Un 29 de agosto a las 5 de la madrugada, decidió ponerse a llover en Madrid como si no hubiera mañana. El tormentón despertó a todos aquellos que tenemos el sueño ligero y uno no podía evitar preguntarse: ¿los festivales en Madrid están gafados, verdad? A Summercase, me remito. O a aquel año en que diluvió en Mad Cool todos los días en pleno mes de julio. O a aquel año en que diluvió en Paraíso, influyendo seguramente en su deriva y cancelación. O a la desaparición de Festimad. O a la de Rock In Rio. O a la “bienvenida” que le dimos al Primavera Sound. O a que este año no hay Dcode. O a los cambios de recinto que ha tenido que ir afrontando Tomavistas por las quejas de los vecinos en el Parque Tierno Galván.
Un jueves a las 2 de la tarde, poco más que 24 horas antes de actuar, Fever Ray tuvo que cancelar su actuación en Kalorama, a causa de una neumonía. Tan “cool” es el personaje que se ha creado, que posteó vídeos suyos desde el hospital, utilizando los tubos de oxígeno como comba. Supongo que algún día nos reiremos con ellos, porque los seguidores del festival no estaban para muchas bromas tras la previa cancelación de The Smile. Eso y que una plataforma vendiera 300 abonos rebajados a 70 euros a última hora cabreaba a algunos usuarios, y con razón. Más o menos.
Kalorama es un festival arriesgado, en tanto que no ha invitado a Arde Bogotá ni a Viva Suecia, ni a ninguno de esos grupos nacionales, que son los que más público arrastran en este momento. Sí, en 2024 traer a ciertos artistas internacionales es un alto riesgo. Además, este festi se celebra en Madrid de rebote. En realidad es un desdoble de un festival gemelo portugués, organizado por Lastur, con toda la pinta de estar aprovechando la contratación que se había acordado para Cala Mijas, que ha tenido que ser cancelado por impagos de las instituciones. El nivel. El cartel es exquisito, espectacular en su reivindicación de la música underground de los 2000. Porque los 2000 no solo fueron Britney, Beyoncé y Christina Aguilera, que por supuesto. También fueron LCD Soundsystem, The Knife, Radiohead y The Postal Service. Ciertamente, Kalorama recuerda al extinto Summercase.
Y desde luego es una fantasía para todo negacionista de la música latina y urbana, entre los que no me encuentro, pero es que no hay ni rastro en su cartel. Creo que estaba predispuesto a su favor porque salvo alguna excepción como Raye o Sam Smith, todos los artistas del cartel estaban en activo en 2006, cuando esta web nació. Muchas de las canciones que escuché anoche me recordaron muy fuerte a aquella época. Leyendo ciertos comentarios en redes, no sé si habrá segunda edición de Kalorama Madrid. Entonces yo concluiré que los madrileños tendremos una vez más lo que nos merecemos: a Isabel Díaz Ayuso, una sartén humana en la Puerta del Sol y una comunidad sin festivales, o casi.
Entre cierta sensación agridulce -al final llovió, pero solo durante la sesión de piano house y cosas así de Folamour-, por supuesto la música nos salvó. Sobre todo la del show de Postal Service, de lo más mágico que han presenciado estos oídos y estos ojos. Sin ser yo el más firme defensor de la nostalgia, la idea de realizar una gira de 20º aniversario de ‘Give Up’, con el grupo principal de Ben Gibbard, Death Cab for Cutie, como telonero interpretando ‘Transatlanticism’, es original, brillante y entrañable a partes iguales. Es como si Last Shadow Puppets tocaran su primer disco como teloneros de Arctic Monkeys tocando ‘AM’, solo que no tendría sentido porque no salieron el mismo año. Es como si Morrissey tocara ‘You Are the Quarry’ como telonero de los Smiths tocando ‘The Queen Is Dead’, solo que Johnny Marr no quiere.
Aunque en otro momento probablemente habría sido de otra manera, Death Cab for Cutie salieron primero, rigurosamente vestidos de negro. ‘The New Year’ es un arranque de concierto infalible y Ben Gibbard se mantiene en un estado de forma excelente, tanto física como vocalmente. ¿Cuándo ha sido tan guapo este hombre? ¿No os reíais en los comentarios sobre qué hacía casado con Zooey Deschanel? El último ríe mejor, y ahora parece un vampiro sexy de una película de Tom Cruise. Gibbard conserva una voz dulce absolutamente preciosa, y sostuvo sabiamente crescendos como el de la titular ‘Transatlanticism’: un claro “highlight” de la noche fue la subida de los “I need you so much closer”. Ben recordó que ‘We Looked Like Giants’ habla sobre “fornicar” en contraste con el “puritanismo de América” y se despidió a lo grande con la querida balada ‘A Lack of Color’. De manera poética, unas pocas gotas de lluvia cayeron en ese preciso instante. Gibbard explicó que volverían en 15 minutos y, pasado ese tiempo, comenzó el gran concierto de la noche, el de Postal Service.
