Como viene ocurriendo desde que se anunciara la existencia del proyecto que une a Niño de Elche y Los Planetas (además de otros artistas más en la sombra como Pedro G. Romero o los artistas visuales Javier Aramburu –mítico creador de portadas del indie y miembro de los no menos míticos Family– y Andrés Duque), Fuerza nueva han aprovechado fechas tradicionalmente señaladas en el calendario (Año Nuevo, Día de Andalucía, Viernes de Dolores) para publicar sus «himnos».
Y el 18 de julio es el día que durante toda la dictadura franquista se celebró como el Alzamiento Nacional, señalando el golpe de estado contra la Segunda República Española que dio Francisco Franco y sus aliados. Así que es un momento «inmejorable» para que Fuerza nueva promocionen ‘Una, grande y libre’ –lema por antonomasia del franquismo–, su primer single físico. Se trata de un 7″ con arte de Aramburu que ya está disponible en pre-venta y que contiene dos canciones: ‘Una, grande y libre’ en su cara A y ‘La canción de los gitanos’ –una interpretación del ‘Gelem Gelem’, el himno de los gitanos– en su cara B.
Pero antes de que se publique oficialmente, hoy se presenta una versión alternativa al corte que protagoniza este single, que estrenamos en JENESAISPOP. Rebautizada con sorna ‘Una, glande y libre’ –su portada, con un pene enhiesto con dos caras de una peseta pre-constitucional a modo de testículos, no da lugar a pensar que sea un error tipográfico–, se trata de la canción interpretada en solitario por Jota de Los Planetas, y que estará disponible exclusivamente en formato digital. Su letra, evidentemente instigada por la actual alianza en Andalucía y otros territorios del país de Vox, Partido Popular y Ciudadanos, califica a este trío como «la misma mierda», que «ni es derecha ni es ná».
Tal cual arranca la canción en voz de Jota, que continúa: «Lo que hace falta es que vuelva Blas Piñar / ¿dónde ha quedado la idea de aniquilar / a los gitanos, a los moros, a los maricones? / Lo que pasa es que no tienen cojones / pá decir «somos superiores / porque Dios nos ha hecho mejores», continúa dulcemente cantando el vocalista de Los Planetas sobre un fondo musical bonito y armonioso. Evidentemente, y como apunta el ya imprescindible texto explicativo de Pedro G. Romero –que reproducimos a continuación; las negritas son como (casi) siempre nuestras–, detrás de tan sonora e irónica declaración hay una intención de desvestir el discurso de aquellos. Para Fuerza nueva es, a todas luces, una mascarada del auténtico deseo (inconfesable, por ahora) que esconden muchos votantes de estos partidos: el regreso del franquismo.
«El proyecto surgió con reflexión, precauciones, preocupaciones. Fuerza Nueva, así, en mayúsculas, siempre tan fascistas las mayúsculas o, mejor, Fuerza nueva, aliviando el juego y la provocación, el escándalo, ese signo ortográfico que Pasolini comparaba a las exclamaciones que se ponen a la frase para subrayar la necesidad, la pertinencia de algo. Claro que sí, todos han reconocido esa afinidad con el New Order de la Joy Division, todo eso estaba en el ADN de Los Planetas y ese escudo simbólico era también el Niño de Elche. Cuando deciden dedicar el trabajo a cierta himnología, sí, se trataba de una conversación política, no tanto de una toma de posición, de un partido, que ya estaba, más bien de la convicción de que toda canción es una canción política, su circulación, su puesta en el espacio público siempre son políticas. Peter Szendy en su Filosofía del Jukebox nos ha recordado como la escucha de la música popular fue atravesada por la técnica –microfonías, radiodifusión, grabaciones analógicas y digitales, conciertos y festivales, redes- de tal manera que pareciera necesario que cada canción, cada canción de amor incluso, tendría que reforzar su instrumental político bajo peligro de quedarse si no, simplemente, en mera mercancía, economía, herramienta al servicio del capital más banal. Para Niño de Elche, para Los Planetas, la canción, la idea de canción, de hit, de “grandes éxitos” ha sido siempre un objeto de trabajo, cosa de reflexión. No se trataba solo de música si no de hacer canciones y de ponerlas en circulación y de darles alcance y de construir públicos. Todo eso es política.
