‘Amadora‘ es nuestro Disco de la Semana. Miren Iza de Tulsa lo defiende más segura de sí misma que nunca. Ha dejado temporalmente la Psiquiatría para centrarse en esto, con el aliciente de que algunas de las presentaciones ya realizadas del álbum, son en forma de obra de teatro en un proyecto conjunto con la directora María Velasco.
Es un disco que habla sobre la mujer, sobre su posición de cuidadora en la sociedad, pero que deja un final optimista, sobre todo desde que en el álbum aparezca el tema ‘024’, sobre la prevención del suicidio. Ella misma nos lo explica.
¿Qué quieres transmitir con ‘Amadora’?
El disco habla de un personaje del que tenía apuntado el nombre hace años. Antes de ‘Ese Éxtasis‘. Cuenta el dolor de las mujeres enraizado en lo cultural, lo social, lo familiar, no en algo individual. Después del disco anterior, caí en la cama, con una lesión de espalda, y quería hablar de cuánto el dolor limita nuestro cuerpo. Hablo de dos dolores distintos. El de Amadora es masivo, no localizado, tiene que ver con la interrupción del discurso y del lenguaje. Es entonces cuando el cuerpo empieza a hablar. Y es muy difícil de aliviar.
¿Qué dolor es peor?
Mucho peor el que no se puede aliviar. ¡Yo con Ibuprofeno y Diazepam estaba mejor! (risas). Es que estoy hablando de un dolor físico también. En una canción digo que «me duele hasta el pelo». El origen es emocional, familiar, cultural. Los cuerpos se rompen por pura entrega y abnegación.
¿Qué canción habla expresamente del dolor físico?
‘Cuando venga el león pálido’ habla de los cuerpos embrollados. El embrollo de los cuerpos es un término de Lacan. Explica que cuando no hay una simbolización en el lenguaje, es el cuerpo el que toma la palabra. Son cuerpos bloqueados. Es un dolor fantasmático que se abalanza sobre ti en oleadas. Se va pero luego vuelve. En ‘SANTAMÁRTIR’ hablo de lo previo al dolor. Cuando mi rol femenino está entregado a los otros.
Amadora es una palabra muy potente per se. Hay nombres que tienes que documentarte para ver qué significan, pero este lo tenemos claro, ¿no?
Es la que ama. Es algo literal. Me fijé en el nombre gracias a la ciudad de Portugal que se llama así. Me encantó. Es alguien que se dedica a amar. Ahí se me quedó. Y ahora se ha llenado de contenido.
En el disco hablas mucho de la maternidad, de la madre que ama y cuida.
Hay una especie de herencia invisible que confundimos con el instinto de cuidar, de entregarnos a los demás, de ser dulces y buenas y eternamente disponibles. Romper con eso es una lección dolorosa. Es un camino no siempre fácil. Tanto seguirlo como desviarte tiene un coste. Yo tenía ese conflicto por llegar a la edad de ser una señora, preguntándome por ejemplo si tenía espacio en el mundo de la música. No estaba siguiendo el precepto de mi madre, de mi hermana. Tenía un conflicto que el disco me ha ayudado a resolver. Llegas a los 40 y no has cumplido nada de lo que tu madre quería para ti: tienes un conflicto.
«Romper con una herencia invisible (como mujer) es una lección dolorosa. Tanto seguirla como desviarte tiene un coste»
El concepto de mujer como cuidadora está en el disco. ¿Es algo del presente o cada vez es más pasado?
Es súper presente. Lo veo en muchas amigas. Ahora hay una doble jornada. Todas tienen que trabajar fuera. No tengo amigas que puedan NO trabajar. Tienen el rol de sostener su casa y el de trabajar fuera. Trabajos en el mundo de las finanzas, las ingenierías. Se ha hecho esa incorporación al mercado, pero sin delegar el rol de casa.
Hay un punto del disco en que hablas de no seguir en la música. Hablas sobre cosas que no has hecho en ‘024’.
024 es el número de atención al suicida. «Ya no sé si sirvo para esto, ya no sé si seguir aquí». Es el punto de inflexión del disco, que va del dolor a plantearse el suicidio. En la propia canción se resuelve eso de manera pretendidamente humorística (risas) Te atan a la vida las cosas que no has hecho. Sé que hay cosas más profundas que comer en Can Roca (risas) Puedes divorciarte. En lugar de suicidarte, puedes divorciarte.
