Oliver Sim: «Los primeros personajes que me atrajeron fueron monstruos, no princesas»

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Oliver Sim: «Los primeros personajes que me atrajeron fueron monstruos, no princesas»

En la misma semana que ‘Coexist‘, el segundo álbum de The xx, y exactamente el segundo mejor disco de 2012 para JENESAISPOP, cumple 10 años, uno de sus tres integrantes publica disco en solitario. Oliver Sim, cantante y bajista de la formación británica, se lanza a la piscina y entrega un debut profundamente personal en el que lidia con los sentimientos de vergüenza y miedo que le asolaron cuando le diagnosticaron VIH a los 17 años. En ‘Hideous Bastard‘ habitan monstruos, a veces de manera casi literal, pues en él se escuchan voces que parecen proceder del inframundo, pero Oliver insiste en que crear el álbum le ha hecho feliz precisamente porque hoy es una persona renovada, a la que esos monstruos ya no le intimidan tanto. Por Zoom hablo con él sobre todos estos temas, sobre las influencias que han esculpido el disco o sobre el trabajo de Jamie xx a la producción. Al final, todo queda en familia.

¿Cómo te sientes al publicar tu primer disco?
Estoy muy contento. Todavía me siento un poco asustado porque todo lo que he hecho siempre lo he hecho con mis dos mejores amigos, quienes siempre han estado ahí para cogerme de la mano, y con este lanzamiento me siento especialmente vulnerable. Pero, a la vez, estoy emocionado y contento con que esté pasando. Este disco no lo habría podido sacar hace unos años, porque era una persona diferente. No estoy totalmente seguro de estar preparado ahora, pero al menos puedo intentarlo.

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Te sigo en Instagram desde hace tiempo y no recuerdo que postearas mucho, y ahora sacas un disco muy personal que se titula como tu nombre de perfil en esa red social.
Escribir me permite ser honesto. Nunca he sido súper honesto en mi vida… pero en la composición sí lo he sido. Cuando escribo siento que tengo conversaciones conmigo mismo. Es fácil porque lo hago solo, no tengo que hacer contacto visual con nadie, no hay nadie conmigo en una habitación, nadie me está dando su opinión… Lo bueno de sacar esta música es que ha dado pie a conversaciones, porque lo que no voy a hacer es sacar la música y luego no hablar sobre ella (ríe). Hablar con gente en mi vida, o incluso contigo por primera vez, es algo que necesitaba hacer para mí. A riesgo de sonar americano, he hecho mucha sanación (NdE: expresa la palabra «healing») en los últimos años.

Para ti ha sido muy importante aclarar que el disco no es victimista, que simplemente expone tus sentimientos, pero que no te regodeas en ellos. Hay un toque de humor.
Sobre el papel, el miedo y la vergüenza traen a la mente algo triste y pesado, y el disco no es eso. Obviamente en el disco hablo de temas fuertes, pero el proceso de crearlo ha sido una alegría para mí. A veces ha sido incómodo, pero en general ha sido todo lo contrario a la vergüenza. En mi vida, cuando he sentido vergüenza, eso me ha llevado a esconderme. En este disco hablo de estas cosas abiertamente para hacerlas menos pesadas, y de ahí la vergüenza se transforma en celebración.

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También en lo musical he buscado aligerar ese peso: si una canción era sentida o potencialmente triste, el sonido no tenía por qué ir por ahí. Al contrario. Muchas de mis canciones favoritas en el mundo las puedes bailar en una discoteca, y llorarlas en casa. En este disco he equilibrado lo triste con lo alegre, porque ese equilibrio refleja quién soy y cómo veo la vida. Muy pocos momentos en la vida son solo tristes o solo alegres, un sentimiento siempre está teñido del otro.

“Just be willing to be loved”, de ‘Hideous’, es una frase muy bonita y profunda. Viene a resumir un poco el fondo del disco. Para ti tenia sentido que la cantara otra persona…
Quería que esa frase me la cantara alguien a mí, y Jimmy Somerville ha sido una persona que me ha apoyado muchísimo. Ha sido un faro de luz. Su impacto cultural, en las personas no solo queer, sino no normativas en general, es enorme. Y suena como un ángel.

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Cuando salió ‘Hideous’ contaste que tu madre te había aconsejado tener conversaciones con gente antes de sacar la canción.
‘Hideous’ la escribí de manera muy impulsiva. Entonces mi madre me aconsejó sentarme con algunas personas y entablar con ellas conversaciones cara a cara. Es el mejor consejo que mi madre me ha dado. Las primeras conversaciones fueron muy incómodas, pero las siguientes cada vez lo fueron menos y, cuando salió la canción, ya no sentía que estaba haciendo una revelación enorme. La historia ya estaba ahí afuera.

