Crónica de la jornada del jueves, 1 de junio, del festival Primavera Sound en el Parc del Fòrum, con reseñas de los conciertos de Bon Iver, Aphex Twin, Solange, Slayer y la sorpresa ofrecida por Arcade Fire, coincidiendo con el lanzamiento de su nuevo single. Fotos: Primavera Sound. Solange, Slayer y Miguel, por Sergio Albert. Bon Iver y Arcade Fire, por Eric Pamies.
Da mucha rabia que programen a Jens Lekman, uno de tus conciertos top del día, en el Hidden Stage por todo lo que supone: llegar antes de las 16h al recinto, esperar bajo el sol, carreras para conseguir la invitación y cansancio acumulado que se hará dolorosamente patente a medida que vaya avanzando la jornada. Pero logramos entrar y valió la pena. Jens sólo tocó cuarenta minutos, pero fue manjar de los dioses. Con una banda completamente femenina y muchos pregrabados, Jens nos proporcionó rodajas de felicidad en un concierto vital en que la alegría iba engullendo cualquier atisbo de melancolía. Abrió con ‘What’s that Perfume that You Wear?’, para continuar con un clásico, ‘Sipping on the Sweet Nectar’ alargado con trompetas sampleadas, destilando júbilo. Parlanchín, hizo una hilarante introducción a ‘Hotwire the Ferris Wheel’ o nos contó que también se gana la vida como cantante de bodas antes de tocar, claro, ‘Wedding in Finistére’. Pero lo mejor es un ‘The Opposite of Hallelujah’ desatado y con Jens haciendo de mimo con las campanillas. O escucharle de pasar de crooner introspectivo a convertirlo todo en una fiesta disco en ‘I Know What Love Isn’t’. Bromeó sobre el mosquito que le acababa de picar (“espero que disfrute mi sangre”) y se quedó solo con la acústica para entonar una emotiva ‘Black Cab’ en que su voz alcanzó cotas angelicales. ‘A Postcard to Nina’ marcó un hermoso final; sus versos, esos “Don let anyone stand in your way’ se clavaron en el corazón. Breve, pero precioso. Mireia Pería
El show de Kevin Morby que inauguraba el Escenario Heineken en la tarde del jueves fue perfecto para la ocasión. El ex-Woods, ataviado con un traje blanco decorado con notas musicales y con sus iniciales y el título de su nuevo disco dibujados con tachuelas sobre él, planteó un show breve y agradable para esa hora, con el sol aún bien alto, desplegó las distintas caras de su rock basado en la tradición norteamericana. La más reposada brilló especialmente en ‘Come To Me Now’ y, sobre todo, en la maravillosa ‘Harlem River’, donde brilló especialmente la increíble guitarrista, teclista y corista de su banda Meg Duffy. La más agitada, en temas como ‘Dorothy’, la genial ‘I Have Been To The Mountain’, o el reciente single de ‘City Music’. Una canción que no puede ocultar su querencia por Lou Reed. Ni puede ni quiere: no por nada cerró su set con una versión de ‘Rock ’N Roll’. Raúl Guillén
Triángulo de Amor Bizarro se merecía un escenario tan grande como su último disco y el grupo estrenó ayer el escenario Mango, el mismo que después acogería los shows de Solange y Slayer, para presentar ‘Salve discordia’. El grupo, como otras bandas de rock contemporáneas como Juventud Juché o Belako -por mencionar un par-, hace música rock para la potencia del directo y es ahí donde parece que sus canciones encuentran su mayor razón de ser, si bien Triángulo tiene ya el empaque y su sonido la profesionalidad de una banda que lleva años siendo básicamente la mejor en lo suyo. La programación no favoreció su concierto, sin embargo: su estilo no se presta al sol de las 19 de la tarde y el público pareció entender lo mismo, pero es lo que tienen los festivales y es lo que hay. Jordi Bardají