Hay una sensación de dar un paso adelante en el disco. ‘024’ suena esperanzadora. Y ‘Melocotón’ es un tema de autoconvencimiento, de dejar de lado dilemas absurdos. ¿Hay un punto de «atreverte a» en este disco?
De lanzarte al cambio. Todo pretende ser una descripción de una transformación, un cambio de piel. Al hacerte mayor descubres cosas geniales. Ves que has hecho cambios profundos, que no son baladís o superficiales. Hay cosas que cambian de significado, y que si no tienes muchos años no las puedes percibir. El disco es una oda al cambio.
«Yo sigo haciendo discos, parece que no ha cambiado nada, y sí. Ahora no tengo miedo»
¿Qué cambio que has hecho puede parecer baladí y no lo es?
Yo sigo haciendo discos, parece que no ha cambiado nada, y sí. Ahora no tengo miedo, me da igual que la gente se vaya, gente de la banda o del sello o de la oficina. Veo que no es el fin del mundo. Ya tienes experiencia para saber que las cosas te dan alimento, aunque sean pérdidas.
¿Cuándo has sentido que te has ahogado en un vaso de agua?
Mi gran talón de Aquiles han sido siempre las separaciones de pareja. Han sido mi gran dolor. Me destruían como persona. Eso era un alimento de canciones y gracias a eso he tenido una carrera musical (risas). Me apego mucho a la gente. Las marchas de músicos me dan mucha pena, y en Madrid hay mucho movimiento y la vida es más volátil que en País Vasco. Cuando se me va un guitarrista o un batería, es como si perdiera a alguien de mi familia. Yo quiero que seamos felices de gira en la furgoneta, y cuando alguien se va siento que el proyecto se cae. Angel Luján (productor) se ríe de mí, me dice: «no le cojas cariño a ese músico, que te va a durar un telediario».
Igual no se nota tanto de un disco a otro, pero sí de los primeros a los últimos. Ahora eres una artista de música electrónica.
(carcajada) No es un disco de banda, lo hemos hecho Ángel y yo codo con codo. Estoy en un espacio ultra seguro, puedo decir la mayor chorrada, jugar a lo que me dé la gana y sin dar explicaciones.
«¿Qué depositan las madres en nosotras para que veamos que las estamos decepcionando?»
‘Tacones lejanos’ es uno de los temas que habla de la maternidad. ¿Es autoficción?
Soy yo hablando a mi madre. Amadora sería mi madre, pero no es mi madre exactamente. Mi madre siempre trabajó fuera de casa. Pero sí es una carta a mi madre.
Cuando yo escucho ‘Amadora’ y sale el personaje de Joaquín, me doy cuenta de que en tu caso no va a ser una narración tan fácil, que va a ser un proyecto complejo, esquinado, con interpretaciones… ¿no?
María Pérez y yo íbamos a escribir una serie. Una madre y una hija. ‘Sonata de otoño’, ‘Postales desde el filo’… Yo tiro para Almodóvar. La serie era un intento de resolver algo nuestro. ¿Qué depositan las madres en nosotras para que veamos que las estamos decepcionando?
¿Es como que la sororidad no ha llegado a la relación de madre e hija?
Quería hablar de diálogo, de perdón. Yo me lo llevaba más a la consulta. María Velasco (directora de la obra de teatro) se lo ha llevado a su casa, a intentar entender a su madre. Ella había vivido por oposición a su madre.
Ahora por fin hablas de tu trabajo como psiquiatra en tus letras…
Ya lo he integrado, ya está curado, Sebas (risas). Porque ahora igual lo dejo ya. He estado 20 años trabajando de esa manera, y he estado a punto de enfermarme. Una de las herramientas de curación ha sido hacer este disco y pedir una excedencia. Me encanta la Psiquiatría y me he identificado con ella, pero el sistema de la Seguridad Social se ha roto. El sistema intenta sobrevivir a costa de los profesionales. Hay muchísima demanda. Estás achicando agua y sabes que no llegas. Es el Síndrome de Burnout que hay en la sanidad y en la enseñanza. Son profesiones de riesgo y lo quiero decir así porque la gente tiene miedo de decirlo. Mi jefe que me quiere mucho me dijo que me tomara una excedencia. Sobre todo para hacer las cosas de otra manera.
