Entre carteles de festivales que se parecen demasiado, y el eterno retorno de grupos que hemos visto en directo 150 veces, una gira anómala: la que han ideado de manera conjunta The Hidden Cameras y Owen Pallett. Ambos en solitario, sin más banda que ellos mismos. Conocimos a los primeros como el proyecto del «hombre orquesta» Joel Gibb, hace justo 20 años, los que acaba de cumplir su obra magna, ‘The Smell of Our Own‘. A Pallett, también canadiense, parece haberle superado su labor como violinista de cientos de artistas, como The Last Shadow Puppets, muy especialmente Arcade Fire y, últimamente, hasta Taylor Swift.
Los investigadores de los orígenes de la música queer se van incluso hasta los nacidos en el siglo XIX para hablar de los primeros artistas de jazz que fueron homosexuales, como Tony Jackson o Bessie Smith, quien a pesar de casarse con un hombre, tuvo varias compañeras sexuales femeninas. Pero lo cierto es que en 1984 Elton John se casó con una mujer y los referentes realmente activistas, como The Communards, se contaban con los dedos de una mano hasta hace bien poco.
Tibias fueron las primeras declaraciones sobre bisexualidad y homosexualidad de Michael Stipe de R.E.M. o incluso Pet Shop Boys, bien entrados los años 90. Por eso, el mencionado disco de Hidden Cameras fue tan revolucionario para la comunidad LGTB+ en 2003. Les ficharon en Rough Trade, más que probablemente por cierto parecido en sus orquestaciones a un grupo que empezaba a vender tantos discos y entradas como Belle & Sebastian. La diferencia es que sus letras no insinuaban nada ni eran ambiguas como las de los Smiths: eran atrevidas al respecto hasta lo insólito.
Los textos de Hidden Cameras apelaban a lluvias doradas, posturas muy anteriores al Kama Sutra Gay y erecciones. En pleno debate sobre la legalización del matrimonio homosexual, en medio de toda aquella polémica que tan amarga resultó en lugares como España o Canadá sugiriendo que las parejas gays que adoptaran iban a traumatizar a los niños -si no a comérselos-, Hidden Cameras publicaron un single que sugería la prohibición del matrimonio, como institución retrógrada, propia del heteropatriarcado.
Por eso da un poco de pena pensar que alguien pueda identificar el pop queer de los 2000 con Britney Spears y otras personas que jamás pertenecieron al colectivo. En años como 2003, 2004, 2005 y 2006 vimos desfilar por salas y festivales proyectos abiertamente LGTB+ como The Hidden Cameras, Owen Pallett, Scissor Sisters, Gossip y ANOHNI, entonces bajo el nombre de Antony & The Johnsons, mostrando su transición en un disco llamado ‘I Am a Bird Now’, que llegó mucho antes de que el mundo estuviera preparado para él. Qué bien habría estado que algunos lo escucharan en plena polémica por la ley trans.
Había por tanto un componente profundamente emocional en esta gira para todas las personas LGTB+ que vivimos aquello, y que hemos tenido la suerte de observar cómo el mundo cambiaba, en general a mejor, con penosas excepciones, durante los últimos años. Hace poco Natalia Lafourcade nos contaba lo excitada que estaba por observar lo que sucederá en las próximas décadas con la androginia y el no-binarismo. Por el contrario, escuchar estas canciones en vivo era meterse en una cápsula del tiempo, en un viaje a 2003 hasta desconcertante, como precedente de todo esto. Emocional a pesar de lo austero o de cierto desacierto en la puesta en escena: aquel que no paraba de darle al botón de los cañonazos de humo blanco, bien se podría haber quedado en casa.
Joel Gibb se conserva tan guapo como siempre, y no lo digo yo, sino el mismo Owen Pallett, que espetó un «he looks good, huh?» cuando el líder de Hidden Cameras decidió quitarse la camisa y quedarse en camiseta de mangas. Pallett se escondió, en cambio, detrás de ropa ancha y una gorra: fue un placer descubrir al autor de ‘He Poos Clouds‘ -qué gran título- despachando por sí mismo en el puesto de merchandising y aceptando fotos con sus seguidores. Firmando vinilos y dibujando soles a diestro y siniestro.
También es un músico mucho más virtuoso y divertido, bromeando sobre los amigos que ha perdido en Madrid, porque estos han decidido pelearse entre sí, o sobre la tristeza que arrastra su propio repertorio. «Me han dicho que no toque muchas canciones nuevas, porque son deprimentes. ¿Pero qué pasa, que las viejas no son deprimentes?».
El concierto se abrió con ‘Golden Streams’, uno de los espectaculares clásicos de Hidden Cameras, algo deslucido en su reducción a guitarra eléctrica, perjudicado por un tic que nunca curó Joel Gibb: una extraña modulación de su preciosa voz, que en algunas frases se convierte en inaudible sin explicación. Por lo demás, equilibró bien canciones de diferentes épocas, haciendo al público cantar cosas como ‘Awoo’, incorporando cajas de ritmos y música pregrabada para hacer parte del repertorio más bailable, casi abiertamente discotequero, y sobre todo logrando momentos bellísimos cuando Owen Pallett se incorporaba a la última parte de su set. ‘Ban Marriage’ y sobre todo ‘Boys of Melody’ estuvieron entre lo más emocionante de un listado que al final incorporó aquella belleza total llamada ‘A Miracle’. Canciones de 20 sobre 10.
El repertorio de Owen Pallett, que no hizo descanso entre su cable a Joel y su propio set, y actuó en segundo lugar en contra de lo que informamos hace unas semanas, puede ser más obtuso. Lo compensa porque es un espectáculo verle samplear guitarra, violín, hacer pizzicatos y cantar a la vez, dejando momentos hermosos de un pop de cámara que se ha dejado de hacer por completo en algún momento entre el nacimiento del trap y el nacimiento del bedroom pop.
Otras veces brillaban cierta ansiedad noise y la experimentación. A veces su repertorio lucía más próximo a lo que hemos visto de un Panda Bear en solitario, o a la discografía del último Scott Walker o el último John Cale, que otra cosa. Cerró eso sí con su gran hit ‘Lewis Takes Off His Shirt’, tras haber deslumbrado con piezas como ‘This Lamb Sells Condos’ o ‘Fire Mare’. Al final, Joel volvió al escenario para una interpretación conjunta de otro tema (‘We Oh We’, si no recuerdo mal). Uno de esos conciertos que no agotaron localidades, pero se mantendrán en la memoria de los asistentes mucho tiempo.