Greta Van Fleet, Ariana, Lizzo: la crítica musical no está para haceros la pelota

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Greta Van Fleet, Ariana, Lizzo: la crítica musical no está para haceros la pelota

Greta Van Fleet es una de las bandas más exitosas del momento que peor críticas recibe. La media de su disco de debut ‘Anthem of the Peaceful Army’ es de 53 sobre 100, a todas luces paupérrima para un grupo de su tamaño, y las reseñas que el largo recibió en su momento no escatimaron en malas palabras hacia la formación estadounidense. La crítica principal que los medios han enarbolado hacia Greta Van Fleet es el parecido nada disimulado de su sonido con el de bandas de hard-rock clásico de los 70 como Led Zeppelin o Cream, hasta el punto de parecer una copia sin gracia de estos. En el mejor de los casos se decía que Greta Van Fleet componen buenos temas que no suenan a ellos mismos, en el peor que sus fans deben haber entrado en «muerte cerebral» si son capaces de comprar sus discos y entradas de conciertos.

Hace unos años, con la llegada de Greta Van Fleet a España, comentábamos el extraño fenómeno de este grupo que ha sido tan capaz de arrasar en el plano comercial o de encandilar a las instituciones -han ganado un Grammy y han estado nominados a varios- como de ganarse el rechazo casi unánime de la crítica especializada, en plena fase «poptimista» si se ha atrevido a plantarle un 7,2 al disco de Bieber. Los llamábamos los «Chainsmokers» del rock sin dejar de recordar el 1,6 sobre 10 que le encasquetó Pitchfork -el medio musical más prestigioso ahora mismo, mal que pese a sus detractores- en la reseña de su disco, absolutamente humillante. Y ahora, como anticipándose a las malas reseñas que recibirá su nuevo trabajo, Greta Van Fleet han decidido posicionarse sobre el asunto, aunque solo para demostrar que hasta para opinar sobre crítica musical son poco originales.

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El cuarteto de Michigan ha concedido una entrevista a The Guardian para hablar sobre su inminente segundo disco, ‘Battle at Garden’s Gate’, que el medio británico asegura «lleva más lejos incluso el compromiso de la banda con el sonido estruendoso los 70, hacia una nueva cumbre». En el artículo, The Guardian da a entender que ‘Battle at Garden’s Gate’ será otro disco que los fans de Greta Van Fleet amarán y los detractores vapulearán. Cuando el grupo es cuestionado sobre las malas críticas que ha solido recibir su música y también la voz de su cantante, Jake Kiszka, que ha sido comparada con la de una «hiena eyaculando», el músico responde que «algunas personas están escribiendo sus artículos en el sótano de su madre y están de mala hostia porque nosotros estamos haciendo algo (importante)».Y añade que «si tu carrera se basa en escribir cosas negativas sobre la gente, estoy seguro de que tienes otras cosas mejores que hacer».

La reflexión que Kiszka hace sobre la profesión de la crítica musical no es nueva. Viene a decir que los críticos musicales son músicos frustrados que no han prosperado en la vida ni lo harán a menos que dejen su trabajo y empiecen a hacer lo que verdaderamente les entusiasma, que ya os lo digo, no es escuchar los discos de Greta Van Fleet. El enfado de Kiszka con los medios musicales es comprensible desde la perspectiva de que el grupo de hecho es conocido por recibir malas críticas. Tampoco es justo pedir a cuatro muchachos que no llegan ni a los 25 años que sepan encajar todas las críticas negativas que recibe su trabajo, sobre todo si estas son mayoría, aunque tampoco está de más recordar que las reseñas positivas hacia su obra existen, y no son difíciles de encontrar. En serio, no me lo estoy inventando. Sin embargo, las palabras de Kiszka desprenden cierto tufo a condescendencia, clasismo y complejo de superioridad.