«Me encanta la Psiquiatría, pero el sistema de la Seguridad Social se ha roto. El sistema intenta sobrevivir a costa de los profesionales»
Qué susto, te había entendido al principio que ibas a dejar la música.
¿Y qué hago, pongo una tienda de tornillos? (risas) Esta vez es la primera vez que no quiero dejar la música.
La nota de prensa menciona a Lucia Berlin y a Otessa Mosfegh, que me flipa.
No la conozco, me tienen que regalar el libro.
Es una autora muy sórdida, da asco y lo pasas muy mal leyéndola. Me puso uno en Instagram que cómo podía haber recomendado eso.
Ah, qué bien, es un revulsivo. Me gusta. Qué potente que llegue a traspasar esa frontera.
A lo que voy es que tu música tiene ese punto sórdido también. Lo siento…
¡No lo sientas! Siempre quiero ponerle un punto sórdido, si quieres describir la realidad, no puedes evitar la mugre. No puedes fingir que no existe la mugre.
Esta esa frase de «Me ha salido musgo en el coño»…
En realidad es una frase light. A mí me gusta mucho Aidan Moffat, Arab Strap, me gustaría ir más allá. No creo que sea un disco sórdido. Estoy súper contenta, me parece el mejor disco que he hecho.
Si titulo la entrevista así, va a ser un «eye rolling»… Es lo que siempre decís los artistas.
No lo hagas, que los lectores de JENESAISPOP me dan mucho miedo.
«No titules así, que los lectores de JENESAISPOP me dan mucho miedo»
Me interesa el punto de oscuridad del disco, pero el final es optimista.
La alternativa era hacer algo sangriento. De venganza. ‘Kill Bill’, ‘Carrie’… que rodaran cabezas. Tengo una lista de Spotify de «Murder Ballads». Pero es más poético de esta manera. Veía que el final tenía que ser así.
¿Qué había en esa playlist? Recuerdo que sucumbiste a C. Tangana. No sé si a Bad Bunny.
No he entrado en el nuevo, pero el anterior me pareció brillantísimo, lo escuché mucho. En la playlist estaba ‘Johnny 99’ de Bruce Springsteen, la de ‘John Wayne Gacty’ de Sufjan Stevens que hablaba de una matanza, el de Nick Cave…
Ibas a ‘Kill Bill’…
Hay una referencia muy clara. Ángel y yo hablamos mucho de la reverb de Lana del Rey.
El final de ‘amor o transferencia’ es muy claro al respecto…
Me alegro de que lo sitúes tanto. Esa canción tiene una manera de frasear nada mía. Qué bien que puedo hacer algo diferente y huir de mis vicios. Esa y ‘024’ es como «hay futuro».
¿De qué estás más orgullosa a nivel producción?
Estoy orgullosa de que hemos sido muy felices grabando y eso va metido en el disco. La consigna fue minimalismo, que a veces se dice y no se mantiene. Cuesta.
¿Alguna curiosidad?
Carasueño (productor) no abrió una pista por error y nos la devolvió sin arpegio de piano. Yo había compuesto ‘una parte de mí’ con un piano que estaba por toda la canción. Y él no abrió esa pista. Fue un accidente brillante. O eso nos contó, igual no le gustó (risas). El caso es que nos gustó más así, GRACIAS. ‘La estrella’ es la más antigua, iba a ser un tema con La Estrella de David y Betacam, y se transformó en un final con mis sobrinos cantando. Es la más extraña, pero me permito esa licencia como final de un disco que mezcla a Morente con el himno de Santa Águeda que sale en ‘SANTAMÁRTIR’. Es una festividad que se hace en el País Vasco cada 4 de febrero, en la víspera de Santa Águeda, cuando le pides a la tierra que se abra por el solsticio de invierno. Santa Águeda es una santa que se corta las tetas. Por eso digo «en una bandeja mis tetas exprimidas».
Te noto muy contenta..
Estoy súper bien, Sebas. ¡La excedencia! Estaba desubicada, muy cansada, con un poco de amargura. Pero ya llevo un tiempo siendo consciente de la suerte que supone la vida que tengo, y la que tienes tú seguramente, con perdón. Al final trabajamos con un material que es bello y tenemos unos medios de vida muy óptimos.