Es interesante comprobar que, con excepción de Ulf Lindström y Johan Ekhé (Ghost), hay numerosos productores con los que Robyn comenzó a trabajar siendo adolescente y han permanecido junto a ella en gran parte de su carrera: Christian Falk y Max Martin, ya presentes desde sus primeros disco, o Klas Ahlund son los más recurrentes. Pero cabe destacar también a Alexander Kronlund, hombre ligado a Meja, la descubridora de la protagonista de este artículo. De manera significativa, el también sueco participó como parte del equipo de Max Martin en el debut de Britney Spears con dos composiciones (‘Lucky’ y ‘Don’t Go Knocking At My Door’). Ariana Grande, Tove Lo, Tinashe, The Saturdays, Fifth Harmony, Demo Lovato, Little Mix… se cuentan entre sus “clientas”. Y, antes que todas ellas, Robin Carlsson: compuso un buen puñado de canciones de ‘Don’t Stop The Music’, incluida ‘Should Have Known’, más tarde recuperada en ‘Robyn’, donde también estaba el himno –también con su firma– ‘Who’s That Girl?’.
‘Body Talk’ también contaba con temas con el sello Kronlund, como ‘Call Your Girlfriend’ y este ‘Get Myself Together’ que, en su envoltorio, es el perfecto ejemplo del pop que relanzó a la sueca en la segunda mitad de la pasada década: electropop con base house (simpáticamente, su caja de ritmos, sobre todo ese redoble de bombo parece un guiño a ‘Blue Monday’) a velocidad trepidante y una melodía luminosa. Sin embargo, su letra parece afrontar un bache personal en el que Robyn se mostraba bloqueada y confusa, quizá deprimida, apoyándose en su familia (sus padres y hermano aparecen en cada verso como “consejeros”). Pero al final, sabe que está en su cabeza recuperarla y rehacerse… cuando el dolor se haya ido.
Robyn siempre se ha mostrado como una artista totalmente ecléctica y, en su apertura de miras, el reggae y el dancehall han tenido un papel protagonista. Ahí estaba aquel ‘Electric’ extraido como single de su segundo largo, por ejemplo. Pero más de 10 años después, en el ambicioso ‘Body Talk’, Robyn insistía con el género poniéndose en manos de Klas Åhlund –su productor de confianza en las dos últimas décadas– y de Diplo, hábil manipulador de esos ritmos caribeños tanto en solitario como en Major Lazer. Este ‘Dancehall Queen’ es, de hecho, la única canción de este top que no está escrito o producido por Carlsson. Pero es una canción que hicieron para ella y que le sienta como un guante, creciéndose con su irresistible melodía vocal, realmente seductora y pegadiza. Puede que sólo sea un ejercicio de estilo, pero lo borda igualmente. No por nada se incluyó tanto en el primer EP de la serie ‘Body Talk’ como en el disco final que recopilaba la crema. Imperdible también su vídeo ambientado hábilmente en el city pop nipón.
Tras la polémica de ‘My Truth’ y su no-edición en Estados Unidos, Robyn pasó a ser una estrella del pop únicamente circunscrita a un ámbito europeo, y como mucho australiano, pero no mundial. Así ‘Don’t Stop The Music’ –single y disco llegaban 6 años antes que el tema de Rihanna– no fue un fracaso absoluto, pues fue platino en su país, pero no tuvo tanta repercusión como su debut apuntaba. Además, ya no era una estrella teen con un soul pop dulce, sino que mostraba una estética acorde al furor por lo tecnológico de principios del milenio, con toques de hip hop y electro. Lo mejor de esa era, sin duda, fue el single principal del disco, un ‘Keep Your Fire Burning’ que poco tiene que envidiar a los éxitos que Timbaland y The Neptunes servían en bandeja el mismo año a Justin Timberlake: de nuevo el tándem formado por Ghost y Robyn –y que en este caso también incluía al danés Remee, que luego trabajó con Jamelia– funcionaba de maravilla. Esta vez con una promesa de amor incombustible marcada por una guitarra acústica interpretando acordes típicamente funk y una base rítmica seca y gruesa, que se ponía de gala gracias a los coros doblados de la propia cantante y unos preciosos arreglos de cuerda. Como curiosidad, la canción tuvo que cambiar su título a ‘By Your Side’ en Australia: en el momento de su estreno, la isla era sacudida por una terrible racha de incendios forestales.
