El cohete de Triángulo de Amor Bizarro: ¿merecen la pena los conciertos de la nueva normalidad?

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El cohete de Triángulo de Amor Bizarro: ¿merecen la pena los conciertos de la nueva normalidad?

Esta semana ha comenzado el ciclo de conciertos «Crew Nation» en apoyo de técnicos de sonido, músicos y personal de gira, sector obviamente afectado por la pandemia de covid-19. Triángulo de Amor Bizarro actuaban el jueves, en la que era una cita especialmente atractiva, puesto que presentaban un nuevo álbum lanzado en pleno estado de alarma. El grupo liderado por Isa Cea y Rodrigo Caamaño cumplía pese a sus propias reticencias: él no dijo ni mu, pero ella manifestó sus dudas previas de poder dar un concierto frente a un público sentado, «con máscara y todo». «Pensaba que lo iba a pasar fatal, estaba muy nerviosa», reconoció antes de agradecer a la gente por lo que finalmente fue una experiencia grata, aunque no plenamente satisfactoria. Foto: Alfredo Arias para Live Nation.

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Triángulo de Amor Bizarro estuvieron estupendos, como siempre, desplegando un repertorio atractivo y sólido, comenzando con la dub ‘No eres tú‘, y enseguida recuperando una gran colección de pequeños «greatest hits», como ‘El fantasma de la transición’, ‘Nuestro siglo Fnord’ o ‘Amigos del género humano‘. Lo de disfrutar del concierto como solíamos ya es otro tema. Esto no era un show con orquesta de Rufus Wainwright, por lo que permanecer sentado durante una hora y media mientras la banda gallega soltaba un cañonazo detrás de otro, era bastante frustrante. Nadie debería temer por la covid-19: es más fácil contagiarte en el metro, en tu puesto de trabajo o en un cumpleaños familiar. En este ciclo no está permitido bailar, ni levantarte, ni aconsejado abrazar a tus amigos, ni compartir esos minis de cerveza que en La Riviera cotizan a 10 u 11 euros. El uso de mascarilla era obligatorio durante el evento, antes y después, y el personal de seguridad -con la paciencia de un santo y una educación digna de elogio- animaba incluso a los bebedores a usar mascarilla entre trago y trago. El gel higienizante saludaba desde las barras. Se han habilitado servicios nunca vistos en la sala y se respetaba la distancia de seguridad en la cola de los mismos. Dos asientos vacíos, o incluso tres, se dejaban entre grupo y grupo de amigos. El evento parecía llevar el sello de seguridad hasta del Fernando Simón más escéptico, ese que ha pedido a los jóvenes que esperen al año que viene para pasárselo bien a la antigua usanza. «No es una cadena perpetua, es un año», apuntaba el ministro de Sanidad Salvador Illa a su vera. La pregunta es si no nos volveremos locos por el camino.

La disciplina del público, que fue elogiada por la organización mientras se daban las indicaciones de salida, fue un 10. Otra cosa es el recuerdo agridulce que uno se lleva de un concierto de rock, donde las sillas tienden a sobrar, en esta «nueva normalidad». Isa trató de animar al público desde el principio, indicándole que imaginara que estaba sentado en un «cohete»… y funcionó cuando empezaron a sonar las canciones-apisonadora de la banda. Al menos durante la primera hora. Cuando llegaron los pesos pesados del repertorio en la segunda mitad del concierto, que si ‘Baila sumeria’, que si ‘Estrellas místicas’, que si ‘Les llevaré mi cruz’, que si ‘Barca quemada’ siempre seguida de ‘De la monarquía a la criptocracia’, que si ‘Seguidores’… lo de no levantarse a hacer pogos empezó a parecerse demasiado a un castigo. «¡¡Puto virus!!», había gritado Rodrigo en medio de ‘Ruptura’. Pues eso.

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Después, hay cosas que sí maridaron, como el aire surrealista a lo ‘Twin Peaks’ de ‘Cura mi corazón’ y sobre todo una cierta sensación de cine de verano o de fiestas de pueblo, de lo más reconfortante. La disposición de las sillas, esa gente levantándose de su asiento a por bebida sin miedo a perder su sitio, el buen rollo generalizado, esa persona «sin parar de beber» a la que tuvieron que ayudar a ponerse su mascarilla entre tres personas, la camisa estampada de Rodrigo… Una pena que no sonara ‘A Cantiga de Juan C’. Y la banda lo dio todo pese a que, efectivamente, el panorama de tocar para medio millar de personas enmascaradas debe ser desalentador. Tanto Rodrigo como Isa están ganando confianza soltando sus instrumentos para realzarse como vocalistas en ‘Ruptura’ y ‘No eres tú’ respectivamente: ella es cierto que cada vez canta mejor, y él convirtió en todo un tiro ‘Canción de la fama’. La complicidad con el público les llevó a añadir algún tema que no parecía estar en el setlist, sin paripé de bises. La cara de Isa cuando Rodrigo tocó los primeros acordes de ‘Seguidores’ fue de que aquello no estaba preparado. 7,5.
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