Sobredosis de nostalgia: La Oreja de Van Gogh y Amaral toman SanSan

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Sobredosis de nostalgia: La Oreja de Van Gogh y Amaral toman SanSan

Como ya hemos visto con los 500 Wizinks de Dani Martín, la nostalgia es algo muy poderoso. La organización de SanSan lo tenía claro, programando a La Oreja de Van Gogh y a Amaral de forma consecutiva. De esta manera, la segunda jornada del festival recibió a 22.500 personas, completando el aforo total del recinto y superando al primer día.

Tanto La Oreja como Amaral llevan alrededor de 25 años subiéndose a los escenarios y regalándonos una colección de canciones que nos acompañarán para siempre. No solo a los que les han seguido desde el principio, sino también a todas las generaciones que vinieron después. Son dos de los grupos que más han vendido en la historia de este país. Además, la casualidad también ha hecho que el concierto de SanSan fuese el primero de sus respectivas giras. Eva Amaral explicaba perfectamente la relación que tienen con la banda de San Sebastián: “Nos hace mucha ilusión tocar con ellos esta noche porque llevamos muchos años coincidiendo y son compañeros excelentes. Hemos sobrevivido a mucho ruido”.

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Javier Bragado

Desde el primer acorde, el público de Benicàssim ya estaba reviviendo sus mejores años. La Oreja comenzó el set con ‘Cuídate’, ante los gritos de euforia de una audiencia masiva. Nivel: no hay internet. A esta le siguieron ‘El Último Vals’, ‘Diciembre’ e ‘Inmortal’, con la que absolutamente todo el mundo se dejó la voz. Tras estas, de forma consecutiva, ‘Soledad’, ‘Rosas’ y ‘Cometas por el cielo’. En concreto, ‘Rosas’ convirtió el SanSan en un mar de móviles y la banda dejó que el público se encargase él solo del último estribillo. Los pelos como escarpias. Claro, en este punto uno se empieza a preguntar: “¿Cuál será el temazo que dejarán para el final?”, porque parecía que no se estaban reservando nada. Los vascos tienen muchos más clásicos de los que recordabas.

“Hemos visto crecer este festival desde la primera edición, en la que también estábamos”. Eva, guitarra en mano y con un vestido rojo imperial, demuestra en los primeros segundos que ellos tampoco se quedan atrás en cuanto a temazos. ‘Sin ti no soy nada’, ‘Mares igual que tú’, ‘Días de Verano’ y ‘Toda la noche en la calle’ se sucedieron ante un mar de gente que debe ser de los más grandes que se han visto en la historia del festival. Da gusto ver a Eva pasárselo como una niña en el escenario, bailando de aquí para allá y dejándose llevar por la música de su (y nuestra) vida. Todavía más gusto da escuchar el vozarrón que mantiene intacto después de todos estos años. Los aragoneses sí que reservaron la artillería fuerte para el final del set y en su lugar decidieron hacer un repaso extenso de toda su carrera. Desde su primer disco, con la cañera ‘No sé que hacer con mi vida’, hasta lo más reciente, con ‘Nuestro Tiempo’.

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Patry Martin

Eva se mostró mucho más habladora (con sustancia) y carismática que Leire, que se limitó a disfrutar del baño de masas con una sonrisa permanente, y de vez en cuando tenía cosas que decir: “De llamarme niñata, enseguida pasaron a llamarme señora mayor, como si fuera un insulto, pero yo estoy orgullosa de ser una señora mayor”, soltó antes de recibir el vitoreo del público. También le dedicó unas palabras a Nicolas Cage antes de ‘Moriría por vos’: “Molaría que se enterase de que hay unos españolitos que llevan 20 años gritando su nombre”.