Tras el éxito en su país de ‘You’ve Got That Somethin´’, BMG puso a Robyn y a Ghost a trabajar en las canciones de su primer álbum, que fue ‘Robyn Is Here’. Su siguiente single fue este ‘Do You Really Want Me (Show Respect)’ que es una extensión de lo que hoy, reescuchado desde la distancia y el tiempo, transmite el disco: pese a que su producción no ha envejecido demasiado bien, sorprende lo bien que sí lo han hecho sus composiciones, bien enraizadas en un soul “motownesco” clásico. De hecho nada, salvo la estética que luce la cantante en su clip (que desde luego aparenta unos cuantos años más que 15), indica a las claras que esté grabada a mediados de los 90. Bien podría tener 10 años menos y ser obra de Stock, Aitken & Waterman. En lo que sí es más revolucionaria es en una letra que enarbola un discurso combativo contra una pareja machista, que ya marca un carácter fuera de tópicos de Carlsson. Siendo un probable referente para la figura de Britney Spears, el mensaje de ‘Oops!… I Did It Again’ no podía estar más en sus antípodas. ‘Do You Really Want Me (Show Respect)’ fue otro hit en Suecia –top 2, sólo igualado por ‘Dancing On My Own’– y, en menor medida, también en RU y EEUU.
Resulta entrañable pensar en la relación de amistad que, pese al salto generacional, mantenían Robyn y Christian Falk. Como ya hemos comentado, el segundo comenzó a trabajar con ella en ‘Robyn Is Here’ –produjo y co-escribió ‘Just Another Girlfriend’ y el corte titular– y, 20 años después, seguía siendo uno de sus colaboradores de referencia. Él integraba ese proyecto llamado The Bagatelle Magique junto a Markus Jägerstedt con el que Carlsson lanzó en 2015 el EP ‘Love Is Free’, un breve pero sustancioso EP que, instigado por la fantástica versión de ‘Tell You (Today)’ que se incluyó en un volumen de la asociación Red Hot el año anterior, profundizaba en una visión de disco house pop como una corriente de libertad, sobre abandonar el control y apurar sin pensar en las consecuencias. De hecho, Robyn contó que cuando componían y grababan el EP aún no sabían que Christian estaba enfermo, pero su idea era esa: “‘Set Me Free’ es sobre ese punto de miedo en el que estás al límite, encarando algo que crees que… incluso puede matarte”, decía a FACT Magazine. Por supuesto, esto adquirió un nuevo sentido cuando supieron que padecía cáncer de pancreas. Pero “incluso entonces nos inspiró su amor por la vida”, añadía. Esta ‘Set Me Free’ es un crescendo más house que disco, copado por ese “you got to set me free” entonado por Robin con el que The Bagatelle Magique construían un minicrescendo dentro del propio estribillo.
Cuando se lanzaba en 2010 ‘Body Talk’, una colaboración de Robyn y Snoop Dogg podía parecer improbable a priori. Pero no lo era, si teníamos en cuenta no sólo que en su renacimiento de 2005 la sueca ya flirteaba abiertamente con el rap y, sobre todo, que ya en 2007 trabajaron juntos: ella apareció en un remix firmado por Fyre Dept. para el single del rapero ‘Sensual Seduction’ (título original: ‘Sexual Eruption’). Fruto de aquel acercamiento surgió este ‘U Should Know Better’ que es una colisión directa de dos mundos: el del gansta rap con ascendencia G-funk del californiano y el electropop de Carlsson. Y lo cierto es que el choque es bastante más suave de lo que parecía. Básicamente es un corte hip hop en sus fraseos sobre una potente base con un tempo muy ágil, ante la cual cada uno de los intérpretes mantiene su propia cadencia en el “ego trip” de la letra. Tuvo un vídeo oficial que, precisamente, planteaba ese crossover: un niño clavadito a Robyn que se esfuerza por conquistar a una joven con un asombroso parecido a Snoop. Hay cameo de este en forma de muñeco perverso y una aparición sorpresa de la protagonista del single.
Antes citábamos a Christian Falk como uno de los artistas cruciales en la carrera de Robyn hasta que falleció en el año 2014 víctima de un cáncer de pancreas, con tan sólo 52 años. Falk había militado en grupos seminales de la escena punk y post punk sueca de principios de los 80, hasta que en los 90 comenzó a interesarse por el hip hop, la electrónica y se ganó un nombre como DJ y productor –entre sus trabajos están varios temas del notable debut de los loquísimos Whale, que quizá alguien aún recuerde por aquí–. Aunque no fue un productor decisivo en los primeros discos de Robyn sí pareció marcarla profundamente en lo estético y lo musical años después. Y como ejemplo este ‘Better’ que abría ‘Quel Bordel’, debut como artista principal de Falk y en el que también encontramos a otra sueca de pro con la que nos encontraremos más adelante: Neneh Cherry. ‘Remember’ es un tema audaz y elegante, con muchísimas capas que apuntan en distintas direcciones y con la voz de nuestra heroína como protagonista. Hoy sorprende sobre todo la vigencia de su sonido y lo fresco que suena: ¿no podría ser esto un tema de factura reciente de la propia Carlsson? Normal que su pérdida la traumatizara tantísimo como para cancelar una gira.