La británica Alexandra Savior tenía que demostrar que merece ser conocida por sus colaboraciones con Alex Turner (Arctic Monkeys, TLSP), pero su show en el Escenario Pitchfork no logró convencernos de ello. Las canciones de su debut ‘Belladonna of Sadness’ quizá se quieran reflejar en grandes damas de la música como Ella Fitzgerald o Dinah Washington, pero lo que vimos apenas resultaba una aproximación a Lana del Rey despojada de sofisticación. No ayudaba el tono vocal de Savior, monocorde y demasiado nasal, que no sugería demasiado. Lo mejor, de hecho, fue cuando se salió del guión en el cierre, ‘Mistery Girl’, entonando su letra con gritos guturales, un poco a lo Diamanda Galas. Raúl Guillén
Miguel sale al escenario embriagado de confianza y empuje, con una sonrisa de oreja a oreja, sacudiendo sus caderas como poseído por el espíritu de Prince y es absolutamente imposible quitar ojo de lo que está pasando encima del escenario: el chico tiene carisma, de eso no hay duda, pero además vende una sensualidad muy honesta, muy poco impostada y que sencillamente es un lujo ver, porque está hecha con muy buen gusto. Incluso diría que Miguel tiene el carisma y la presencia escénica suficientes, además del talento, para proponer conciertos más elaborados como el que después haría Solange. En cualquier caso, en directo el cantante de Los Ángeles se compromete con su público y desde el principio se crea un vínculo con él tan potente como las canciones que suenan sobre el escenario, sobre todo procedentes de su último disco, el notable ‘Wildheart‘, aunque el mejor momento vino de mano de su versión lenta de ‘Candles in the Sun’, tan pertinente estos días: «todos somos iguales, pero eso no es lo que nos enseñan, no es así como nos tratamos los unos a los otros». Jordi Bardají
La revolución que supuso el concierto sorpresa de Arcade Fire tiró por tierra la planificación de los que nos enteramos del asunto, vía Twitter o a través de whatsapps que corrían como la pólvora. Pero valió la pena. Más que por el concierto en sí, que será más grande y ¿mejor? (al menos, con mayor producción) en el Escenario Heineken mañana sábado, por la certeza de vivir un momento único e histórico dado que suponía la presentación mundial de ‘Everything Now’, sus nuevos single y disco.
Entre un ambiente de evidente excitación, los 8 miembros (9, cuando el venerable jazzman Patrick Bebey, que participa en la versión de estudio del single, subió a escena) de la banda canadiense subían al set “improvisado” frente al Escenario Primavera a través de un corredor cercano al público, que podía tocarles con la mano. Esa cercanía, inusual ya en sus conciertos masivos, fue lo más destacable de un concierto que se abría con un nuevo single que, a nadie se le escapa, va a ser uno de sus temas más coreados en vivo. De hecho, ya lo fue ayer, sin siquiera estar editado oficialmente (aunque a algunos, muchos, ya nos sonaba).
Y también lo será, presumiblemente ‘Creature Comfort’, la otra nueva canción que interpretaron, hacia el final del set, con una onda optimista similar a la de su single principal. El grupo se ubicaba, decíamos, en un escenario cuadrado rodeado de público por sus cuatro lados, con Win, Régine y familia, muy activos y visiblemente felices (Will terminó eufórico, encaramado a una columna del escenario y haciéndonos temer una catástrofe) rotando sus instrumentos o moviéndose de un lado a otro para que toda la audiencia pudiera verles en una u otra canción. Su set, de una hora, se centró por lo demás en tocar TODOS (a veces incluso los fundían a modo medley) los temas más celebrados de su carrera, desde ‘Neighborhood #3 (Power Out)’ y ‘Rebellion (Lies)’, que cerraron su show para gozo y karaoke de los presentes, hasta ‘Reflektor’ o una catártica ‘We Exist’, pasando por ‘No Cars Go’ o ‘Ready To Start’. Volvimos a dudar exactamente cuál es el problema para que no podamos escuchar con un mínimo de claridad los arreglos de violín de Sarah Neufeld y los vientos de Stuart Bogey. El sábado sabremos si hemos de darlos definitivamente por perdidos. Raúl Guillén
