«Mira al mundo a tu alrededor… Mejor no, no mires». Así, con esa no-tan-absurda contradicción marca de la casa, comienza una ‘The Raven’ que de algún modo podría estar relacionada con el poema de Edgar Allan Poe –su referencia a la muerte, quizá–. «Es lo que escribiría cuando escribo sobre ‘El cuervo'», canta en la letanía final de esa canción, aparentemente sin sentido. Es bien conocida que el estilo de escritura de Dan Bejar al frente de su proyecto Destroyer es una suerte de «torrente de consciencia» con referencias a la cultura popular (Johnny Cash, hoteles barceloneses, asesinos en serie y canciones propias y ajenas, entre otras cosas), con el que ridiculiza todo (a él mismo, el primero) y las palabras se suceden en un desorden consciente, a menudo justificadas por el sonido que cobran en su recitado somnoliento y perezoso (no es baladí que grabara sus pistas vocales en la cocina de su propia casa en plena noche), más que por su significado. Pero, de vez en cuando, nos abre los ojos algún latigazo de poesía poderosa: «estuve en América, estuve en Europa, es la misma mierda: miro alrededor y veo una habitación llena de mulas de carga hundiéndose eternamente en un mar de amor», canta en ‘Cue Synthesizer‘.
La decadencia de ese mundo contemporáneo antes aludido, con el «efecto 2000» como cúspide previa a una caída cuesta abajo, parece inspirar en buena medida la lírica de ‘Have We Met’, el álbum número 12 en la carrera del canadiense. Pero esa faceta no es la más sorprendente o destacada en el nuevo trabajo de Bejar. Porque en él, inesperadamente, renuncia a buena parte de ese muro de sonido que venía caracterizando a Destroyer desde la época del excelso ‘Kaputt‘ y ‘Poison Season‘. Ni siquiera prosigue la peculiar aproximación a sus sonidos británicos favoritos que acometió en ‘Ken‘. Esta vez renuncia a los arreglos orgánicos y los coros de aquellos discos y, con la asistencia de su productor de confianza en la última década, John Collins, y el guitarrista Nic Bragg, recupera el sonido sintético de aquel ya lejano ‘Your Blues’ para construir todo el álbum.
Lo cual no significa, ojo, que estemos ante un retroceso. Porque lo que entonces era una baja fidelidad forzosa, es aquí una sugerente economía de medios en la que los pocos elementos palpitan, refulgen y envuelven como si de una orquesta minimalista se tratase en la que hasta los silencios y las pausas tienen su cuota de protagonismo. Bajos –muy especialmente, absolutamente brutales en ‘Crimson Tide’, ‘Cue Synthesizer’–, unas cajas de ritmo liberadas y sucias («Cue fake drums») que por momentos suenan a baterías y percusiones reales, unas guitarras imaginativas e incisivas (¡un poco Mike Oldfield!), alternando fiereza y delicadeza, y unos teclados que, con frecuencia, llevan la voz cantante incluso por delante de Bejar. Sí, porque con este empleado en su papel de crooner altivo y decadente –eso sugiere una portada que casi está en los cánones de un Julio Iglesias o un Luis Miguel– no precisamente esforzado en los estribillos –con la excepción de la bonita ‘The Man In Black’s Blues’–, con frecuencia son riffs de piano o sintetizador los que dejan la impronta melódica más potente en estas canciones, ganchos instrumentales que resuenan en nuestra cabeza a posteriori.
Desde luego así sucede en sus singles: tanto la hipnótica ‘Crimson Tide’ –abriendo el álbum a lo grande, también con la bárbara imagen «I was more like an ocean / Stuck inside hospital corridors»– como el fascinante desarrollo de ‘It Just Doesn’t Happen‘ –cinco minutos de esos que podrían dilatarse quince tranquilamente y no aburrirían– como la citada ‘Cue Synthesizer’ –en la que Dan va casi introduciendo verbalmente los instrumentos– coinciden en eso. Pero también otros números más lentamente amasados que descubrimos con la escucha completa de ‘Have We Met’, como el precioso riff que discurre paralelo al fraseo cadente de Bejar en ‘Kinda Dark’ –¡y qué solo de guitarra, señora!–, los fraseos de Bragg que van por libre en ‘The Raven’ o el vals del espacio exterior –con ecos de Isao Tomita en sus sintes– de la bonita ‘University Hill’.
‘Have We Met’ es un disco exquisito, no cabe duda, si bien hay ciertos vaivenes en su secuencia que rebajan peligrosa e injustamente el interés. Me refiero a esa boutade llamada ‘The Television Music Supervisor’ –sobre cómo un prescriptor musical también puede estar errado en sus decisiones–, el ambiental instrumental que da título al álbum o una ‘foolssong’ bonita, extendida dos minutos con ecos de forma harto innecesaria, como un somnífero «regalo» ya en la «cara B» del disco. No dejan de guardar coherencia en la marcada propuesta estética de ‘Have We Met’, es innegable, pero rebajan la euforia –contenida, como hacia dentro– que despiertan otros momentos de la enésima muestra de genio de Dan Bejar, Destroyer.
Calificación: 7,9/10
Temas destacados: ‘Crimson Tide’, ‘Cue Synthesizer’, ‘It Just Doesn’t Happen’, ‘Kinda Dark’, ‘The Man In Black’s Blues’
Te gustarán si te gustan: The War On Drugs, Aldous Harding, Yo La Tengo.
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