Aitana expone su ‘Metamorfosis’… y a las moscas que la rodean

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Aitana expone su ‘Metamorfosis’… y a las moscas que la rodean

La metáfora de la «mariposa» y su metamorfosis ha servido a incontables artistas -jóvenes y adultos- para expresar su madurez o exponer un proceso de transformación personal, de manera más o menos imaginativa. ‘Butterfly’ es el título del nuevo single de Marina Diamandis. Antes lo han utilizado Kacey Musgraves, Kendrick Lamar o Mariah Carey. ‘Metamorfosis’, el título del documental de Aitana, remite al del debut de Hilary Duff.

‘Metamorfosis’ sirve a Aitana para acercar al público a su caótica vida y los entresijos de su equipo. Un equipo que incluye a sus padres, además de a la ya ex-mánager Nuria Andreu, y que se halla en un estado de tensión constante. Aitana, la que más, porque es ella quien carga con las expectativas comerciales de su equipo y de su discográfica, mientras lo único que parece preocuparle es hacer un buen disco e irse de vacaciones allá donde nadie la reconozca.

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Sin tiempo para digerir triunfos ni fracasos, Ocaña sale de la Academia de Operación Triunfo y se convierte instantáneamente en un producto explotado por la industria que factura millones de euros: se lanzan muñecas y perfumes; la catalana protagoniza películas, anuncia cosméticos o colabora con bancos. No extraña que Aitana presuma en La Revuelta de tener cuatro pisos a su nombre, dos de ellos alquilados.

Aitana, evidentemente, no se ve a sí misma como un producto, sino como una persona, pero producto es todo aquel artista que pone su disco en el mercado o vende entradas para un concierto. El problema que revela ‘Metamorfosis’ es que, para el equipo de Aitana, hay demasiado en juego como para permitir que la artista dé un paso en falso. Ella, de manera ciertamente cómica, recurre a la astrología como vía de escape, como Dua Lipa, aunque, al contrario que la autora de ‘Radical Optimism‘, Ocaña complementa eso con la terapia.

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El resultado de esa tensión es que Aitana cae en una depresión, agravada por su hipocondría patológica, que le impide volar fuera de España en un punto concreto de su vida. Concuerdo en que es contradictorio que Aitana lamente su fama mientras expone su vida -incluida su relación sentimental con Sebastián Yatra- en un documental, pero también está monetizando su vida en lugar de permitir que lo hagan otros. Y no sé cuál es la diferencia entre eso y publicar canciones llamadas ‘Anxiety‘, ‘ADHD’ o ‘Bipolar’. Aitana no es responsable ni culpable del capitalismo y es ella la que aprueba la realización de esta serie. Cuenta su historia en sus palabras y, en las entrevistas promocionales, asegura que se encuentra mejor. Si exponer su depresión a una audiencia millonaria le sirve de algo, es su decisión. Y si le perjudica, también.

En el documental dirigido por Chloé Wallace chirrían muchas cosas, y ninguna de ellas son las contradicciones de Aitana, pues de esas tenemos todos. Chirrían todas las intervenciones de su padre-agente, Cosme Ocaña; chirría Nuria Andreu pronunciando la frase «necesitamos un hit» cada cinco minutos, chirría la aparente incapacidad de las personas alrededor de Aitana de validar sus inseguridades y de permitir que se empodere a su manera. En su lugar, la cargan continuamente con las expectativas de otros.

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Tampoco se puede pasar por alto la obviedad máxima de todas: ‘Metamorfosis’ es un documental -de Netflix, pero podría ser de otra plataforma- y, por lo tanto, es una película que necesita una narrativa para funcionar, que necesita a una heroína (Aitana) y a unos villanos (su equipo) y que atraviesa una serie de conflictos más o menos interesantes, pero que están ahí para sensacionalizar la vida de su protagonista. Estoy seguro de que a las personas profesionalmente vinculadas a Aitana no les ha importado sacrificar trágicamente su imagen para que Ocaña salga mejor parada.

Escuchando las declaraciones de Aitana en ‘Metamorfosis’, da la sensación de que la intérprete de ‘Los Ángeles’ pasa por algo muy parecido a aquello que se llama síndrome del impostor. Yo no soy pop star, pero a menudo también siento que mi trabajo se me queda grande y que no soy bueno en lo mío. El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico real y en ocasiones debilitante que induce a la depresión. Han pasado por ello desde Marilyn Monroe hasta últimamente RAYE cantando en los Oscar. No se veía, versionando ‘Skyfall’, a la altura de Adele. Ah, Adele, otra que sufre síndrome del impostor.

El síndrome del impostor afecta particularmente a personas que se dedican a profesiones creativas sujetas al escrutinio constante del público. Que Aitana se vea capaz e incapaz al mismo tiempo de ser cantante y famosa -ambas cosas, por separado- no la hace menos auténtica, y su ambición por ser mejor artista revela que en realidad ama su profesión. Pero la inseguridad hace que olvides la pasión. Desconozco si es el caso de Aitana, pero trabajar sometida a la presión de la industria seguro que no ayuda.

Es problemático, por otro lado, que Aitana compre la idea de que no puede quejarse de su trabajo, o incluso odiarlo, si es que se siente así, porque «debería estar agradecida» de dedicarse a una profesión que aprecia y no a la albañilería como su primo. Como si los albañiles trabajaran obligados y no por decisión propia, y como si a los albañiles no les gustara su trabajo. Como si dedicarte a tu vocación bloqueara toda propensión a sentirte agotada, frustrada o triste. Como si no pudieras detestar tu trabajo para después amarlo de nuevo.

Esa presión de la industria se refleja sobre todo en la aparente obsesión del equipo de Aitana por «posicionar» a la artista profesionalmente en el mismo grado de superestrellas como Taylor Swift o Karol G, dos artistas que acumulan 20 años de carrera a sus espaldas. ¿Nadie recuerda que Carolina Giraldo se dio a conocer en 2006 participando en Factor X? Ambas han necesitado dos décadas para construir un repertorio merecedor de llenar dos o hasta cuatro Bernabéus. Por alguna razón, Universal cree que se le agota el tiempo con Aitana: ella tiene que hacer Bernabéus ya mismo, cuanto antes.

Que la industria busque convertir a Aitana en la pop star número 1 de España, en la verdadera sucesora de Rosalía a nivel internacional, es un objetivo válido y posible. Diría, incluso que, en parte, el trabajo de Aitana pasa por intentar popularizarse lo máximo posible. Para eso firma contratos millonarios y para eso sale hasta en la sopa. ¿Pero por qué hay tanta prisa por colocarla en el mismo lugar que a esos dos artistas? ¿Quién tiene más que ganar? ¿No estaría mejor promocionando ‘Segundo intento’ paso a paso, intentando convertirla en el «HIT» que merece ser? ‘alpha‘ (2023) era un buen disco, ¿acaso no es prioridad que haga uno mejor todavía?

La conclusión que deja ‘Metamorfosis’ es que hay demasiado gente en el equipo de Aitana diciéndole que tiene que ser número 1, que tiene que estar todo el rato arriba, que tiene hacer más y más y más. Y parece haber mucha menos gente diciéndole que está bien que fracase, que está bien no ser la número 1, que está bien que baje el ritmo, que está bien que no haga dos Bernabéus. Que, como dice Chappell Roan, «it’s ok to flop». Y que está bien que tome completamente las riendas de su carrera, aunque mate a varias moscas por el camino.

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