Cala Mijas cerró este sábado su segunda edición, rozando el lleno y con una asistencia que la organización cifra en más de 110.000 personas durante estos días, superando a su edición de debut. Por supuesto, ya están confirmadas las fechas de la tercera edición, cuyas entradas pudieron comprarse este finde a un precio reducido los presentes en el recinto.
La jornada final tuvo un adelanto a mediodía en el escenario gratuito de La Playa, con Safety Trance como invitado estrella en un trepidante DJ set donde no faltaron su megahit con Arca ‘El alma que te trajo‘, otros temazos propios como ‘Ratata’ y remixes y experimentos con temazos ajenos. Pero lo fuerte vendría en los conciertos de la noche, especialmente con uno de ellos. Me autocorrijo con eso de que Arcade Fire tenían el mejor directo de la actualidad, y qué alegría equivocarse si trae consigo una experiencia como la que nos brindó Florence Welch anoche. Ya había visto a Florence & The Machine en directo hace unos años en la gira de ‘How Big, How Blue, How Beautiful’, y me pareció excelente, pero vivir un concierto de esta persona desde la pista en vez de las gradas, y especialmente desde las primeras filas, te da una perspectiva completamente distinta – y, aunque suene sobado y/o ñoño, mágica.
La inglesa cerraba con su concierto en Málaga la gira del estupendo ‘Dance Fever’, a la postre uno de los mejores discos del año pasado, y un considerable subidón de calidad tras el más flojillo ‘High as Hope’.
Desde que, con casi veinte minutos de retraso, Florence sale al escenario descalza y con los movimientos casi espasmódicos de ‘Heaven is here’, hasta que se va envuelta en coronas de flores lanzadas por los fans y después de pedir “sacrificios humanos” en ‘Rabbit Heart’ (consistentes en gente subida a caballito, no en adrenocromo, tranquilos), el aura sobrenatural que hay alrededor de Welch no deja de estar presente, y ella lo sabe. Pero, lejos de traducirlo en algo infantil tipo “soy una inocente hada del bosque”, Florence habla en sus canciones de pecados, adicciones, ansiedad, desórdenes alimenticios, autodestrucción en busca de afecto, e incluso suicidio. “And the crashes are heaven for a sinner like me (…) it’s the only way I can escape, it seems a heavy choice to make” canta en ‘Never Let Me Go’, que ha recuperado para los directos después de dejar de cantarla por ser demasiado triste (“y para ser un tema mío, eso es mucho”).
Y, pese a hablar de todo esto, lo que transmite es fuerza para salir adelante, energía en general. “Energía” (por no llamarlo “magia”) es una de las palabras clave durante esas dos horas, tanto por la energía física de la propia cantante, que no para de saltar y bailar mientras hace unos lucimientos vocales que ni Mónica Naranjo, como por la que parece flotar sobre el escenario y sus alrededores. Decía mi compañero Jordi en su crónica del BBK que “las canciones de Florence se sustentan en una pasión por la vida, dan ganas de vivir”, y no podría estar más de acuerdo. Su concierto se acaba convirtiendo en una celebración de la vida y de agarrarse a ella y continuar, una celebración del lebenstrieb frente al todestrieb, de la pulsión de vida frente a la pulsión de muerte, ambas muy potentes en ‘Morning Elvis’, cuya interpretación en acústico es uno de los momentazos del concierto.
La propia Florence ha comentado que la canción habla de su pulsión de muerte y de no cuidarse, y decidió cantarla después de recordar cómo “algo muy desagradable me ocurrió hace poco, algún día hablaré de ello pero aún no estoy preparada, lo que os puedo decir es que me han salvado la vida… esta canción tiene algo que ver”. En el tema que cierra ‘Dance Fever’, Florence relata cómo había bebido tanto la noche anterior que al día siguiente estaba arrastrándose por la habitación y perdió un avión para visitar Graceland, diciendo que Elvis “habría entendido lo ocurrido”. Habla de ponerse como meta, al menos, sobrevivir un día más, y de cómo llegar al escenario consigue salvarla una y otra vez.
Es curioso porque parece haber un intercambio en el que ella recibe eso por parte de sus seguidores, y sus seguidores reciben esa misma energía por parte de ella: la catarsis vivida por ellos cuando canta ‘Dream Girl Evil’ acariciando la cara de una fan mientras le mira a los ojos, o cuando les hace cierta mini-sesión terapéutica a mitad de ‘Dog Days Are Over’, es algo precioso de ver. Florence sabe bien cómo llevar el papel de Mesías que tanto miedo daba a Lorde en ‘The Path’, y su excelente banda se mantiene cumpliendo siempre en un segundo plano; en este concierto no hacen falta lucimiento en solos, ni golpes de efecto, trucos de atrezo o cinemáticas para entretener, porque consigue ella sola que no puedas dejar de apartar los ojos durante dos horas. Durante esas dos horas, se puede decir aquello de que éste es el mundo de Florence Welch, los demás solo vivimos en él.