Si viste la última performance de Solange en el museo Guggenheim de Nueva York, o sus últimas apariciones televisivas, sabrás que la hermana Knowles no presenta un espectáculo de cantante y banda cualquiera: preside el escenario una enorme esfera situada al centro y este está completamente iluminado de rojo… el mismo color que visten los músicos encima del escenario. El show de Solange está diseñado para diferenciarse del resto y es un oasis en un mar de conciertos indistinguibles entre sí. Solange presenta ‘A Seat at the Table‘ y por supuesto llaman la atención sus elegantes coreografías, que a veces hace sola y otras acompañada con su banda, a la que divierte ver bailar haciendo fila con Solange instrumentos en mano. Y la música no puede sonar mejor: ‘Cranes in the Sky’, ‘Weary’, ‘Mad’… todas ellas interpretadas con enorme entrega y gusto. El mejor momento del concierto llegó en ‘F.U.B.U.’, cuando Solange arrastró su carismática presencia hacia los límites vallados del escenario para acercarse a sus fans. La comunión fans + canción fue especialmente emotiva. Jordi Bardají
No escatimaron The Afghan Whigs a la hora de regresar, cinco años después, a Primavera Sound. Hasta nueve músicos se citaron en escena, incluyendo un violinista, un cellista/guitarrista/teclista, un trompetista y un saxofonista, que dieron empaque tanto a temas nuevos –como ‘Into The Floor’ o ‘Demon In Profile’ (que se confirma como un absoluto ganador en vivo)– como antiguos –como ‘John The Baptist’ o ‘Somethin´ Hot’. Sin embargo, pocas cosas fueron tan impactantes en su show como, tras la intro ‘Birdland’, cantada en solitario por Greg Dully’, se unió toda la banda para interpretar ‘Arabian Heights’, con hasta cuatro guitarras cruzándose y tronando. Aunque se centró bastante en su nuevo álbum ‘In Spades‘, la banda de Cincinatti tiró enseguida de artillería pesada como ‘Debonair’ o ‘Gentlemen’ para armar un show que satisfizo tanto a fans como curiosos (los pocos que no acudieron a ver a Bon Iver, claro) y que, si bien no fue técnicamente impecable, sí resultó especialmente emotivo al estar dedicado a su guitarrista habitual David Rosser, que lucha contra un cáncer de colon. Para él fue la final ‘Faded’. Raúl Guillén
Me moría de curiosidad por averiguar cómo un disco tan especial como ‘22, A Million‘ se trasladaba al directo y Bon Iver no solo no decepcionó sino que superó mis expectativas: el músico de Wisconsin, aparte de que ha hecho unas canciones preciosas, consigue que su Prismizer suene como la voz de Dios: enorme, maravillosa y dirigida únicamente a ti. ¿O se atreverá a alguien a decir que esa interpretación en directo de ‘715 (Creeks)’ no fue lo más bonito del mundo? Sí, he de decir que fue la parte vocal del concierto de Bon Iver la que más gocé anoche y eso que sonaron clásicos talla ‘Holocene’ o ‘Skinny Love’, pero yo es que prefiero ’22, A Million’ a cualquier otro disco de Bon Iver: la mezcla de baladismo intimista y electrónica alienígena, que Vernon aborda convertido en todo un crooner cyborg, combinada con ese extraño simbolismo de números con el que Justin Vernon se ha acompañado en esta etapa, han desembocado en uno de los mejores discos de la década. Y si no te lo crees, te invito a que lo escuches en directo. Jordi Bardají
El concierto de Slayer en el Escenario Mango tuvo de todo: en muchos momentos, el tronar del veterano cuarteto californiano era abrumador, con el doble bombo de Paul Bostaph y el bajo de Tom Araya –que se ganó al público con su potable español– actuando como un martillo pilón (acojonante cómo las cámaras que transmitían el evento vibraban), para el lucimiento de la pericia de Kerry King y Gary Holt, guitar-heros de los de toda la vida. Pero en otros, precisamente esas batallas de solos, poses y caras de heavy entre ambos resultaban tan cliché que resultaban hilarantes. En cualquier caso, pese a algunos momentos de desconexión con su público no habitual (aliviados por los impresionantes pogos que, de forma muy coordinada, se montaban en las primeras filas), su recta final, con temas míticos como ‘Raining Blood’, ‘South of Heaven’ y ‘Angel of Death’ fue incontestable, apabullante. Raúl Guillén