Otra diferencia notable entre ambos conciertos fue el sonido. Mientras que el de Amaral no era nada menos que excelente, con los instrumentos y la voz perfectamente diferenciados, La Oreja sufrió de un cambio repentino en el volumen del micro. Desde ‘La niña que llora en tus fiestas’ hasta el final del set, se escuchaban quejas continuas alrededor mío: “Que suban el volumen, mira que es fácil”. En canciones como ‘La Playa’ o ‘Puedes contar conmigo’, se oía más al público que a Leire, aunque creo que tenía más que ver con la euforia colectiva que con un volumen defectuoso.

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Entonces, ¿quién ganó la batalla de la nostalgia? No tiene sentido decidir. Los de San Sebastián terminaron con ‘Pop’, ‘Muñeca de trapo’, que incluyó un espectacular e inesperado solo de theremín, y ’20 de Enero’. Por otro lado, ‘Resurrección’, ‘Kamikaze’, ‘Revolución’, ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’ y ‘El universo sobre mí’ dieron fin al set de Amaral. El público coreó el nombre de ambas cantantes por igual. Son dos bandas que han dejado una marca imborrable tanto en la historia del pop español como en la vida de millones de personas. Estas melodías hace ya mucho que no les pertenecen. Me sorprendió el número de banderas de España que ondearon durante ambos conciertos, lo cual no había ocurrido, ni creo que vuelva a ocurrir, en todo el festival. Me parece bien. Amaral y La Oreja de Van Gogh sí son España.

Patry Martin

Después de casi tres horas de nostalgia concentrada, la jornada continuó su curso. Veintiuno resistieron a la atracción de Amaral y consiguieron reunir un buen número de gente en el escenario SeeTickets, pero hacía falta algo más contundente para mantener el nivel de la jornada. La clave era algo que fuese todo lo contrario a estos dos grupos. La respuesta era La Élite.

Nil Roig y David Burgués (un apellido muy irónico) son especialistas en ofrecer el concierto más random de cada festival. Al mismo tiempo, siempre consiguen que te lo pases como en ninguno. Sus conciertos son el reflejo perfecto de la música que hacen. Burgués no para de lanzar perlitas: “Quien NO haya estado en el concierto de Amaral que se pire” o “Llevarle unos porros a Don Carlos, nuestro técnico de sonido”. No es que se generasen pogos continuos, es que había un gran pogo permanente y simplemente estabas o no. En un momento dado, Burgués se atrevió con una versión improvisada de ‘Tu calorro’, y la verdad es que no sonaba nada mal. Las risas pueden dejar en un segundo plano a la música, pero temas como ‘Nuit Folle’, ‘Bailando’, ‘Vampireando’ o ‘Transpotting’ son dignos de disfrutar en directo. La Élite siguen siendo la mejor opción alternativa (de verdad) de cualquier festival.

Ainhoa Laucirica

“Es la primera vez que estoy en un escenario tan grande, estoy cagada y no tenemos luces ni tenemos nada”, sentenció Rocío Saiz al comenzar su set. Lo que da gusto de Saiz es que siempre es ella misma y no se calla una. Al parecer, hubo un problema con los visuals y no pudieron reproducirse. “El show iba a empezar con un mensaje: el arte tiene la intención de provocar”, sacándole los colores, amistosamente, a la organización. Saiz hizo de todo menos parar a tomar aire. “Como estoy nerviosa, me voy con mi gente”. Rocío se bajó con el público, pero no al foso, sino directamente a la pista. En la segunda canción. Solo me puedo imaginar el dolor de cabeza de los fotógrafos mientras la intentaban buscar, pero es que ni siquiera nosotros sabíamos donde estaba. Solo la escuchábamos. De repente, apareció en lo más alto de la zona VIP. Al regresar al escenario, realizó un mix entre su último disco y el anterior, con temas como ‘El Hartazgo del Mundo’, ‘Si me muero te habré dicho que te quiero’, ‘Guapa y lista’ o ‘1N84’, su colaboración con Nebulossa. Con su caótico, pero auténtico discurso, Rocío Saiz despidió la segunda noche de SanSan.

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