‘Arrástrame al infierno’, cuyo título suena claramente a coña, no termina de ser una comedia. La nueva película de Sam Raimi (‘Spider-Man’, ‘Posesión infernal’, ‘Terroríficamente muertos’), el segundo estreno más importante de la semana pasada después de ‘Up‘, mezcla terror y gore partiendo de un planteamiento excitante a la par que actual. Una empleada de banco niega una extensión de un préstamo a una anciana que no puede pagar su hipoteca, con la intención de conseguir un ascenso. La anciana resulta ser una especie de gitana que, para qué queremos más, le lanza una maldición.
La película, que sorprendentemente ha recibido críticas excelentes, está provocando opiniones de lo más enfrentadas en los foros, lo cual siempre es divertido, pero en el caso del cine de terror más. En un género en el que los seguidores estamos acostumbrados a historias mal cerradas, malos actores, situaciones de lo más previsible (todo ello sin que nos importe nada) e incluso, en algunos casos, guiños autoparódicos, nos conformamos con un par de sustos decentes y un par de vómitos verdes para poner una película por las nubes.
Pero ‘Arrástrame al infierno’ no es para tanto. La pelea entre la anciana y la protagonista en el garaje es tensa, divertida y cuando quiere, da bastante asquete. Un acierto de escena entre los vivos que, paradójicamente, termina siendo lo mejor de una película que habla de infierno, bestias, espíritus malignos y el más allá. Porque en estas otras ocasiones, aunque la película acaba en un pliqui, las situaciones pasan sin pena ni gloria. El prólogo y la parte del espiritismo dan totalmente igual, y de si la protagonista tiene novio o no ya apenas me acuerdo. Si por lo menos la bestia hubiera hecho un corte de mangas a la cámara como en la película que echaron anoche en La 1… 5.