Blanck Mass, el proyecto de Benjamin John Power de Fuck Buttons, ha publicado este año un álbum asfixiante que nos habla sobre lo lejos que está llegando el consumismo, sobre nuestra implicación en él, sobre cómo hemos «traicionado nuestros propios instintos jugando con nuestro propio futuro» y de cómo la tristeza que ha sentido el artista durante el último año se corresponde con el mundo global. Por alguna razón pensé en Rocío Monasterio cuando escuchaba una voz femenina que suena en el álbum ‘Animated Violence Mild‘ y Rocío Monasterio -cuyo partido está disparado en las encuestas- hablando de capitalismo salvaje en la tele fue lo último que escuché en la tele antes de bajarme al concierto que Blanck Mass ofrecía anoche en La Boite de Madrid.
Este club, acostumbrado a minishows de La Prohibida en bucle y a fiestas tipo Sassy, se transformó en una explosión de decibelios que superaba por mucho el momento más brutal de My Bloody Valentine. El público era también 90% masculino, como en el Ultra Pop, pero no para bailar ‘Mayores’ y ‘No me acuerdo’, sino para entregarse a la mezcla de electrónica experimental, metal y distorsión que Blanck Mass desplegó en solitario, dañando tanto nuestros oídos como la maldad del mundo lo ha hecho con los suyos.
Benjamin John Power parecía un personaje muy querido entre el respetable, pues Fuck Buttons fueron uno de los grupos más importantes de la década pasada, y su música actual funciona igualmente gracias a los guiños melódicos que se asoman en canciones como ‘House vs. House’, ‘Death Drop’ o ‘Love Is a Parasite‘, todas las cuales agilizaron su repertorio durante su extensísima duración. ‘Dead Format’, por su parte, fue capaz de poner al público a bailar en la pista por lo que tiene de ritmos techno. Aupado tras su portátil y cogiendo el micrófono puntualmente para gritar cosas ininteligibles, Blanck Mass se sirvió de proyecciones también distorsionadas, indescifrables, abstractas, para complementar. El público conectó hasta el punto de que incluso 10 minutos después de terminar el concierto, siguió esperando un bis que no llegó, más que nada porque las extrañas proyecciones continuaron cuando ya no quedaba música. Pero Benjamin John ya sólo salió a saludar. En cualquier caso, un arsenal de música angustiosa, existencialista, como la semana que nos está tocando vivir. 8.