Derby Motoreta’s Burrito Kachimba buscan el decibelio imposible en un Santander Music que recibe a Bad Gyal con reservas

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Derby Motoreta’s Burrito Kachimba buscan el decibelio imposible en un Santander Music que recibe a Bad Gyal con reservas

Santander Music ha vuelto una edición más a celebrarse en la explanada de la Campa de la Magdalena, un recinto que, frente al mar y con su componente natural, proporciona un antídoto de comodidad frente a los ajetreadísimos macrofestivales que hemos atendido durante el verano. En su lugar, Santander Music es un festival pequeño, familiar incluso, sin demasiada concurrencia de público al menos en jueves, lo cual se termina notando para bien y para mal. [Fotos: Enrique Santiago para Santander Music Festival.]

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No hay un gran peregrinaje de asistentes a La Magdalena en la tarde del jueves. Aunque el público va aumentando lógicamente durante la noche, desde el principio queda claro que viernes y sábado serán los días importantes del festival. Esto significa que no hay demasiada gente en el concierto inaugural de La Plata, aunque sí la suficiente para advertir al menos una fila de fans emocionados con las vibrantes canciones punk de ‘Desorden’. Gracias a sus desesperanzadas letras y grandes estribillos, hemos escuchado ya tantas veces en directo canciones como ‘Miedo’, ‘Un atasco’ y ‘Tu cama’ que estas ya han empezado a adquirir un elemento atemporal. ¿O debería decir clásico? Aunque suene a cliché decirlo, incluso el grisáceo día que hace en Santander aporta un fondo visual estupendo para los temas que Diego Escriche y compañía se encuentran presentando.

Cuando ya ha oscurecido casi del todo, es turno en Santander Music de que Derby Motoreta’s Burrito Kachimba -otra vez he tenido que mirar el nombre para escribirlo correctamente- monten el verdadero primer “show” del festival. Su aflamencado rock psicodélico tiene potencial masivo como demuestra la cantidad de gente que se acerca a su concierto, y además el grupo trae un sonido tan alto que, por mucho que te escondieras bajo la tierra cual topo, este terminaría arrasando contigo. Los seis integrantes del grupo, incluido un Piranha que, al frente del micrófono, parece salido de los años 70, ocupan el espacio del escenario de manera imponente, pero lo que se ve en su show son muchas ganas de diversión y macarrismo, máscara blanca del teclista incluida. Las canciones de su debut se suceden casi una tras otra con el añadido de una versión de ‘Nana del caballo grande’ de Camarón de la Isla, y muy especialmente los guitarrazos de la final ‘El salto del gitano’ consiguen elevar el show a su punto culminante.

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Al contrario que los anteriores, el espectáculo de Bad Gyal se resiente claramente de la falta de gente. O más bien se resiente la propia artista. Como se vio hace poco en el Sónar, Alba Farelo trae un show vibrante, coreografiado casi de principio a fin, lleno de temazos, y que por tanto no deja de depender aunque sea un poco de la energía de los presentes. Alba no obtiene esa energía ante una audiencia que mira su espectáculo con cierto recelo, muy poco dispuesta -a excepción de unas pocas personas- a mover el culo y básicamente a unirse a la fiesta incluso ante ritmos como los de ‘Jacaranda’ o ‘Candela’. Por momentos parece que la sexualizada actuación de Farelo, sobre todo durante algún interludio de baile, llega a incomodar a algunas personas. La cantante sortea con profesionalidad la aparente falta de interés del público, y aunque es verdad que este se anima a lo largo del show, sigue faltando energía. Mientras, Farelo alude a otro problema: el sonido. Parece que falla, y no son pocas las veces que la artista parece ni siquiera cantar por encima de los pre-grabados. Farelo así se lo comunica a los asistentes: “no os voy a mentir, estoy teniendo problemas con el sonido pero me da igual que digan que canto mal, yo lo doy todo”. Agradecida en todo momento por el apoyo del público que le ha permitido alcanzar el éxito, Farelo presenta ‘Hookah’ y otros de sus temas inéditos con soltura, mientras las bailarinas y sus pasos imposibles provocan alaridos sobretodo en las primeras filas, pero el “feedback” nunca es el esperado. Solo en ‘Santa María’ –que se confirma como todo un hit– y ‘Fiebre’ se anima realmente la cosa, pero llegan un pelín tarde.

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Después de quemar un poco de zapatilla en la carpa de DJ’s, donde se pinchan hits de los 90 remezclados con ritmos EDM, salen al escenario Carolina Durante. La primera vez que vi en directo a Diego Ibáñez y compañía fue en el festival Cara B de Barcelona y su concierto fue imponente y espectacular, pero esta vez la sensación es de cierta decepción. ¿Será el sonido? Desde luego la banda no puede entregarse más en el escenario, pero me parece que el problema reside en un repertorio demasiado homogéneo. Con su álbum ya en el mercado, está muy claro exactamente cuáles de sus canciones funcionan y cuáles no. Las que podemos considerar clásicos, como ‘El año’, destacan en el concierto muy por encima del resto, mientras las más celebradas con mucha diferencia siguen siendo las que, de hecho, no están incluidas en el disco: ‘Perdona (ahora sí que sí)’ es coreada a pleno pulmón aunque parece que el grupo la acorta demasiado pronto, ‘El himno titular’ sigue arrasando incluso entre la afluencia de cayetanos presentes y ‘En verano’ sigue emocionando como el primer día. Cuando Diego anuncia que al grupo le queda por tocar una canción, está claro que ‘Cayetano’ va a acabar con todo, pero aunque obtiene una respuesta buena, también es más moderada de lo habitual. ¿Será que la gente se reserva los ánimos para el fin de semana? Por otro lado y justo antes de terminar, el grupo no deja de destacar la variedad del cartel de Santander Music, evidente en el hecho que ellos mismos actúan justo después de Bad Gyal, y antes del nombre más popero de todo el cartel del jueves.

Ya de madrugada, Amatria aparece en el escenario para seguir presentando las pegadizas canciones de ‘Algarabía’, su álbum de 2017, y otros de sus éxitos. El cantante hace bailar a la masa congregada con los ritmos electropop de ‘Discordia’ o ska de ‘Encaja’, y a su guitarra acústica pegado presenta temas más tranquilos como ‘Un poco de fe’ y nunca parece que son las 2 de la mañana: el artista anima totalmente el «mood» del público gracias al buen rollo que desprenden sus canciones y él encima del escenario. ‘Chinches’ es especialmente celebrada para sorpresa de absolutamente nadie y el artista se reserva para el final una ‘El golpe’ para la que invita a amigos a subir al escenario, montando casi literalmente una fiesta.

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