¿Como ha sido el trabajo con Jamie xx? La producción tiene muchos detalles y matices.
Todo lo que hacemos en The xx es democrático, todo es un interés compartido, y este disco ha sido diferente. Yo me he inspirado en el cine de terror y a Jamie xx ese tipo de cine no le interesa. Mis referencias musicales no son necesariamente las suyas. Sin embargo, Jamie ha hecho un esfuerzo por meterse en mi mundo, en lugar de simplemente quedarse en un punto medio. Ha visto las películas que me han inspirado, ha escuchado mi música favorita. Además, es un disco bastante queer, y Jamie es hetero. Lo que ha hecho es deshacerse de su ego. Es un productor realmente talentoso.

«El impacto cultural de Jimmy Somerville, en las personas no solo queer, sino no normativas en general, es enorme»

¿Qué referencias musicales has manejado?
En el álbum hemos sampleado mucho. El tema de los samples es muy personal porque sueles tener un vínculo emocional con esa música. En el disco hay dos samples de los Beach Boys, un grupo que me lleva a los viajes en coche con mi familia. Tiene un valor emocional. Las armonías vocales de grupos masculinos corales de los 50, como los Flamingos, me apelan, porque tienen un sonido muy masculino pero, a la vez, es muy queer. Es muy romántico cuando un grupo de hombres canta armonías vocales. Por otro lado, el disco contiene vibraciones de sintetizador inspiradas en el cine de terror, en películas como ‘It Follows‘.

Has metido voces de monstruo en ‘Confident Man’ y en ‘Romance with a Memory’.
Es como me imagino que sonaría la ansiedad si tuviera voz. Yo tengo una voz grave pero no llego a esos bajos (ríe).

En el álbum cantas que odias las princesas Disney, y que prefieres a Patrick Bateman, el protagonista asesino de ‘American Psycho’. Obviamente las princesas Disney son casi un símbolo del patriarcado pero, ¿por qué las odias tanto?
Cuando eres niño, las princesas Disney son prácticamente los primeros personajes con los que te esperas identificar, y yo no lo lograba. De hecho, no solo no conseguía identificarme con ellas, directamente NO quería ser ellas. Los primeros personajes que me atrajeron en mi vida fueron monstruos, porque eran personajes diferentes que no eran aceptados por el mundo y que tenían que esconderse. Sin embargo, también eran muy poderosos. Eso sí me representaba. Obviamente, no solo los niños que son queer se pueden sentir identificados con lo diferente. En el fondo todos los niños se sienten diferentes al resto. Simplemente, las princesas Disney no eran eso.

Otros personajes con los que me identificaba eran las mujeres que salían en series o películas de terror. Sarah Michelle Gellar en ‘Buffy, Cazavampiros’, Jamie Lee Curtis en ‘Halloween’, Sigourney Weaver en ‘Alien’… eran personajes que, por un lado, poseían feminidad y belleza pero que, por el otro, estaban jodidamente enfadadas. Las amaba y amaba a los monstruos.

«Grupos corales masculinos como los Flamingos o los Beach Boys cantaban armonías, y eso es muy romántico y también muy queer»

¿Qué otros personajes de terror te han inspirado?
Muchos de los personajes de terror masculinos que me gustan, en mi opinión, tienen un punto queer reprimido o directamente deliberado, como Patrick Bateman en ‘American Psycho’, Norman Bates de ‘Psicosis’, Buffalo Bill de ‘El silencio de los corderos’… Hannibal Lecter, en mi cabeza, es una vieja reinona. Tiene una manera de presentarse al mundo muy bella y sofisticada. Luego, entre las mujeres, además de las que he mencionado, me gustaba mucho Sissy Spacek en ‘Carrie’. Todos ellos son mis héroes y heroínas.

‘Never Here’ me lleva al concepto de disociación, esa idea de estar presente en un lugar físicamente pero no mentalmente.
Totalmente. En el disco hablo de mis miedos y uno de mis mayores miedos en la vida es no estar presente y absorber los momentos. Ser capaz de hacer cosas pero no asimilarlas es muy triste y da miedo. Pasa a menudo cuando estás de gira: viajas por todo el mundo pero apenas ves nada. Puedo tener una imagen visual de un lugar, pero no significa que lo haya visto. Eso me asusta.

‘Saccharine’, por otro lado, parece hablar sobre la incapacidad de aceptar el amor de los demás. La falta de autoestima es algo que afecta en buena parte a la comunidad LGBT, aunque no se ciñe a ella…
He tenido pocos momentos en mi vida en los que me he dado cuenta de algo de repente. Ha solido ser gradual con el tiempo. He estado en relaciones y me he dado cuenta de que he repetido patrones. Diría que el antídoto de esa canción es la frase de Jimmy Somerville que has citado antes: «abre tu corazón al amor de la gente». Con este disco me preocupa haberme puesto en una posición en la que parezca que tengo todas las respuestas, porque no es así. Aunque el miedo o la vergüenza ya no me abrumen, en cierta medida, siguen estando ahí, no se han ido. Simplemente pesan menos.

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