La metralla de Death Grips convocó a centenares de personas tanto frente al escenario como apartada en el césped: su propuesta no deja indiferente, desde luego, y su set fue tan corrosivo como se esperaba. Imperdible la cara de estupefacción de parte del público ante lo que sucedía en el escenario Primavera en ese momento: ¿ruido? ¿caos? ¿quién entiende esta música? Desde luego mucha gente –se adivinaban pogos desde la distancia- pero si algo confirmó el concierto de Death Grips es que para entenderlos hay que verlos: su música es más que música, es una actitud, es un monumento a la verdad punk y su repertorio es indisociable de esta filosofía. Uno de los grupos más importantes de esta edición de Primavera Sound. Jordi Bardají
Había una evidente expectación por ver el regreso de Aphex Twin a Barcelona, con una enorme cantidad de público agolpada ante el Escenario Heineken desde que terminó Slayer. Sin embargo, Richard D. James no se ha adocenado lo más mínimo con los años, y esto también se hizo palpable al ver las considerables cantidades de público que no soportaron sus “travesuras”. El veterano y esquivo músico británico ofreció un set en el que jugó a su antojo con la audiencia, ofreciendo caramelitos bailables que enardecían a la gente entre fases de experimentación y ruidismo fascinantes. Tan extrema resultaba en ocasiones esa faceta que los niveles de graves y/o agudos provocaban reacciones físicas transitorias, como leves dolores de cabeza o sentir que la ropa vibraba sobre la piel. Lo de James, fantásticamente secundado por unos visuales muy entretenidos que distorsionaban imágenes del público en directo con sus famosas caras feas, fue todo un paseo por la historia de la música de baile a través del funk, el house, el breakbeat, ritmos étnicos africanos y hasta reggaeton (pervirtió ‘Paleta‘ de Wisin y Yandel ft. Daddy Yankee, para regocijo del público) que se pudo bailar, a veces, pero siempre admirar. Para mí, lo mejor del día. Raúl Guillén
S U R V I V E actúa como Kraftwerk: sus cuatro integrantes se sitúan en el centro del escenario, uno al lado del otro, cada uno detrás de su sintetizador propio. El cuarteto se ha hecho famoso este último año gracias a sus composiciones instrumentales para la banda sonora de ‘Stranger Things’ y su propuesta de música ambiental con sintetizadores analógicos cautiva en directo, aunque sí, claramente es la canción principal de ‘Stranger Things’ la que se lleva todo el protagonismo y desde luego la que logra sobresalir entre el resto de temas. ¿Hablamos ya de clásico? Jordi Bardají
Entre el ambient, el post-rock y la electrónica de baile, Tycho trae un show bien ajustado y empaquetado que desprende una gran elegancia, pero que sobre todo contiene un gran fondo de emoción e incluso nostalgia: no puede salir mal de hecho un concierto que se acompaña de visuales de ‘Solaris’ de Tarkovsky manipuladas con efectos psicodélicos y que encima encajan perfectamente con la música. Porque sí, Tycho trae una llamativa puesta en escena entre luces e imágenes de pantalla, pero la música suena tan bien que se disfruta igual o más con los ojos cerrados. Jordi Bardají
No puedo sino morirme por ver tocar a un grupo con semejante nombre como el de King Lizard and Gizzard Wizard y el septeto australiano cumple en directo con lo que promete su divertido nombre: puro rock n roll con un fondo de psicodelia bruto y colorido que hace bailar sin esfuerzos y que suena completamente libre: curiosamente cada uno de los integrantes del grupo toca estático, a lo suyo -varios de ellos parece que estén en un laboratorio experimentando con sus instrumentos- pero lo que ocurre en el escenario es un ir y venir de sonidos tan impredecible como fácil de disfrutar. El grupo presentó su nuevo disco, ‘Flying Microtonal Banana’ y sí, ‘Rattlesnake’ fue una de las canciones estrella del concierto. Muy divertidos. Jordi Bardají