Artistas, ¡dejad vuestros discos en paz!

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Artistas, ¡dejad vuestros discos en paz!

Los artistas dicen que una obra nunca está terminada, y a algunos no les tiembla el pulso a la hora de modificarla incluso después de publicada. Rosalía ha realizado cambios en ‘LUX‘ después de mandar el disco a prensar y, por ejemplo, ‘Mio Cristo’ ahora “llora diamantes”. Especialmente memorable fue el caso de Kanye West, inventor del “disco vivo” con ‘The Life of Pablo‘ (2016), al que sometió a numerosos cambios una vez publicado.

Estas modificaciones de última hora afectan particularmente a discos que han sido enviados a fabricación de forma apresurada, cuando quizá quedaban retoques por pulir. Por ejemplo, las primeras versiones de la edición en vinilo de ‘Fossora‘ (2022), de Björk, no incluían coros que luego estuvieron disponibles en streaming. Y como este, muchos otros casos.

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La música sufre especialmente este tipo de proceso creativo. Si bien existen películas que cuentan con sus versiones “corte del director” y, en la literatura, los autores revisan ediciones posteriores de sus libros, la música no debe ser menos. El problema es que, en el caso de la música disponible en streaming, esta reemplaza el original, haciendo que el público pierda acceso a la “primera versión”. Los artistas, entonces, intervienen en la experiencia personal que el oyente tiene con su obra, incluso manipulando la experiencia colectiva.

Ciertos artistas no comulgan con la idea de que una obra deja de ser suya una vez publicada. Matty Healy todavía no se ha desprendido del último disco de The 1975, ‘Being Funny in a Foreign Language‘ (2023), porque esta semana ha decidido eliminar de la versión disponible en streaming una de sus pistas, ‘Human Too’. Esta “tierna balada a piano”, como la describíamos en nuestra crítica, ha “dejado de gustarle” y, sin más razón, ha privado de ella a sus seguidores. Incluso ha amenazado con borrar una del disco anterior.

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Tiene más delito cuando el feedback del público propicia que los artistas modifiquen sus obras. Tate McRae sacó ‘So Close to What‘ y, poco después, cambió por completo la portada en streaming e incluso reordenó el tracklist. En las últimas horas, FKA twigs ha alterado la portada de su álbum ‘EUSEXUA‘: como apunta un usuario en nuestros foros, «le ha quitado las letras y aumentado el contraste».

Especialmente llamativo es el caso de Beyoncé. En 2022, la de Houston eliminó el sample de ‘Milkshake‘, de Kelis, en ‘Energy’, después de que Kelis se quejara de no haber sido consultada. Pero es que el tracklist actual de ‘4’, su disco de 2011, en streaming, es completamente distinto al original: abre ‘Love on Top’, cuando inicialmente lo hacía ‘1+1’, el bonus ‘Schoolin’ Life’ de repente es pista 4, y dos de los principales singles aparecen en la segunda mitad.

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No hace falta decir que nada de esto es realmente importante, y que los artistas están en todo su derecho de modificar sus obras si así lo desean (siempre que la plataforma en cuestión se lo permita). La realidad es que la pluralidad de lanzamientos da lugar también a una pluralidad de versiones distintas de una misma obra. La edición física, en cambio, siempre permanecerá ahí: fija e inmutable. Y se agradece, porque a veces lo que piden el cuerpo y la mente es aferrarse a lo ya conocido. Y eso implica NO borrar canciones, ni alterarlas inadvertidamente.

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