‘Give Up’ es un disco que tiene todas sus mejores canciones en la primera mitad y The Postal Service, rigurosamente vestidos de blanco, lo interpretaron también en orden. El inicio apoteósico estaba garantizado. ‘The District Sleeps Alone Tonight’, seguida de ‘Such Great Heights’ (la mejor canción de 2003, sorry, Beyoncé), seguida de ‘Sleeping In’ levantaron los brazos del público. Con algo de aplomo de más, Gibbard dejó que Jimmy Tamborello tuviera su momento de protagonismo en esta última, y llamó a Jenny Lewis “reina” por su protagonismo vocal en canciones como ‘Nothing Better’.
La batería aguardaba a Ben Gibbard al final de la trepidante ‘Clark Gable’ y también en la destacada ‘We Will Become Silhouettes’, lo que dinamizó la segunda parte del concierto, mucho más de lo esperado. Jenny Lewis brilló a la guitarra de la balada ‘This Place Is a Prison’ y el grupo intentó por todos los medios que el público coreara el “everything will change” de ‘Brand New Colony’, que no pudo sonar más esperanzadora en un día que venía exento de esperanza. ‘Natural Anthem’ tenía que ser el cierre con su sabor a banda sonora de cine clásico y a final en general, aunque el grupo se reservó como sorpresa una versión de ‘Enjoy the Silence’ de Depeche Mode que por mi parte deberían haber llevado más hacia la indietrónica y por consiguiente haberse ahorrado. Pero nada podía ya estropear la que está siendo la mejor gira de Postal Service, mucho mejor que aquella que pasó por Primavera Sound hace unos años.
La tarde había empezado, en verdad, bajo tremenda solanera (en Madrid no hay término medio, o te cueces o te congelas, igual por eso la gente a veces parece desconocer los grises opinando), con el concierto de Nation of Language. De lejos el trío sonaba a Morrissey, de cerca más a Kraftwerk. Richard Devaney se ganó nuestro cariño dándolo todo a media tarde, con cierta chulería -pero la justa- en tono vocal, cierta grandiosidad -pero la justa, también- en actitud, y con temas como ‘On Division St’ o ‘Weak In Your Light’ que recuerdan el movimiento synth-pop y neo-romántico de los 80 en su versión más evocadora y elegante.
El único show que dejó ciertas dudas sobre su ubicación fue el de The Kills, con un repertorio algo más olvidable. Si se trataba de poner una dosis de rock, quizá una banda con una tonelada de pregrabados tampoco era la mejor idea para rugir. Aun así, Alison Mosshart mantuvo cierta actitud y carisma, portando una camiseta “suck my dick”.
La noche se cerró con LCD Soundsystem, un grupo al que tengo algo cruzado desde su separación-estafa: estuvieron más tiempo celebrando su separación que separados de facto. Aun así, anoche presentaron un sonido completamente brillante y detallado. Pocas veces han hecho vibrar y con tal claridad los teclados o los cencerros por encima de una melodía. Salvo por la toma vocal de James Murphy -especialmente asfixiado en ‘Tribulations’, y no me extraña, la canción va a toda hostia-, parecían estar sonando las versiones de estudio, aunque era evidente que no.
Como ironizando sobre ‘You Wanted A Hit’, que abre su show, LCD Soundsystem abusaron de los medios tiempos. Hubiera venido mejor un poquito más de ‘Yeah’ y de ‘Losing My Edge’ y un poco menos de ‘New York, I Love You but You’re Bringing Me Down’, teniendo en cuenta que eran la 1.30 de la madrugada y que nos estábamos quedando sin metro. Pero hay que reconocer que la recuperación de ‘Someone Great’ acompañada de sus visuales difuminados, como en homenaje a los que ya no están, fue bonita de llorar.
El grupo sí interpretó algún hit bailable, como ‘Daft Punk Is Playing At My House’, una versión de ‘I Can Change’ que incorpora-elementos-de ‘Radioactivity’ de Kraftwerk y continúa cerrando, como está mandado, su obra maestra ‘All My Friends’. El público aguantó y respondió. En especial Harry Styles, que acudió de incógnito y se lo pasó mejor que muchos.