Que un director de cine de animación dirigido al público infantil sea capaz de alejarse de las estéticas dominantes (japonesas y estadounidenses) sin resultar solemne, resabiado o demasiado “artístico” es como para aplaudir durante horas subido en un taburete. Tomm Moore lo ha logrado. Después de dar la sorpresa con su primera película, ‘The Secret of Kells’ (2009) -que llegó a estar nominada en los Oscar junto a pesos pesados como ‘Up’, ‘Fantástico Sr. Fox’ o ‘Los mundos de Coraline’-, el director irlandés vuelve a demostrar con ‘La canción del mar’ (también finalista en los Oscar de este año) que estamos ante uno de los talentos más deslumbrantes que ha dado el cine de animación (o el cine en general) en los últimos tiempos.
Siguiendo la estela de películas de Miyazaki como ‘Ponyo en el acantilado’ y, en especial, de la fabulosa ‘Mi vecino Totoro’ (sin olvidar el filme de imagen real ‘El secreto de la isla de las focas’, con la que tiene muchos puntos argumentales en común), Tomm Moore construye una historia donde se fusionan de manera admirable lo particular con lo general, lo local (el folclore, la mitología y la geografía irlandesa) con lo universal (las emociones, los sentimientos).
Las aventuras de un niño y su hermana selkie, una niña-foca que tiene la capacidad de liberar con su canto a las criaturas mágicas convertidas en piedra por la Bruja de los Búhos, le sirve al director para elaborar una emotiva (muy emotiva) fábula sobre el dolor en la infancia: el dolor de la pérdida, el dolor que supone crecer y el dolor de comprobar cómo, llegado un momento en la vida, ni una capa de superhéroe ni unas gafas 3D (atención al guiño) son capaces de enmascarar la más dura y prosaica realidad.
El director se sirve de las técnicas de animación tradicional para crear un sugerente y bellísimo mundo bidimensional donde se mezclan las texturas visuales (lo nítido para lo cotidiano, lo difuminado para los recuerdos) y batallan las formas (el reconfortante círculo contra el amenazador triángulo). Pero no estamos ante un manifiesto de espíritu ludita. Moore no hace bandera de su “tradicionalismo” sino que lo presenta como una opción estética y narrativa más; una alternativa tan legítima y eficaz, incluso desde un punto de vista comercial, como la utilización de las más modernas técnicas digitales. Si ‘Big Hero 6’ es como un sofisticado videojuego, ‘La canción del mar’ sería como un delicado libro infantil. Como ese libro que regalas a un sobrino aunque en realidad te gustaría quedártelo. 8,9.