Con apenas 10 años, Robin Carlsson comenzó su carrera artística como actriz de doblaje de una película de animación infantil sueca basada en ‘La tempestad’ de Shakespeare, nada menos. Tras cantar algún tema en televisión, fue descubierta por la cantautora Meja, que vio en ella un filón como estrella infantil. Y, con 15 años, estaba ya trabajando con Max Martin y el ya citado dúo Ghost, con los que co-escribió este ‘You’ve Got That Something’ que se convirtió en el primer single oficial de su carrera. ¿Y qué cabría esperar de una canción iniciática escrita en plena pubertad? Pues lo cierto es que posiblemente NO esta estupendamente construida réplica actualizada (a mediados de los 90, claro) del soul de la Motown que encumbró a Michael Jackson y sus hermanos (a ellos suenan esos coros doblados del estribillo), elegante y pasmosamente bien cantada (¡y escrita!) para ser una niña de 15 años. Entró en listas suecas, alemanas y británicas, y de inmediato la empujó a trabajar de lleno en ‘Robyn Is Here’, debut discográfico del que esta fue su primer single.
A sus 20 años, y tras el exitazo de su debut, Robyn abandonó la pose de niña buena y el R&B-soul-pop en los cánones en su segundo largo. Un ‘My Truth’ en el que abrazó una estética post-Björk, los ritmos drum and bass, el acid-jazz y los arreglos orquestales… Todo lo que se llevaba en la escena del pop electrónico de fin de siglo, vaya. Esa nueva apuesta era, efectivamente, un batiburrillo, que además estuvo envuelto en polémica: Robyn se había quedado embarazada y había sufrido un aborto, una pérdida dolorosa que plasmó en dos de sus canciones –’Giving You Back’ y ’88 Days’–, de las que estaba especialmente orgullosa. Algo que, según acaba de revelar, no gustó nada a la división yanqui de su compañía, RCA, temiéndose represalias de los sectores conservadores de la puritana sociedad de EEUU. Trataron de sacar esos temas del minutaje y, ante la negativa de Robyn, el disco no se llegó a lanzar en Norteamérica, truncando posiblemente el camino estelar de la sueca allí. En todo este marasmo, entre canciones melifluas como ‘Play’ y la estupenda ‘Main Thing’ (en realidad una versión de un oscuro tema disco-house del 86), brillaba una de sus primeras colaboraciones con el que fuera uno de los artistas más importantes de su carrera, Christian Falk. Con él firmaba la canción que lo cerraba, un tema de arreglos preciosos de guitarra, piano y cuerdas, sobre una sutil y atractiva base drum and bass que remite no poco a ‘Walking Wounded’ de Everything But The Girl, publicado un par de años antes. Y además con germen feminista en su letra. Toda una joya escondida.
Después de convertirse en una estrella adolescente internacional (su éxito llegó a EEUU) a mediados de los 90 con ‘Robyn Is Here’, Carlsson fue mostrándose como una artista menos manejable de lo que aparentaba. Lo mostró en parte de ‘My Truth’ –1999– y también en ‘Don’t Stop The Music’ –2002–, su tercer largo. Apoyada como en toda esta primera etapa en el tándem de productores y compositores Ghost –Ulf Lindström y Johan Ekhé–, logró cierto éxito con singles más o menos ortodoxos para la época (ya sabéis, un puntito alternativo, pero sin pasarse) como el que daba nombre al disco y ‘Keep The Fire Burning’. Pero una de las composiciones que no fue single y que mejor perviven hoy es ‘Blow My Mind’, una de las pocas del disco que escapa al dúo de productores de cabecera. Y es que se trata de una producción del entonces cotizado Guy Sigsworth, que tras el pelotazo de su ‘Crazy’ junto a Seal trabajó repetidamente con Björk, Madonna o Imogen Heap. Este medio tiempo marcado por el coro que repite el título de la canción machaconamente tiene su sello, en esas baterías bombásticas y toques de psicodelia electrónica. Una muestra de que Robyn estaba preparada para escapar de los estereotipos del pop mainstream.