Prometo que aquel programa en el que Rodolfo Chikilicuatre, ayudado por Andreu Buenafuente, derrotó a ‘La revolución sexual’ de La Casa Azul en la lucha por acudir a Eurovisión, trajo alguno bueno. Aquel despropósito se llamó irónicamente ‘Salvemos Eurovisión 2008’, y resulta que a Raffaella Carrá le había dado por aceptar presentarlo pese a lo poco prometedor del asunto. Guille no lo dudó un momento, y cuando acabó de cantar, afónico perdido, se acercó a ella y le dijo algo así como que todo aquello de Eurovisión a él le daba igual, que no era más que «una excusa» para estar «a su lado». A continuación, se arrodilló, mientras Raffaella, siempre con tantas tablas televisivas, se partía la caja y gritaba: «¡No, por favor!». Esto ha pasado de verdad. Foto: Julio Vergne.
De vez en cuando alguien reivindica a Raffaella Carrá tanto por su inigualable carisma como por sus canciones: ‘Rumore’ es una composición que lo mismo te puede versionar Alaska que Sociedad Alkohólica. Pero ya era necesario que se organizara algo más grande, como esto. En un año 2020 que paradójicamente ha sido estupendo para la música pop y el brilli-brilli, desde los mallots deportivos de Dua Lipa a la fantasía cromática de Lady Gaga, aquí tenemos este estreno: ‘Explota explota’, un musical orquestado a partir de canciones de la Carrá. Un musical que ha construido su guión en base a letras cantadas por la artista italiana en castellano, a lo ‘Mamma Mía’.
El director novel Nacho Álvarez, que entiende que Raffaella fue «una mujer que rompió las reglas», decide situar la trama en 1973, los últimos tiempos del franquismo, y en los platós de Radio Televisión Española, para hablarnos de quebrar esas reglas, de censura, de libertad de expresión y algo de feminismo. El centro neurálgico del musical es un programa de variedades de los que durante décadas hubo los sábado noche, por marciano que resulte recordarlo, pero la España que se nos muestra en este caso es bastante más recatada de lo que veíamos hace unos días en ‘Cine de Barrio’ con una película estrenada en el mismo 1973, centrada en un prostíbulo de pueblo.
En todo caso, el realismo no tenía que ser el fuerte de lo que se plantea como una comedia romántica, entretenida, de «chico conoce chica» o viceversa, con una estética a medio camino entre ‘Los amantes pasajeros’ de Pedro Almodóvar y algún revival sesentero y popero inofensivo tipo ‘Abajo el amor’. El protagonista es Fernando Guallar, muy guapo, sí, pero más tieso en su cometido bailarín que un presentador en Telepasión, mientras Ingrid García-Jonsson hace lo que puede por convertir todo esto en el nuevo ‘Al otro lado de la cama’, ensombrecida por una secundaria estupenda, Verónica Echegui. Viviendo su ‘8 apellidos vascos’ particular, y pese al arquetipo de extremeña/andaluza salá, Echegui se queda todos y cada uno de los pocos momentos cómicos de la cinta.
Dejando tantas dudas como placeres culpables, del papel desangelado de Fernando Tejero a la desganada implicación de Raffaella Carrá, pasando por Natalia Millán haciendo de diva (¿Rosa de España?) o las canciones que es «un dolor» que falten; ‘Explota explota’ sabe demasiado a pasado, incluso para algo inspirado en una revista tipo José Luis Moreno, sobre todo después de la pequeña renovación del género que supuso ‘La llamada’, también con su trama monjil. Aun así, una ocasión para que gemas como ‘Sin ti’ o ‘Lucas’ puedan ser redescubiertas o descubiertas masivamente gracias a la banda sonora de la cinta, en cuyos créditos finales aparece Ana Guerra revisitando ‘En el amor todo es empezar’. 5,5.