Una modesta proposición para prevenir que los niños de los pobres sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público se llamaba el libelo de Jonathan Swift, famoso por sus Viajes de Gulliver, y venía a decir algo así: ¡comámonos a las niñas y niños!, guisémoslos, pongámoslos en conserva, no sólo alimentaremos a la necesaria mano de obra, ¡hambrienta!, también acabamos con numerosísimas bocas que tendríamos que alimentar. Y el clérigo Swift lo presentó como programa político, digamos que en serio, aunque siempre pensó que el lector, inteligente siempre, se lo tomaría a chota. Pero no siempre es así, no siempre. Por eso, cuando Los Planetas cantan esto de Vox, Ciudadanos, Partido Popular… y parecen parafrasear las recetas que aparecen en sus programas políticos, donde nos proponen, en serio, como aliñar, salar, cocinar, conservar, empaquetar, distribuir y ofertar a nuestras niñas, niños e infantes de género no marcado, como convertirlos en embutido y acabar así con el paro, la emigración y la inmigración, incluso con el nacionalismo catalán si nos decidimos de verdad a engullir butifarras. Pero la gloria de esta letrilla, de este dircursillo, está en su cantable. Una maravilla inquietante. Los Planetas, es verdad, acostumbran a regalarnos himnos, melancólicas elegías sobre el amor, la amistad, la vida tóxica, lo que se pierde… pero ahora, con esta cancioncilla nos cogen a traición y tarareamos, silbamos, canturreamos, como quién no quiere la cosa, como si fuesen reconfortantes palabras de afecto eso, eso terrible, porque son inferiores pero no son tontos y se van a dar cuenta que se lo estamos robando todo. Como en el mejor Georges Brassen, como en el mejor Chicho Sánchez Ferlosio, las palabras hieren a contrapelo.
Ya vienen las elecciones/Y todo el mundo viene a votar/Que voten por el partido que a cada cual le convenga más/Yo tengo mi partidito que segurito que va a ganar/Y a todos pido que voten por el partido por la mitad… el hit, el éxito Partido de la mitad, lo lanzó Lola Flores en 1976 y anunciaba ya un mundo en que los actores, los cantantes y las estrellas de la televisión ocuparían la primera línea de la política. Ni la propia Lola sabría que cuando proponía a Antonio Gades de Teniente Alcalde de la Ciudad, el bailaor fundaba, con el poeta Joan Brossa, el clandestino Partido Soviético de las Repúblicas Socialistas de los Países Catalanes, que ahí es ná! ¡Que diferencia con el pobre Morante de la Puebla que acude a los mítines de Vox intentando escapar de sus complejos frente a José Tomás! Así que el dadaísmo de la Flores -¡dios mío, Juanito Valderrama de embajador de España en Portugal, que gran idea, que gran fado!-, en efecto, anunciaba el protagonismo de las guerras culturales en la política, la banalización de sus usos en pos de una semiótica de la identidad, convertido todo en banderines patrióticas, medallitas de la Virgen o spot publicitario. Después de Debord pero antes que Vargas Llosa, Lola Flores daba cuenta del camino de espectacularización que iba a tomar la política y, también, como no podía ser de otra forma, del desapego, la banalización, la futbolización –el maldito camino agónico-, la trivialización, la comercialización de la misma política y, paradójicamente, de su “politización”, entendida esto como algo dañino, degenerado, miserable, en las mismas sendas que viene tomando el ascenso del nuevo fascismo …eso es todo la misma mierda. Gilles Deleuze proponía que, ante las elecciones, las elecciones formales de las democracias liberales bajo el régimen de vida burgués y la economía capitalista financiera, debía optarse por una “política menor”, en el sentido de aminoramiento del gesto significativo de ir a votar, pero también, tomando el extrañamiento participativo como una opción extranjera. Votamos, sí, desde el afuera, como quién vive en otra país y habla otra lengua y, en ese sentido, haciendo causa precisamente con esa condición de extranjería a la hora del votar. Nada de identificarnos con la nación, con lo idéntico, con nuestros intereses más nuestros. Votar pensando en lo que vota el migrante, el errante, el que vamos dejando afuera, el verdadero extranjero (gitanos, moros, maricones). Sí, se trata de una modesta “intervención para intervenir” en los tiempos que corren. Sí, lo de Los Planetas, su modesta proposición».