Cien mil asistentes no pueden estar equivocados. Reading es una cita más que apetecible en el calendario veraniego de cualquier amante de la música aunque el barro te cubra las rodillas, como ha sido el caso este año. Frío y lluvia en pleno agosto, muy típico del clima inglés. A esto hay que unirle la mala fama que tiene el campamento del festival, una auténtica zona de guerra con explosiones, fuegos y montañas de basura con guiris borrachos incluidos. En este aspecto, la organización ha avanzado mucho, a riesgo de parecer pecar de restrictiva. Se prohíben las hogueras en la noche del domingo. No más paisajes sacados de ‘Apocalypse Now’.
En el plano musical, la oferta de Reading y Leeds es como un buffet libre. Ya que has pagado tus 200 libras, te llenas el plato hasta el borde y te empachas. Hay tanto sobre la mesa que resulta imposible abarcar todo lo que quieres ver. Un total de cien bandas repartidas en siete escenarios. Definitivamente, el cuerpo humano tiene límites, y este tipo de eventos los pone a prueba.
El sota-caballo-rey de los cabeza de cartel no suele defraudar y luego están esas pequeñas apuestas personales. Poder disfrutar otra vez de la poderosa y sencilla puesta en escena de Anna Calvi, después de la gran sensación que causó en el Día de la Música, es un lujo. Si además viene seguida de la actuación de White Denim (y todo esto en una carpa prácticamente vacía), sientes que te has anotado una estrella Michelín en tu carnet de buen gourmet. Lo del cuarteto de Texas fue, sin duda, de lo más interesante del fin de semana. Con ‘D’, su último disco, se han permitido un giro psicodélico. Improvisaciones de veinte minutos sobre el escenario, canciones complejas que se revuelven sobre sí mismas, un ejercicio de técnica que nos dejó con la sonrisa en la cara.
No son los únicos que dejan huella. Para una servidora, que ya se va haciendo mayor, pesan más otras cosas en escena que toda parafernalia festivalera, Muse incluido. Las bandas más maduras saben lo que se hacen. The National el sábado y Elbow el domingo lo demostraron (y luego está lo de Pulp). Los de Guy Garvey hicieron uno de los shows más cálidos. El atardecer se puso de su lado y ayudó mucho a crear ambiente. Lejos de ser una banda para todos los gustos, se meten al público más distinguido en el bolsillo con temas como ‘Grounds for Divorce’ y ‘One Day Like This’. Bocato di cardinale.
Llega el turno de Jarvis Cocker. Este señor de casi cincuenta se mueve mejor que tú, tiene más estilo y encima se ríe de sí mismo. Dedicar ‘Joyriders’ a los causantes de los últimos disturbios en Londres, denota sentido del humor. “No estaban atacando a nadie, estaban jugando al GTA por las calles”, dijo. Pulp cantaron todo lo que tenían que cantar y cerraron con ‘Common People’. “Si esta es la única canción por la que vamos a ser recordados no me importa, porque es una gran canción”. Todo según lo previsto, pero no por ello menos emocionante.
Por si fuera poco, Jarvis tuvo tiempo de robarle protagonismo a Julian Casablancas. Tal y como publicábamos hace unos días, ambos interpretaron ‘Just What I Need’ de The Cars durante la actuación de The Strokes. Y sin más. La típica colaboración poco ensayada y que deja con cara de poker al personal. La misma expresión que se nos quedaba cada vez que el líder de los neoyorquinos abría la boca. Julian es víctima de su personaje de enfant terrible. Apuesto a que querría ser más comunicativo, pero su malditismo se lo impide. Una pena. Sus clásicos funcionan como un tiro en escena, pero ellos fallan más que una escopeta de feria. Con un set basado prácticamente en ‘Is This It?‘ (al menos en esto fueron considerados), el concierto debería haber sido antológico, pero nos dejaron a medias.
La otra gran colaboración del festival, en la que My Chemical Romance invitó a subir al escenario al mismísimo Brian May para interpretar ‘We Will Rock You’, fue más unánimemente aclamada. Mientras, me encontraba en una pequeña carpa, disfrutando de The Horrors. Como broche final, los chicos de Faris Badwan tiraron de la familia e interpretaron ‘Moving Further Away’ con cuatro guitarristas invitados: Freddie Cowan de The Vaccines y hermano del teclista, junto con otros integrantes de Advert y The History of Apple Pie se subieron al escenario.
Y de postre, Muse. Salieron a interpretar ‘Origin of Symmetry’ de cabo a rabo con lo que ello supone (momentos muy inspirados y otros sólo pasables). Todo aderezado con sus pantallas gigantes y sus fuegos artificiales. No faltó nada, hasta Bellamy se encargó de romper la batería con su guitarra. Al poco rato ya tenía un repuesto. Muy rockero. Después interpretaron sus grandes éxitos y sí, sonaron ‘Knights of Cydonia’ y ‘Uprising’. De todo menos sorprendente.
En definitiva, abandonamos con la sensación de que el festival se encuentra en una encrucijada. Si sus inicios fueron para los amantes del rock más potente, en las últimas épocas ha ido avanzando hacia el indie. Actualmente, no saben a quién más programar con tal de tocar todos los palos y atraer a más y más variados tipos de público. Exigencias del mercado, lo llaman.
Fotos: Sergio del Rey.