La Casa Azul en el WiZink: pura terapia de grupo

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La Casa Azul en el WiZink: pura terapia de grupo

La Casa Azul actuando en el WiZink Center, antes el Palacio de los Deportes, no es algo por lo que muchos hubiéramos apostado hace 25, 20 o 15 años. Ahora parece fácil, pero todos los que estuvimos entonces sabemos que lo suyo podía haber terminado poco más o menos que donde lo de Astrud, Ellos o La Buena Vida. Sería feo -sería muy poco Guille Milkyway- dar nombres, pero muchos de sus contemporáneos que sí han sobrevivido, jamás actuarán en este lugar.

El éxito de La Casa Azul no se debe a la suerte o a que hayan cambiado las circunstancias a la voluntad del azar. Se debe al modo en que se ha crecido como autor, superando ‘Cerca de Shibuya’ con ‘Superguay’, y superando ‘Superguay’ con ‘La revolución sexual’. Después no superó ‘La revolución sexual’ pero sí construyó un repertorio nuevo que fue haciendo olvidar el anterior. Además, pese a su timidez, se ha atrevido aunque haya sido a trancas y barrancas -sus discos salen ya cada 6 o 7 años- a dar pasos adelante. La candidatura a Eurovisión y el Goya por la rumba ‘Yo también’, fueron decisivos, como después su aparición en Operación Triunfo.

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Guille Milkyway nunca disfrutó demasiado ser un personaje público. En el fondo, todavía me pregunto si lo puede disfrutar hoy. Lo seguro es que el gran genio del pop se presentó en el WiZink dispuestísimo a convencernos a todos -tras años convenciéndose a sí mismo- de que era su noche. Hubo muchos «gracias, Madrid», se batió un récord Guinness de cañones de confeti, pero sobre todo, Guille estuvo más solvente de voz de lo que jamás le haya oído, arriesgándose a ponerse a sí mismo por encima de la música en la mezcla, depositando por tanto un enorme peso en sus letras.

Y sus letras han servido de terapia a dos, casi tres, generaciones ya, ejerciendo la labor de autoayuda, tratando de reafirmar el yo, arrinconando los complejos de inferioridad, la inseguridad y esa baja autoestima que parece inherente al underground. En un momento de sinceridad, Guille Milkyway comentó que durante gran parte de su vida se había puesto una coraza que impedía entrar a los demás, y estoy seguro de que ha sido el caso de muchísima gente que se ha agarrado a su música como un clavo ardiendo, porque en su entorno no era capaz de expresar sus emociones.

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Por eso el concierto de La Casa Azul tiene tanto de simbólico. No sólo es el triunfo del pop, que también, sino una derrota para la masculinidad tóxica, una victoria para todos aquellos que apostaron por hacer pública cierta sensibilidad, reivindicar la inocencia y un buen hacer. Cuando su show pueda llenar el último graderío del Palacio (el formato del WiZink fue el de 10.000 personas, nada mal), España será definitivamente un lugar mejor. De momento, y debido a las amenazas de la actualidad, estamos aún en el camino.

Ainhoa Laucirica

Como concierto de 25º aniversario, el setlist contuvo temas de todas las eras de La Casa Azul. Comenzó con ‘La fiesta universal’, con Guille acercándose a aporrear la batería de uno de su media decena de músicos; siguió con ‘Chicle Cosmos’, hábilmente convertida en karaoke colectivo gracias a las proyecciones del estribillo; y enseguida sonaron ‘No más Myolastán’ y ‘Los chicos hoy saltarán a la pista’. Abundaron las canciones de sus tres últimos discos, aunque si por algo fue especial el concierto fue por el viaje a sus inicios.

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Hay quien va a un WiZink Center para lucir invitados o montaje. En este caso lo excepcional fue la recuperación de temas que no suelen sonar tanto en su repertorio, como ‘C’est fini’ o muy especialmente ‘Por si alguna vez te vas’. La banda de La Casa Azul se merendó este country precioso: si alguna vez Guille Milkyway había sonado a Juan y Junior se me había olvidado por completo.

En cuanto a sus primeras demos, ‘Tang de naranja, colajet de limón’, tras unas proyecciones emocionadas de Juan de Pablos e incluso la sintonía de ‘Flor de pasión’, se incorporó a un popurrí con temas de “El sonido efervescente”, entre los cuales ‘Hoy me has dicho hola por primera vez’ fue dedicado a Luis y Montse de su sello Elefant, quienes le han acompañado todos estos años. Esa parte se hizo breve, más aún que el disco propiamente dicho, aunque por suerte ‘Cerca de Shibuya’ sí sonó al completo. En concreto después de ‘Superguay’ y acompañada de proyecciones de Japón.

No suele tocarla ya Guille Milkyway ni pensaba hacerlo en sus 2 horas clavadas de set, por lo que nos había contado en un podcast. Y sabe muy bien lo que se hace porque ya no es una de las canciones más conocidas de La Casa Azul (exactamente sólo es la 42ª más escuchada), pero no se podía entender un concierto de 25º aniversario sin esta canción que tanto sonó en los primeros años de Ochoymedio, cuando Ochoymedio era el promotor de este evento. Su música, al fin y al cabo, lleva 25 años siendo “una invitación para viajar a un nuevo mundo”. Como dato, el concierto empezó a las 20.55 en lugar de a las 21.00 para poder terminar a las 23.00 como estaba programado (LOL).

‘El momento’ o ‘Esta noche solo cantan para mí’, con proyecciones ahora de Amaia y de Sophie, además de las artistas habituales, sí estuvieron entre los momentos más coreados, reservándose para el final, como era de prever, el gran hit que esperaba todo el mundo, ‘La revolución sexual’, con un exquisito guiño a The Chi-Lites; ‘Nunca nadie pudo volar’, una bomba de canción en directo que muchos no vimos venir; y como no podía ser de otra forma, ‘Como un fan’, que también había desaparecido de su repertorio en un momento dado.

Este no fue un concierto estrictamente nostálgico de La Casa Azul. Sonaron varios de los singles de su próximo disco. En particular, ‘Vamos a olvidar’ con Soleá Morente como invitada, apareciendo después de la versión a piano, emocionantísima, de ‘Yo también’, representó el futuro. Pero algunas letras de La Casa Azul, anoche coreadas por 10.000 personas, ponían sobre la mesa hasta qué punto han sido un método de supervivencia para el artista y sus fans durante 25 años. 10.000 personas que han construido su propio “mundo en un rayo de sol”.

Guille manifestó hasta en dos ocasiones que estaba muy nervioso, pero no se notó. Ya no es aquel que temblaba en la tele al lado de Raffaella Carrá, ni el muchacho que dejaba que el público cantara cuando él, casi siempre afónico, no podía. Anoche no hubo rastro de su afonía, y en ‘Como un fan’, además, se desprendió de su casco y de esas gafas tras las que ahora se oculta. Parte del público volvió a gritar con saña que Ben Folds Five «no eran suficientemente IN-DIES», solo que ya no en una sala pequeña o de mediano formato. El pop había triunfado.

Ainhoa Laucirica

Podcast: La Casa Azul no quería tocar ‘Cerca de Shibuya’

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