‘Preacher’s Daughter‘ es también uno de los mejores discos del pasado año, y tenía muchas ganas de ver si lo brillante de ese disco se traducía de igual manera en un directo. ¿El entusiasmo que se ha ido desarrollando -y que desde luego yo mismo he desarrollado- por Ethel Cain estaba justificado? La respuesta es clara para cualquiera que la viese ayer. La decisión de empezar con ‘A House in Nebraska’ era arriesgada (¿de verdad quieres asesinar sádicamente a tu público nada más empezar?), pero no quedaba otra que arrodillarte después de esa interpretación.
Una pena que estuviese programada justo antes de Florence (si querías un buen sitio, tenías que irte antes de que Ethel terminara) y, sobre todo, una pena los fallos de sonido: un problema de graves arruinó ‘Family Tree’, quizás la mejor canción del álbum, distorsionando todo y haciendo imposible escuchar la voz de la cantante con una letra tan impresionante como ésa. Aunque parece que hacia el final pudieron arreglarlo, guardamos la esperanza de que la siguiente vez que venga a España podamos disfrutar de la autora de ‘Hard Times’ como Dios manda, nunca mejor dicho.
En el mismo escenario, pero unas horas antes, veríamos a Judeline defender los pocos temas con los que cuenta por ahora. Fue un set muy corto y algo decepcionante (pero no el más corto de la noche ni el más decepcionante, como luego veremos), pero con momentos destacables como la subida de su padre para ayudarle con una tonada, el estreno de ‘LA TORTURA’ o la interpretación delicada de algunos de los temas con los que la conocemos, como ‘ZAHARA‘. Menos acertado estuvo el cierre, algo ahogada, con el que ya es su primer megahit, ‘CANIJO‘.
Lo contrario ocurrió con Duki: quienes íbamos con pocas expectativas nos tuvimos que dar un puntito en la boca. “Para quienes no me conozcan, hago trap, rap, reggaeton y a veces cosas raras” dijo en un momento dado del bolo, dando una lección de humildad a quienes están empezando a tener éxito y se creen Madonna: Duki cuenta en Spotify con una media de 24 millones de oyentes mensuales que no para de crecer, y es todo un icono para la generación Z. Solo había que echar un vistazo a las edades de la mayoría de los allí presentes. El artista de Almagro es considerado el Rey del Trap argentino, y viéndole en directo se puede compartir esa aseveración.
Abriendo con su combo-hit ‘ROCKSTAR’ y ‘ROCKSTAR 2.0’ y dejando el reggaeton sobre todo para el tramo final, Duki derrochó energía a la vez que agradecía su asistencia al público presente, y también a los padres que estaban allí acompañando a sus hijos (recordó que su padre le llevó a su primer concierto, del mítico rockero argentino Charly García).
Otro punto generacional, pero con unos años de diferencia, es el que tienen Belle & Sebastian. Los escoceses han publicado disco este año, ‘Late Developers’, pero en su acortado bolo (supongo que por el retraso de Florence) se ocuparon de hacer un pequeño -muy pequeño- recorrido por su carrera, los clásicos de ‘The Boy with the Arab Strap’ y poco más. No estuvo mal, pero fue un poco coitus interruptus, porque cuando pensabas que continuarían, quizás con una ‘If you’re feeling sinister’ con cuatro salsas así de repente… se acabó.
Se acabó porque tenía que empezar The Blaze. Los franceses fueron otro de los puntos álgidos de la jornada: su electrónica se presta a despertar en el público esa mezcla entre baile, épica, sensualidad y básicamente éxtasis (interprétese como se quiera). ‘Dreamer’ fue quizás el mejor ejemplo, con sus distintas capas, aunque los momentazos con ‘SHE’ o ‘TERRITORY’ no se quedaban atrás. Guillaume y Jonathan Alric se ocuparon de poner en pie al festival y mantenerles activos para poder aguantar hasta la llegada, a las 4 de la mañana, de quien se suponía que nos iba a desatar del todo… y no.
Ningún problema con que Arca hiciese un DJ Set si lo hubiera anunciado así, pero no era el caso y lo de este sábado fue un DJ set, no un concierto de Arca. Temazos tan distintos como ‘Luna llena’, ‘Machote’, ‘Desafío’, ‘Tiro’, ‘Bruja’ o ‘El alma que te trajo’ y, sin embargo, solo hacia el final abandonó la mesa de mezclas. Entonces llegó un poquito de performance con unos cristales, pintura y un columpio sexual, y un mini-concierto donde interpretó ‘Prada’, ‘Rakata’ y un fragmento de ‘El alma que te trajo’. Un final al que, eso sí, le vino que ni pintado el chaparrón que apareció de repente como si fuera un efecto sorpresa del bolo, empapando a unos asistentes a los que eso solo les dio más ganas de saltar.