas cuestiones que han atrasado lo suyo la escucha de un álbum ciertamente notable. No, la portada no hace justicia. Pero prejuicios fuera; Kevin ha parido un disco notable. ¿Sobre la religión? Quizás. Aunque suena de lo más carnal. Y ambicioso.

Después de dos álbumes urbanitas (‘City Music’ y ‘Singing Saw’), en ‘Oh My God’ Kevin se sigue manteniendo muy en la línea glam, con el Lou Reed de ‘Transformer’ y ‘Coney Island Baby’ a la cabeza. Pero también se encuentra en algún punto entre Spiritualized, Pavement, un Daniel Johnston que supiera afinar e, incluso, el ‘Kaputt’ de Destroyer. Aquí Kevin desarrolla una sonoridad similar a la que desplegó en ‘Singing Saw’. Sólo que ahora, además de clásico, parece empeñado en alcanzar un sonido más atmosférico, algo menos recio a lo que nos tiene acostumbrados, con canciones más deshilachadas y una producción (a cargo de Sam Cohen) que busca el recogimiento espiritual; esta vez la guitarra y la electricidad quedan algo aparcadas. Todo parece muy bien conducido por piano, órganos, ocasionales vientos y coros góspel… Multitud de elementos orgánicos (la lista de los créditos es abultada), que dan al disco una atmósfera muy especial. El cielo y la Tierra, lo espiritual con lo carnal.

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El piano con el que abre ‘Oh My God’ -la canción y el álbum-, con esos coros do-woop que se incorporan así como gratuitamente, esa cadencia algo amodorrada, el saxo que salta de repente, mientras Kevin suplica a Dios de una manera paradójicamente poco suplicante, le otorga textura onírica. ‘Halo’, en base a palmas y desvaríos soul, nos devuelve a lo terrenal, pero las huidas atmosféricas se mantiene en forma de saxo y flauta. Con el humor adecuado, ‘Nothing Sacred / All Things Wild’, tan ‘Walk on the Wild Side’ (¡esas voces femeninas!), tan arrastrada como etérea, parece algo muy grande. También hace cosquillitas el Hammond de ‘Hail Mary’, con su progresiva subida de intensidad. En ‘Piss River’, desconcierta un poco la rima ‘You want to play chess / inside my chest»; sin embargo, conquista gracias a el contraste entre los coros contundentes cantando “Oh my God!”, el ambiente de años cincuenta hechizados y Kevin cantando entre malicioso y perezoso. Como chocan, pero estimulan, las apariciones abruptas de coros en ‘Savannah’, mientras la voz de Morby apenas se sostiene sobre el órgano y el saxo. Esta plácida ambientación cuasi eclesiástica la rompen las piezas más rockeras. ‘OMG Rock n Roll’, de transparente título, zumbona, simple y directa… hasta que irrumpen las voces angelicales. Y la también muy glam (Marc Bolan dice hola) y muy clásica ‘Congratulations’.

Lo que lastra la redondez del álbum es la acumulación de temas hacia el final que acaban sonando un poco igual, la ausencia de más ganchos o canciones más redondas para cerrar. Un defecto que, a la postre, acaba siendo el mal habitual del que adolecen los discos de Kevin Morby. Esta vez, ha estado más cerca de alcanzar lo sublime, pero lo ha intentado con ahínco. Porque este es un disco de fuste, vital y burbujeante. Y sí, espiritual (que no religioso) también.

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Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Oh My God’, ‘Piss River’, ‘Nothing Sacred / All Things Wild’, ‘Savannah’, ‘Congratulations’
Te gustará si te gusta: Lou Reed, Destroyer, Spiritualized
Escúchalo: Spotify, Bandcamp

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