Eurovisión jamás volverá a ser «apolítico» si gana Israel

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Eurovisión jamás volverá a ser «apolítico» si gana Israel

Mientras los campus de todo el mundo van llenándose al fin de protestas contra el asedio de Israel a Gaza, la UER intenta llevar a cabo el Festival de Eurovisión en Suecia con presunta normalidad. Por supuesto, no lo está consiguiendo. Una parte del público y de los artistas ya acudía al certamen decepcionada por que se haya consentido la participación de Israel, en medio de lo que se considera un «genocidio». Así acaba de calificarlo la vicepresidenta española, Yolanda Díaz, en redes sociales.

Hace unos años la organización ya estuvo lenta al impedir la participación de Rusia cuando invadió Ucrania (ya no recordamos que primero dieron el sí al país de Putin). Lejos de aprender del error, este año están dispuestos a llevarlo más lejos. Poco a poco se están metiendo en un jardín sin salida, con noticias a cada instante que empeoran las cosas.

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En la primera semifinal, una portavoz se atrevió a calificar como «triste» la actuación de un artista invitado sueco, Eric Saade, de padre de origen libanés, por portar el pañuelo palestino. Según ella, iba contra las normas. En la segunda semifinal, se escucharon abucheos antes y durante la actuación de Israel. Este país ha conseguido la clasificación gracias al televoto, se ha disparado en las apuestas, y los nervios son palpables en el modo en que se están desencadenando los hechos.

En muy poco tiempo hemos visto a la participante griega hacerse la dormida durante la rueda de prensa de Israel, al participante holandés pidiendo que se pregunte a la UER y no a él si su canción ‘Europapa’ puede servir para «unir a la gente», como propone el festival. Misteriosamente, se ha impedido su ensayo esta tarde «para investigar un incidente relacionado con él». Y un periodista español, Juanma Fernández, acaba de ser increpado por periodistas israelíes por gritar «Free Palestine!».

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Hay manifestaciones en Malmö para protestar contra la participación de Israel, que acude al festival desde 1973 porque desde los años 50 pertenece a la UER. Hay quien lleva preguntando décadas por qué participa siquiera en Eurovisión. Hay quienes apuntan a intereses económicos y de patrocinadores, pero con 34.000 muertos en la frontera de Gaza, la mayoría mujeres y niños, no quedan excusas. Aunque solo sea por la seguridad de los asistentes, de los artistas y de los cientos de trabajadores, ya que el prestigio y la coherencia del evento está dañada para siempre, debería, como mínimo, repensar su estrategia.

Porque parece demasiado tarde para tomar cartas en el asunto. Con una dirección que se les ha ido totalmente de las manos, la organización puede enfrentarse a tener que decidir si Eurovisión 2025 tiene que celebrarse en Israel al ganar esta el festival. Y a estas alturas, es muy probable que esto pase. Solo el jurado puede impedirlo.

Italia ha reconocido que la filtración de su televoto ayer es real. Aseguran que fue «un accidente», pero apuntan que lo que se vio está «incompleto». Por muy incompleto que esté, si Israel ha acaparado algo parecido al 39% del voto italiano y el siguiente clasificado ha obtenido un 7%, a poco que esa tendencia se repita en un número determinado de países, Israel arrasará mañana en televoto. ¿Cómo es posible que esto ocurra cuando la opinión pública es favorable al reconocimiento del Estado Palestino y contrario a la guerra? Es muy sencillo: todo aquel que sienta una lógica solidaridad por Israel por los horribles atentados de Hamas, porque sea israelí o por lo que sea, va a concentrar su voto en Israel. El resto del público dividirá su voto entre los 25 países que no son Israel.

Una audiencia mucho mayor en la final del sábado puede cambiar las cosas, pero las opciones de ganar de Israel en este momento son muy serias, cuando la actuación de Eden Golan nunca había estado alto en las apuestas, ni fue la más atractiva técnicamente, ni la canción era la más escuchada, ni el vídeo el más compartido. En esta coyuntura va a estar muy difícil convencer a la gente de que Eurovisión es un «festival apolítico» como no se para de repetir, de manera enfermiza ya, desde la organización.

El festival no fue «todo politiqueo» cuando ganaron Lena o Loreen. Pero está claro que en un año como este, el festival sí iba a ser un festival político. Está claro que en un año como el de la invasión de Ucrania iba a serlo también. Tenemos ojos en la cara y estamos contemplando horrorizados las imágenes de cadáveres descuartizados en Gaza, niños sufriendo desabastecimiento de agua y desnutrición. No podemos mirar a otro lado, como tampoco miramos hacia otro lado cuando terroristas entraron en un festival de Reim, en la Sala Bataclan de París, o en las inmediaciones de un concierto de Ariana Grande en Manchester. El sentido común -y el amor por la música- nos unió entonces. La UER está impidiendo por completo que esto suceda en Eurovisión.

Si Israel gana, y además la UER consiente su celebración en este país (Ucrania intentó celebrar el festival, incluso en plena guerra, pero la UER lo desplazó a Reino Unido), puede ser el final de Eurovisión, o al menos lo será para muchos de nosotros. Las delegaciones de varios países se negarán a acudir, y varios artistas ni siquiera querrán presentarse a ese evento supuestamente «apolítico».

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