El perruzo aúlla alto y fuerte

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El perruzo aúlla alto y fuerte

En la ansiada y relativamente fugaz reunión de Surfin’ Bichos del año 2006, Fernando Alfaro aludía al HAMBRE (así, con mayúsculas) como convincente excusa. Y si así fue entonces para la banda que formó durante finales de los 80 y principios de los 90 con Joaquín Pascual, Carlos Cuevas y José Manuel Mora, intuimos que esa metafórica (o no) necesidad habrá sido también el motor del regreso de Chucho, grupo surgido tras la desaparición de los primeros y con los que continuó creciendo como autor e intérprete.

No deja de ser triste que un álbum tan soberbio como ‘La vida es extraña y rara‘ no le alcance a Alfaro para salir adelante y tenga que recurrir a la nostalgia de su pasado. Pero, sea así o no, bienvenida la excusa alimenticia si sirve para reivindicar el valor de un cancionero tan brutal y rico como el que el de Albacete desplegó junto a Juan Carlos Rodríguez, Javier Fernández, Miguel Gascón y Emilio Abengoza en su formación original y en sus variantes posteriores.

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El pasado jueves día 11, una repleta sala Joy Eslava atestiguaba las ganas de que Chucho volvieran a aullar como antaño y dieran a muchos la ocasión de revivir los días grandes del perruzo (y a otros muchos de experimentarlos por primera vez en directo). El quinteto respondió con fiereza y un volumen atronador. A ratos algo deslavazados y con alguna puntual (y disculpable, dado que era su primer concierto juntos en casi una década) imprecisión, Chucho apostaron todo a la contundencia y al ruido.

El show comenzó algo tibio, incluyendo ‘Conexión de hueso’ (el tema que abría su primer EP) y ‘Mi anestesia’, pero despegó como un cohete con una volcánica interpretación de ‘Extrarradio’ (aquella canción del enorme ‘Los diarios del petróleo‘ que incluye la imborrable imagen de «Antonio Anglés violando a su hermano»). A partir de entonces, los ánimos incendiados en la pista disfrutaban cada segundo, incluido ese ‘Huracanes con nombre‘ que da esperanzas de que este regreso no se quede solo en los escenarios.

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Con un repertorio tan vasto y valioso como el que reunieron en sus cuatro álbumes y múltiples EPs y singles, era una utopía pensar que podrían dejar satisfecho a todo el mundo. Pero, aún con sorprendentes inclusiones (‘Motor de perro negro’, ‘Esto es mi sangre’ y ‘Medio perro’) y ausencias (‘Sal’, ‘Abre todas las ventanas’ y ‘Tunel de lavado’), Alfaro y los suyos no renunciaron a darse un buen y figurado abrazo nostálgico con su público, con un repertorio que no olvidó ‘Ricardo ardiendo’, ‘La mente del monstruo’, ‘Un ángel turbio’, ‘Visión rayos X’, ‘El detonador EMX-3’ ni, por supuesto, sus momentos más pop, ‘Revolución’ y ‘Magic’.

Esta última cerró un primer bis que, ante la insistencia, tuvo continuidad y, aunque Alfaro haga esto por supervivencia, no parece que vaya a traicionarse a sí mismo: tras el dulzor, Chucho se fueron envueltos en una corriente de feedback merced a la corrosiva ‘Inés Groizard’, una rareza que mostraba su lado más irredento. Quizá esas contradicciones, anteponiendo la complaciencia propia a la de su público, sean las que hagan que Fernando no sea valorado en la medida que lo merece, una figura fundamental del rock nacional de los últimos 25 años. Ojalá que esta vuelta sirva para cambiar eso. 7,9

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