Christina Rosenvinge ofreció anoche en Barcelona el penúltimo concierto de la gira de ‘Un hombre rubio‘, que esta noche concluye en Madrid. La autora de ‘La distancia adecuada’ ha vivido un año pletórico gracias a este disco que se cuenta entre los mejores de toda su carrera, una trayectoria que abarca décadas y decenas de discos que no ha hecho más que conocer nuevas cumbres creativas sobre todo desde el lanzamiento, en 2008, de ‘Tu labio superior‘, y que a finales de 2018 valía a la cantautora madrileña el prestigioso Premio Nacional de las Músicas Actuales otorgado por el Ministerio de Cultura y Deporte.
El primer concierto de la gira de ‘Un hombre rubio’ -como la propia Rosenvinge recordó anoche pocos minutos después de aparecer en el escenario de Sala Apolo- tuvo lugar en una fecha tan señalada como el 8 de marzo de 2018, el día de la histórica manifestación feminista que Rosenvinge aprovechó, no para cancelar su presentación, programada desde hacía meses, sino para convertirla precisamente en un lugar de reivindicación. Poco más de un año después puede decirse que parte de ese discurso de ‘Un hombre rubio’ que cuestiona el género desde una perspectiva feminista ha llegado al Gobierno, pero en el show de Rosenvinge solo hubo espacio para la reivindicación explícita en temas como ‘Alguien tendrá la culpa’ o ‘Berta Multiplicada’. Tampoco se echó en falta porque el concepto de ‘Un hombre rubio’ obviamente no ha perdido vigencia poco más de un año después de su lanzamiento, al abogar por la necesidad de una figura masculina en nuestra sociedad capaz de expresar sus emociones, y que a consecuencia de ello sea también mejor amigo, pareja o padre. Porque aunque Rosenvinge considera que esa figura masculina pertenece a «otras generaciones» (palabras expresadas por ella durante el directo), no deja de apuntar que su rol «nos ha influido mucho» y que aún existen «hombres rubios» incluso en las generaciones actuales, los cuales pueden ser nuestros propios padres o incluso nosotros mismos, pero también mujeres.
El concierto alternó momentos de carga emocional con otros más amenos. ‘Pesa la palabra’ sirvió a Rosenvinge precisamente para volver a introducir el concepto de ‘Un hombre rubio’, pero ‘Lo nuestro‘ -un disco igual de reivindicable’- dio pie a instantes divertidos como el «petit respingo» de ‘Romeo y los demás’ o ‘La muy puta’, dedicado a un «affair» que la artista mantuvo con un chico «escandalosamente más joven» que ella. Como explicó al público, Rosenvinge juró al chico que él moriría antes que ella porque ella siempre llega tarde a los sitios y, por tanto, nunca habrá manera que la muerte la pille. Sin embargo, entre recuerdos necesarios a sus momentos más disonantes (‘Mi vida bajo el agua’, ‘La tejedora’) tanto como a los más alegres (‘Ana y los pájaros’) o incluso a esas canciones que desaparecerán del repertorio tristemente (no todas «sobreviven», algunas «mueren» o «dejan de tener sentido»), se siguieron imponiendo los episodios clave de ‘Un hombre rubio’. Por un lado, la visión de futuro de esa ‘La flor entre la vía’ interpretada por un niño que, ajeno a dictámenes antiguos de género, «merece ser el primero de su estirpe» en representar un rol masculino que no niegue la feminidad; y por otro, ‘Romance de la plata’. La madrileña contó durante el concierto que «debía» esta canción a su padre y que la compuso después que el fantasma de este se le apareciera ante ella mientras escuchaba sus viejos vinilos. Su reflexión final en torno a esta composición fue que es «una bonita manera de reciclar nuestros peores traumas esto de hacer canciones», pero el público no fue tan modesto aplaudiéndola con el fervor que merece. Aunque en el caso de Rosenvinge, es una reflexión del todo acertada que se aplica a gran parte de su carrera.