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Cuando Kiszka da a entender que los críticos musicales nos dedicamos a esta profesión porque estamos enfadados con el mundo -y quién no- y queremos pagarlo con alguien, aunque ese alguien sea un grupo de éxito multimillonario al que ese crítico jamás va a conocer en persona, y tampoco es que sea necesario porque está valorando su trabajo, no si sus integrantes son buenas personas o no, sin darse cuenta denigra una profesión que es todo un arte en sí mismo si se hace bien, exactamente como la música. Sí, hay críticos que preferirían ser músicos y que sueñan con poseer ese talento, de igual manera que hay otras personas que trabajan de una cosa y preferirían dedicarse a otra. No todo el mundo tiene la suerte de convertirse en una estrella del rock o de ganar millones copiando el sonido de otros, algunos ni siquiera deseamos tal cosa. Bueno, los millones sí.

Por otro lado, cuando Kiszka menciona a esas personas que escriben en el «sótano» de sus madres, desconoce por completo sus circunstancias personales, y además hace una generalización nada fundamentada. Yo he entrevistado a cientos de artistas mientras vivía con mis padres porque el dinero no me daba para otra cosa en ese momento. He hablado por teléfono con Michael Kiwanuka desde mi minúscula habitación. He charlado con TLC sentado en una miserable mesa plegable. Leon Bridges me dio una entrevista tan sosa que por un momento pensé que la suerte la tenía yo. Y, de todas formas, ¿qué tiene de malo escribir en un «sótano» si no se tiene acceso a un espacio en condiciones? ¡Qué manera de mirar por encima del hombro! Y todavía no he mencionado los millones de estudiantes estadounidenses que se ahogan en deudas, a los cuales cualquier trabajo les vale para ganarse el pan. Ni siquiera me tengo que ir tan lejos: en España las cosas están fatal y dedicarse a la crítica musical ahora mismo es casi inviable para muchos. Pero, sorpresa, resulta que esta es la profesión de mucha gente (!), el deseo de otra (!!), y también es una pasión personal, sobre todo si de trata de escribir sobre buena música.

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Cada vez que un artista opina en estos términos sobre la profesión de la crítica musical, dando a entender que solo vale si habla bien de ellos (lo cual es una paradoja, es imposible que la crítica sea solo positiva, en eso consiste criticar), me acuerdo de aquel salvaje artículo que publicó un medio de Phoenix (la ciudad, no el grupo) poniendo de vuelta y media a Ariana Grande y a Lizzo por expresar en Twitter opiniones muy parecidas, pero con peores palabras incluso. La autora de ‘positions‘, haciendo gala de esa condescendencia disfrazada de bondad que caracteriza a las personas que se creen superiores a los demás aunque no lo reconozcan, dijo que «la gente que trabaja en todos esos blogs está muy perdida» y que «un día se darán cuenta de lo insatisfechas que están con sus vidas, y con suerte se centrarán en otra cosa», con lo que concluyó, dándose una ducha de purpurina, magia e ilusión, que «cuando llegue ese día será hermoso, ¡me muero de ganas de que se sientan iluminados por dentro!» La autora de ‘Cuz I Love You‘, mucho más bruta, pero también más insensible, se limitó a escribir que «la gente que reseña álbumes sin saber hacer música debería estar desempleada».

El debate sobre el arte y sobre qué tipo de crítica artística es válida y cuál no es más antiguo que el hilo negro, pero sigue dando que pensar que ciertos artistas se crean con el derecho, solo por encontrarse en una posición de privilegio y poder, de mirar por encima del hombro a un grupo de personas que también se están ganando la vida haciendo algo que les gusta o con lo que se sienten conformes o cómodos, sin estar podridos de dinero porque Dios no les ha bendecido con el don del talento musical. Yo cada día me levanto, me miro en el espejo y me digo: ¿por qué no soy Mariah Carey? Y aunque no les guste, al menos se dedican a una profesión que les proporciona dinero y estabilidad, algo que nadie puede dar por sentado y menos ahora. Que Ariana y Lizzo borraran finalmente sus tuits puede significar o bien que les llovieron palos por sus palabras, que normal, o bien que terminaron en desacuerdo con ellas. Desconozco cuál es su posición actual al respecto y estaría bien que algún periodista se atreviera a retarles algún día con esta cuestión, sin que sus mánagers les confisquen las preguntas de antemano para proteger la imagen de sus clientes. Si han cambiado de parecer significará que por fin se han dado cuenta de su privilegio, algo que a Greta Van Fleet les falta por ahora. Cuando lo hagan seguro que el mundo se «iluminará» un poquito.

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